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ENTRE FAKE NEWS Y TRISTE REALIDAD, EL REGRESO A CLASES

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Rosalinda Cabrera Cruz

El retorno a las aulas levanta cada vez más ámpulas en la sociedad; hoy la incertidumbre se yergue en todos los confines del país en general y de la geografía michoacana en particular, porque la pandemia por COVID-19 simplemente no cede y la rumorología al respecto crece a pasos agigantados, alentada por noticias falsas que corren sin restricción en las redes sociales.

Como si no fuera suficiente que todos los días se habla del crecimiento exponencial de los contagios ante la cercanía del inicio del ciclo escolar 2020-2021, ahora las familias tienen que lidiar con una imprecisa fecha para llevar a sus niños a la escuela; como si fuera una broma, ahora lo novedoso es decir que cada estado, región o estado retornarán cuando ellos lo consideren pertinente, lo que esta semana fue descartado por el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma.

El funcionario (al igual que lo hizo su homólogo de Michoacán, Héctor Ayala Morales), tuvo que desmentir  tal información y reiteró que el retorno será solamente cuando haya semáforo verde, es decir, cuando las condiciones sean de seguridad para toda la sociedad y todas las restricciones sanitarias se hayan levantado (lo que sí se ve difícil).

El desmentido tiene una explicación, porque Moctezuma subrayó que “decir que cada escuela va a decidir es falso y no tiene sentido porque la información que se requiere para regresar es una información de salubridad pública, de salubridad general y la secretaría de Salud, por ello, no cambia en lo más mínimo la instrucción”.

Sin embargo, el debate en torno a cuándo iniciarán las clases presenciales ha alejado a la atención pública de los problemas que se derivarán de esta pandemia.

Educación en conflicto

El sistema educativo encara un aluvión de desafíos desgastado por la crisis que ya se vivía aún antes de la aparición de la enfermedad, lo que obliga a un sobreesfuerzo en escuelas públicas y privadas, golpeadas por crisis magisteriales y económicas, entre otras cosas, temas que incluso desde hace algunos años ya estaban en debate.

Los centros educativos ahora no nada más advierten la limitación de recursos, sino que afrontan la exigencia simultánea de reorganizarse para reducir la brecha ya existente y evitar al mismo tiempo contagios por coronavirus. Ya desde antes de la pandemia habían saltado las alertas por segregación y abandono en un sistema público que sigue con el gasto recortado por debajo del umbral precrisis.

La educación en México no ha dejado ni un instante de estar en el epicentro de la crisis por la pandemia, no en vano desde el principio se advirtió que sería la última en reactivarse. Pero, mientras el sistema de salud ha librado la batalla en primera línea, el educativo lo ha hecho a distancia, en un experimento obligado de educación virtual.

Ahora, toca pensar en la vuelta al aula; los especialistas en la materia coinciden en que hay motivos para la alerta, tanto por el estado del sistema como por las obligaciones que se le acumulan. El diagnóstico es coincidente: un sistema ya dañado por crisis pasadas afronta un desafío inédito y de dimensiones históricas, partiendo de una posición de debilidad, teniendo que contener la brecha social agravada por el confinamiento al mismo tiempo que cumplir exigencias de salud en un contexto de presión; es como correr y amarrarse los zapatos al mismo tiempo.

En estos momentos, la escuela está atrapada entre el peso de la salud y la necesidad de educación. A toda prisa, la federación y cada uno de los estados tiene que adaptarse a enseñar bajo la amenaza del virus, dando más peso a la tecnología y al aprendizaje a distancia, reorganizando espacios y horarios, con recursos limitados, readaptando los planes y programas de estudio para recuperar lo perdido sin dejar de avanzar, todo ello mientras el país se adentra en una nueva crisis económica que afectará a millones de familias y a las cuentas públicas.

Por otra parte, ha reaparecido con más fuerza un fenómeno que ya marcaba desigualdades en las escuelas mexicanas: la segregación, la que requiere de incorporar prácticas de éxito contrastado, preparar unidades de apoyo psicológico, reforzar la atención al alumnado vulnerable, suministrar materiales y garantizar el sustento diaria, pues muchas familias ni eso pueden proporcionar a sus hijos, pero eso en todas las escuelas.

De igual forma, la escuela tendrá que añadir recursos humanos con fórmulas adecuadas a la urgencia y la transitoriedad de la situación: como docentes temporales con experiencia en el uso de nuevas tecnologías, la implementación de prácticas, cuidadores, voluntarios para preservar la sana distancia en las escuelas en momentos de esparcimiento, y otros elementos más.

