Inicio Opinión 2009: negacionista opositor; 2020: Presidente irresponsable

2009: negacionista opositor; 2020: Presidente irresponsable

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“¡Qué influenza ni que ocho cuartos!”

POR GUSTAVO CORTÉS CAMPA

En los primeros días, la conducta pública del presidente Andrés Manuel López Obrador ante la pandemia de Coronavirus Covid 19 provocaba a la vez perplejidad y mortificación, pero en estos días de virtual cuarentena en vías de hecho, la porfía presidencial en las giras de fin de semana para repartir abrazos y besos, el efecto en la población conduce a irritación por un lado y pánico incipiente por otro.

¿Por qué el presidente se coloca a sí mismo en riesgo inminente? Se pregunta la colectividad nacional, desde simples empleados y trabajadores hasta académicos de alto rango, periodistas, intelectuales e inclusive, medios de difusión del extranjero.

Las frecuentes admoniciones hechas de forma directa por la Organización Mundial de la Salud (OMS) son desdeñadas, una y otra vez, por AMLO y, por cierto, sus risitas, lenguaje corporal y expresiones desconcertantes al referirse despectivamente al peligro que acecha al país junto con el resto del mundo, son motivo de múltiples especulaciones.

DE LA INFLUENZA AL CORONAVIRUS

Era el año 2009 y López Obrador hacía esfuerzos por apropiarse de  la agenda pública en su campaña por la segunda candidatura presidencial.

En eso surgió la epidemia de la influenza porcina en hospitales de la ciudad de México. A diferencia de lo que sucede ahora, ese flagelo atacaba a los jóvenes y no tanto a los ancianos. De pronto, el gobierno perredista de la ciudad de México, a cargo de Marcelo Ebrard, decretó el cierre de restaurantes, bares, espectáculos públicos. La capital se paralizó y las consecuencias económicas, obviamente, fueron cuantiosas.

En la secretaría de Salud federal se consideró “un tanto excesiva” la medida, pero se decidió respetarla.

Paradójicamente, la crítica y muy fuerte, a la medida, fue de parte de un compañero de partido del alcalde Ebrard, AMLO, quien emitió su “filípica” en acto de “precampaña” (prohibido por la legislación electoral, por cierto): “¡Qué influencia ni que ocho cuartos, vamos a seguir adelante hasta que haya democracia”. La agenda pública se le iba de las manos y eso le irritaba sobremanera, igual que en estos momentos de gravísima crisis sanitaria.

Eso sucedió en un mitin en Tabasco (junio 2009),  y el académico Guillermo Sheridan publicó en “Letras Libres” un artículo un tanto satírico sobre el pronunciamiento:

Que en cierto “blog” se hizo una especie de síntesis de todas las teorías conspirativas “sobre el pinche virus”, más o menos así: “El virus de la influenza humana H1N1 ha sido creado por una sociedad secreta que busca un nuevo orden mundial  y que para ello considera necesario reducir la población del mundo a un número mucho menor que permita preservar los recursos”. Que George Schulz y Rumsfeld son miembros del Grupo Bilderberg, de políticos-empresarios que se reúne anualmente “para discutir los asuntos globales” y que están relacionados con los “Illuminati”.

Enseguida Sheridan concluye algo interesante sobre el pronunciamiento de AMLO: Al relacionar los “ocho cuartos” con la epidemia y la democracia, “en realidad fue un mensaje en clave que lo delata como miembro de la sociedad secreta de los ‘Illuminati’. La clave radica en los ocho cuartos que obviamente se refiere a la enigmática disposición arquitectónica del terrible cuanto misterioso Columbiarum, un edificio levantado en San Francisco por la Sociedad Neptuno, que es franquicia de los… ¡Illuminati!”

Explica Sheridan: “En esos ocho cuartos viven los ocho vientos: Boreas, Auster, Zéfiro, Euros, Kaikias, Apeliotes, Skiro y Livas. ¿Y qué son los vientos? ¡Transmisores de virus!”

EL EGOTISMO DE UN JEFE DE ESTADO

 Todo parece apuntar a que López Obrador tiene una condición personal no sólo egocéntrica, sino egotista.

En psicología se define al egotista como “un sentimiento exagerado de la propia personalidad…” Se identifica con el concepto de excesiva importancia concedida a sí mismo y a las propias experiencias vitales, con un deseo insaciable de mostrar a los demás la importancia propia, con independencia de que el egotista cuente con razones para auto-adjudicarse tal importancia.

Su falta de empatía le lleva a ver a los demás como un medio para un fin. El egotismo extremo es una característica distintiva de los trastornos de la personalidad del tipo B, principalmente el histriónico y el narcisista. No aceptan un no por respuesta, se toman la discrepancia como una agresión y son capaces de perturbar la tranquilidad de quienes los rodean.

En todo momento tratan de nunca dar la sensación a los demás de que pierden el control de la situación.

Es claro que en lo anterior se pueden encontrar respuestas a la actitud observada en “las mañaneras” cuando –sólo ocasionalmente- se concede la palabra a un reportero profesional que hace preguntas incómodas y el presidente comienza un discurso laberíntico, elusivo, para no contestar, o en otros casos, señalamientos acusatorios directos hacia el  medio que representa el atrevido que rompe el “protocolo” cortesano.

También explica en buena medida la situación que orilló al primer secretario de Hacienda, Carlos Ursúa a renunciar cuando fue tachado como “neoliberal” (en boca presidencial, una acusación gravísima) cuando el ex funcionario se opuso a la aberrante decisión de ir a un arbitraje internacional, perdido de antemano, en el asunto de los gasoductos.

Y, claro, esa reacción verbalmente violenta cuando una reportera intentó tratar el tema de feminicidios cuando el presidente había decido “la rifa-no rifa” del avión presidencial como tema central.

Además, el absurdo rechazo a las manifestaciones feministas, al grado de dejar en una situación muy incómoda a la “no primera dama” Beatriz Gutiérrez, obligada a retractarse de su apoyo al “paro feminista” del nueve de marzo.

¿No parece claro?

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