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Emergencia Nacional

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Por José Saúl Bautista González

El peor escenario posible ocurrió, una tormenta perfecta tiene a México en vilo.

La llegada al País de la pandemia conocida como coronavirus COVID-19, está dejando ver la debilidad real del Estado en al menos tres dimensiones: la sanitaria, la económica y la política.

Como sabemos, este lunes 30 de marzo, el Consejo General de Salubridad declaró Estado de Emergencia Sanitaria, según lo dispuesto en el artículo 184 de la Ley General de Salud, para regular el tránsito y adoptar medidas higiénicas especiales en la población. La declaratoria llega al confirmar poco más de mil personas contagiadas y 28 defunciones en medio de una fuerte controversia por el probable sub registro de los casos que no corresponde al comportamiento de la pandemia fuera de nuestras fronteras y que es atribuido a la pobre aplicación de pruebas para detectar a la enfermedad.

Adicionalmente, el Sistema Nacional de Salud atraviesa su propia crisis por carencia de medicamentos, plazas laborales, protocolos de atención, equipos de bioseguridad y confusión operacional por la transición Seguro Popular – INSABI. Otro tema delicado es la insuficiencia de camas y ventiladores mecánicos que requerirían los casos más delicados, lo que llevó al Presidente a firmar un decreto para compra “inmediata” de insumos para atención del COVID-19, apenas el pasado 27 de marzo, el problema será, encontrar existencias en un mundo con altísima demanda de los mismos en estos momentos.

Así las cosas en salud, no es un buen momento para enfermar en México, nunca lo es, pero ahora menos que nunca.

La economía no perdona. A raíz del surgimiento de la pandemia, la desaceleración en todos los países es inevitable, la caída de las principales bolsas ocurre un día sí y al otro también, unos saldrán más afectados que otros, me temo que nosotros seremos duramente golpeados y no es por casualidad, sino por causalidad. Lamentablemente, el gobierno de la autonombrada 4 Transformación, se ha esforzado por tirar todos los indicadores económicos, hasta los que presumía el Presidente como fortalezas, la inflación y la paridad peso – dólar, subió el primero y cayó el segundo estrepitosamente.

Y es que el presidente ahora podría escribir un libro sobre “Cómo Quebrar a un País Estable en Menos de Dos Años” hizo todo mal, de la peor forma y en el peor momento. Con cancelaciones del NAIM y, recientemente, de Constellations Brands, enterró la confianza empresarial como lo acaba de expresar BBVA que también asegura que la cancelación de la cervecera en Mexicali, es incluso peor que la cancelación del NAIM. En consecuencia, los inversionistas no tienen confianza para emprender y se deja de crear empleos, además de los que se pierden por la propia caída del mercado; se pierde poder adquisitivo del que se sostiene el 60% de la actividad económica que no es formal.

La perspectiva no es nada optimista: México podría decrecer hasta 7 puntos más que se suman a los 2 que perdimos en 2019, lo que nos pondría en niveles no vistos desde 1929 – 32 que se reflejó en nuestro País la “Gran Depresión”.

Para más joder, el año pasado nomás no le salieron las cuentas al gobierno federal y dispuso, por primera vez desde su creación en 2001 con el nombre de Fondo de Estabilización de los Ingresos Petroleros, de más de la mitad del Fondo de Estabilización de los Ingreso Presupuestarios (unos 156 mil 474 mdp). Este instrumento fue diseñado para compensar las posibles disminuciones en la captación de ingresos respecto de la meta establecida en la Ley de Ingresos de la Federación (LIF). Ése fue el caso en 2019 y ha empeorado en lo que va de 2020.

Al contrario de muchos países, el gobierno de México no se ve dispuesto a ofrecer las medidas económicas suficientes para apuntalar la economía y minimizar el daño a empresas de todos tamaños y a la ciudadanía más desprotegida por más que repita en el discurso.

El gobierno se queda sin margen de maniobra y estará obligado a aceptar déficit fiscal, contraer deuda, aumentar impuestos o cancelar proyectos inviables como Dos Bocas, Tren Maya y Santa Lucía y re implementar la Reforma Energética del sexenio pasado. Veremos si la prudencia y la responsabilidad prevalecen o sucumben ante la terquedad.

Por último, el escenario político es desastroso. El Presidente ha abusado de la confianza de su base electoral y su popularidad sigue a pique desde que empezó el año, ha perdido mucha credibilidad, no hay coherencia entre el decir y hacer y no hay planes serios para enfrentar las contingencias que ya nos vapulean. Se quedó sin calidad moral para convocar a la unidad nacional.

Últimamente se ve a un Presidente irritado y un tanto pasmado, no enfrenta a la pandemia, contrariamente a su costumbre centralista, la ha delegado al Subsecretario Pérez Gatell y, últimamente, al Canciller Ebrard, sí, otra vez Marcelo, él hizo la declaratoria de Emergencia Sanitaria. El presidente se evade en sus giras, en su zona de confort, huye de este imprevisto que le está arrancando su presidencia y su cuarta transformación; un regazo narco también es trinchera en tiempos de guerra para él.

Las voces susurran: “El Rey ha muerto prematuramente, ¿Viva el Rey?”

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