Las autoridades educativas tienen ante sí el reto de combinar la presencialidad y la virtualidad, porque por las características del país no podrán ser iguales. Habrá que conjugar en forma diversa y variable la máxima presencia de los más vulnerables, la mínima de los más arropados por su medio y la mixta en sede para todos.

Ante la evidente falta de preparación para la implementación de planes y programas novedosos frente a una enfermedad de esta magnitud, han sido los propios docentes (y no las autoridades) de manera conjunta con las familias y los alumnos quienes han enfrentado con lo que pueden la crisis de enseñanza, sorteando trabas burocráticas y normatividad en ocasiones absurdas.

No podemos cerrar los ojos y pensar que guardando un metro y medio de distancia indicado por la secretaría de Salud en las escuelas el problema de contagio estará resuelto al volver a clases, porque no hay fórmulas para todos ni las condiciones de los centros educativos son parejas; hay algunas que lo tienen todo y en otras por el contrario carecen de todo.

Un sector en convulsión

Las escuelas fueron las primeras en cerrar el pasado 17 de marzo, pero el retraso en su reapertura ha ocasionado impaciencia y críticas, sobre todo por los mensajes ambiguos que constantemente son enviados respecto al reinicio, ya sea de manera oficial o mediante las redes sociales, que en muchas ocasiones son noticias falsas.

Precisamente esta semana se ha hecho hincapié en la reanudación del sector Turismo y muchos lo han comparado con la pausa en las aulas que no tiene una fecha precisa y la respuesta que se concluye es por demás obvia: abrir una escuela es infinitamente más complejo que abrir un comercio o un hotel.

El regreso a clases en esta Nueva Normalidad será sólo bajo semáforo en verde, como ya se advirtió y una de las propuestas en Michoacán es que sea de forma alternada conforme la inicial del primer apellido del alumno. La fecha probable en caso de que se den las condiciones para este retorno en cada estado y municipio, será a partir del 10 de agosto.

Los alumnos y profesores tendrán que seguir las medidas que el protocolo sanitario marca, como la limpieza y desinfección en el salón de clases, superficies de las bancas, sillas, mesas, butacas, archiveros y ventanas deberá hacerse frecuentemente. Los escolares en su regreso a clases tendrán su curso remedial de evaluación para detectar el nivel de aprovechamiento durante las clases que tuvieron desde casa; el regreso será de manera escalonada y varios candados más.

No obstante, también se acordó que los protocolos y fechas para el regreso son tentativos, pues dependerá del comportamiento de la pandemia y de la seguridad para que los alumnos retomen las clases presenciales, por lo que la fecha de 10 de agosto podría cambiar (algo que ya se espera, puesto que incluso se empiezan a manejar fechas para septiembre).

Claro que todo lo anterior estará sujeto a las peculiaridades de los planteles, porque las condiciones no son las mismas en educación inicial, especial, preescolar y los primeros grados de primaria, la primaria en general e incluso la secundaria, ya que funcionan diferente las técnicas de enseñanza y su convivencia es distinta también.

Si tomamos como base lo declarado por Ayala Morales, en el sentido de que no se reanudarán clases presenciales sin la certeza en el cuidado de la salud de niños y niñas, la diferencia en los planteles va aún más allá de una simple normatividad, porque son al menos mil 200 las escuelas en toda la geografía michoacana las que carecen de agua y servicios sanitarios, por lo tanto para ellos será imposible poder estar en semáforo verde y la fecha del 10 de agosto sin duda será definitivamente tentativa.

Por otra parte, los servicios de agua y sanitarios no es de lo único que carecen las escuelas michoacanas, porque conforme a las datos de la SEE, si se desea proseguir en parte con la enseñanza no presencial, resulta que 4 de cada 10 hogares tienen Internet, cifra similar a la de las escuelas, así que hay que buscar las adecuaciones pertinentes, algo que podría llevar mucho tiempo.

La herida del confinamiento

La escuela regresará con una herida más: aunque se tomen clases remediales y se hayan implementado a toda carrera cursos a distancia, la triste realidad es que se ha perdido un tercio del ciclo escolar. El confinamiento ha alertado sobre el crecimiento de la brecha de desigualdad, la capacidad de las familias para ayudar a sus hijos y el acceso a recursos tecnológicos que en estos tiempos ya son decisivos cuando hay clases y que con el confinamiento se han hecho más determinantes.

