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Por Samuel Cantón Zetina/@SamuelCanton
La matanza de policías en Aguilillas, Michoacán, retrató la dimensión del lío en que Felipe Calderón metió a México al iniciar una guerra frontal, sangrienta y brutal contra el crimen.
Lo hizo sin antes asegurarse que todas las corporaciones, de los tres ámbitos de gobierno, estuvieran preparadas para enfrentar al peligroso enemigo.
Él siempre dijo que había que parar a los delincuentes, porque éstos ya eran una amenaza para las instituciones, y amagaban con apoderarse de sus mecanismos de control y gobierno. Los elementos municipales fueron masacrados por individuos que los emboscaron con ventaja numérica y armas más potentes.
Tristemente, la ayuda que al fragor de las ráfagas demandaron con desesperación, acudió ¡una hora después!
Cuando 14 estaban muertos…
Y, todavía, pocos se compadecieron de su sacrificio y de sus familias.
¡Vaya!, ni la secretaria Olga Sánchez Cordero se conmovió: para ella, fue «circunstancia de todos los días».
“Borolas” tampoco dominó el modo de cortar las fuentes de financiamiento del anti- México. Hoy, con la “purga” de jueces y ministros -“descongelaban” cuentas sucias-, apenas se empieza a hacer.
Menos observó que el Poder Judicial estuviera en condiciones de participar con fallos justos y honestos.
¿A qué le apostó entonces?
Como Salinas en el 94 contra el EZLN, a que las fuerzas armadas tendrían la capacidad para aniquilar a los enemigos.
Pensaron que habría una guerra a campo abierto entre los ejércitos del bien y el mal.
El Tomandante sembró de cadáveres a la Nación. Y tropezamos con ellos…
Y DE MAÑANA… EN LA presentación del folleto respectivo, se establece la posibilidad de que también el mandato de los gobernadores pueda ser revocado a mitad del periodo. Tendría que pedirlo, al menos, el 10% de la lista nominal de electores…***“¡NO ME ayudes, comadre!”, podría decirle Adán a Julia Pardo, presidenta de la Comisión de Seguridad Pública, por decir que en Tabasco “no sólo hay baños de sangre”…
