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ECONOMÍA MEXICANA EXHIBE SU TIMIDEZ ESTRUCTRUAL

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La pobreza en México, un tatuaje imborrable (Foto especial)

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SILOGISMOS

 

*  El Estado mexicano no parece haber caído en la cuenta, como tal, de esa realidad pues no actúa para superarla

 

Por Antonio Ortigoza Vázquez

Especial de Expediente Ultra

La situación que en lo general prevalece en México es deprimente y el Estado mexicano no parece haber caído en la cuenta, como tal, de esa realidad pues no actúa para superarla. Tampoco actúa en ese sentido el Gobierno que representa al Estado.

La economía exhibe timideces estructurales que se traducen en desigualdad e injusticia, emblematizada en la concentración de la riqueza en unos “nuevos” cuantos.

En lo político, los dueños del poder, los del Gobierno, no muestran aptitudes para ejercer el mando bajo las premisas morales y éticas propias de una forma de organización democrática. No se hace política fina ni de calidad.

En lo social, los mexicanos padecemos los efectos de ciertos fenómenos contrapuestos en la política fantasmagórica: por un lado, carecemos de conciencia de que vivimos sometidos a una manipulación y control, más por otro lado sufrimos anomia.

En lo cultural, la inconciencia social provoca  comportamientos que se manifiestan en la búsqueda constante de válvulas por la cual dejar salir energía social que podría tener otra aplicación.

El alcoholismo aumenta y, con ello, sus secuelas terribles, consecuencias de estímulos promovidos por los medios de control social (como los de la difusión de la vida nocturna y series televisivas) y la mismísima forma de organización económica prevaleciente.

Y así como el alcoholismo es una válvula por la cual millones de mexicanos dejan escapar sus frustraciones, el consumismo de la llamada comida chatarra resulta en un problema gravísimo de salud pública: la diabetes y obesidad.

La cultura del consumismo –y  la obesidad– es un problema real en nuestro país. Consumir lo que no necesitamos y, sobre todo, lo que nos hace daño, a la larga. La forma de organización económica fomenta inducir el consumo obsesivo y compulsivo.

Hoy, los centros comerciales, grandes tiendas, la mayoría de origen trasnacional, son los centros culturales de México. La gente acude a ver, a desear, a anhelar, a divertirse y, acusadamente, a comprar lo superfluo. Es obsesión. Compulsión.

Más de esas compulsiones no tenemos conciencia. Actuamos mecánicamente, sin saber que quienes nos venden cuentas de vidrio a cambio de nuestro endeudamiento cada vez mayor financian a los políticos que hacen posible que ese estado de cosas continúe y crezca.

Y ese estado de cosas crea angustia social, créditos al consumo por pagar, que otorgan las trasnacionales que nos venden al menudeo, y  que se traducen en enfermedades mentales y/o psicosomáticas y de salud.

Por supuesto, es un hecho que millones de mexicanos viven al margen de esa cultura y  que jamás han visitado un Wal-Mart o un Costco– y cuya marginación no los sujeta a la  subcultura del crédito y el endeudamiento creciente y constante. Son los pobres.

Los pobres formales. Los de la estadística. A esos millones –casi 50, según el Gobierno– se añadiría otros 20 millones, los que viven en extrema pobreza o, por decirlo sin tapujos ni eufemismos, en la miseria. Son cifras gubernamentales.

Los otros 50 millones restantes son los de la cultura del consumismo obsesivo. Conforman una fuente cautiva y cautivada por las trampas de la mercadotecnia y sus aspiraciones de movilidad social, fomentadas con artificios de ganancia para los barones del dinero, quienes les ofrecen paraísos crediticios que los encadenan a deudas con intereses leoninos. Pagos “chiquitos”, para deudas “gigantes”.

Los Slim –mexicanos y trasnacionales– no son muchos. Pero lo suficientemente poderosos para influir en el poder político, el del Estado, y su representante, el Gobierno, para que éstos sean garantes de que el estatus económico continúe.

Estos Slim –los de aquí y los que nos vienen de Estados Unidos y España– no se miden: su voracidad se manifiesta en la práctica inicua, premeditada, alevosa y ventajosa del redondeo. Por ello, ganan miles de billones de billones.

El estado de cosas económico privilegia también a los bancos que siendo extranjeros –trasnacionales– se dicen mexicanos. También financian a políticos para asegurarse que la situación que les beneficia con largueza no será alterada

La continuación es un círculo: una economía de consumo brutalmente injusta, una sociedad sometida a los intereses económicos mediante abuso de los medios de control social –que crea una cultura– y la complicidad materialista de los políticos.

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