Se ha producido una crisis de aprendizaje generalizada, pero que afecta de modo distinto y con un impacto desigual; según el doctor Rogelio Raya Morales, del Instituto Michoacano de Ciencias de la Educación, en una tercera parte de los casos, la pérdida de aprendizaje podría haber sido severa. Los docentes consideran que hasta un 30 por ciento del alumnado no ha podido seguir el modelo de educación a distancia, simplemente porque sus maestros tampoco lo conocen.

La brecha en la enseñanza ha castigado más a los alumnos más desfavorecidos, porque esa brecha no ha sido sólo social, también es económica y territorial. En las zonas marginadas de Michoacán, como las regiones indígenas y de alta marginalidad, la mayoría de los niños carecen de tecnología, aulas y servicios sanitarios y de salud, así que su falta de acceso a la educación a distancia ha sido más que evidente.

Según el especialista, los efectos de la suspensión de clases se van a notar mucho más en las familias más vulnerables, y a su vez en los centros con mayor concentración de familias vulnerables, donde cada alumno necesitaría una atención más personalizada. Hay muchas familias que se han desconectado de la dinámica escolar. Las pérdidas del alumnado más vulnerable, que está perdiendo un tiempo precioso, pueden ser irreparables, aseguró y aún falta por contabilizar un fenómeno más, el que se verá hasta que se puedan reanudar de manera “normal” las clases en el aula: el de la deserción, para lo que todavía no se tienen cifras determinantes.

Sin agua para sanitizar

Las condiciones de sanidad en las escuelas michoacanas han cambiado muy poco en los últimos cinco años. En el marco del Día Mundial del Agua, conmemorado el pasado 22 de marzo, se puso sobre la mesa de discusión que las deficiencias en este tema ponen a los planteles michoacanos en un escenario complejo no sólo en cuestión de abastecimiento, sino para cumplir las medidas sanitarias mínimas en el actual escenario de pandemia, como lo es el lavado continuo de las manos o la limpieza de las instalaciones.

            Frente a la actual pandemia y las medidas preventivas, los centros educativos enfrentan este desafío sin muchas armas, ya que el acceso al agua potable sigue siendo un pendiente, de acuerdo con el Censo de Escuelas, Maestros y Alumnos de Educación Básica y Especial (CEMABE), donde se ha puesto de manifiesto que en el estado 4 de cada 10 escuelas carecen de agua de la red pública, además de que existen deficiencias en baños y drenajes según la estadística de 2013.

Para Erik Avilés Martínez, presidente de Mexicanos Primero capítulo Michoacán, las condiciones sanitarias, así como las de la infraestructura y el equipamiento escolar, aunadas al pobre acceso a los servicios básicos de las escuelas públicas michoacanas, impiden que sean consideradas todas dignas, seguras, limpias y protegidas ante el eventual impacto de una pandemia.

Cabe señalar que a pesar de que hace seis años se dieron los resultados de dicho censo, desde el gobierno estatal y federal han sido pocos los avances en abatir los indicadores especificados, y se desconoce si el último diagnóstico que se realizó a finales de 2019 tendrá la información específica sobre las condiciones de los planteles.

Las cifras del CEMABE para Michoacán indican que en preescolar, 64.1 por ciento de los planteles cuentan con agua de la red pública, asimismo que 61.2 por ciento de las primarias tienen acceso a agua de la misma forma, siendo el porcentaje más bajo, ya que en secundaria se tiene 65 por ciento tiene acceso a agua de la red pública.

El censo recoge también cifras que son importantes, como son contar con baño o sanitarios, en el nivel de preescolar el 81 por ciento de los planteles cuenta con sanitario y en el caso de primaria 83.3 por ciento tienen excusados, asimismo en secundaria, el 87.7 por ciento cuenta con baños.

Asimismo, en torno al drenaje, 56.9 por ciento de los planteles de preescolar cuentan con el servicio; en primarias, 57.3 56.9 por ciento, y en el caso de secundarias, 55.3 por ciento, pero esto no es nuevo, porque históricamente no ha habido la capacidad necesaria de los gobiernos de todos los niveles para universalizar la cantidad mínima estipulada por la normativa en materia de acceso a servicios básicos en las escuelas michoacanas.

“Las escuelas son el reflejo del desdén gubernamental por garantizar el derecho humano a la educación, a la movilidad social y al desarrollo integral de las comunidades” sostiene Avilés Martínez, subrayando que han pasado seis años desde la aplicación parcial del CEMABE, el cual quedó como una buena intención, un ejercicio inconcluso en el cual menos de la mitad de los planteles fueron censados y la información ni fue completada ni mucho menos recibió el seguimiento que merecía y que hoy sería de gran utilidad para enfrentar la pandemia.

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