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JAMES DEAN, tres películas para amarlo por siempre

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Elvira Hernández Carballido

 

“Posteriormente se fomentó la imagen del adolescente incomprendido, del enamorado atormentado, del “vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver”. El adolescente enamorado, incomprendido, de mirada perdida es solo una pose. James Dean tenía miopía y es por eso que, en ciertas ocasiones, miraba como si no viera…porque realmente, no veía.  En resumen, solo se trata de un actor joven, agraciado, que tuvo la mala suerte de morir en un accidente de coche. Solo rodó tres películas y es imposible saber qué hubiera sido de James Dean si hubiera continuado su carrera como actor. ¿Otro Marlon Brando? ¿Mejor o peor que Paul Newman? Son incógnitas. Lo que es cierto es que, según el testimonio de un amigo suyo, Jean Leon, James Dean era más un intelectual que un juerguista. Era un hombre solidario, que trataba de ayudar a otros actores menos conocidos que pasaban los mismos apuros que sufrió él antes de ser una estrella. Era un hombre emprendedor, que quería abrir un restaurante con su amigo, no era precisamente un despilfarrador. Administraba bien lo que ganaba. Y en conclusión, no era un mal tipo. Solía tratar bien a su gente y no se le subió el éxito a la cabeza. Cenaba lo que podía en el Villa Capri cuando era un desconocido. Cuando fue un actor valorado seguía cenando en el mismo rincón del Villa Capri, invitando a los mismos compañeros de entonces…”

James Dean nació el 8 de febrero de 1931 y a los 24 años murió en un trágico accidente.

A los 24 años ya era toda una estrella del cine mundial y solamente había filmado tres películas. A los 24 años se paseaba indiferente y perturbador por el boulevard de Hollywood. A los 24 años todas las mujeres lo amaban. A los 24 años todos los hombres querían ser como él. A los 24 años vivió la vida con tal rapidez que en ese corto lapso dejó una huella imborrable en la historia del cine. A los 24 años sus sueños murieron a la misma velocidad con la que se estrelló en su auto deportivo y nos dejó para siempre y para volverse eterno.

Solamente filmó tres películas, pero cada personaje, las temáticas abordadas y las historias narradas en cada imagen, lo hacen inmortal por siempre.

Su actuación en “Al este del paraíso” (1955) es absolutamente conmovedora y magistral. Es tan sencillo sentirse enamorada de ese hombre tosco que necesita ser amado, de ese hombre melancólico que te hipnotiza con la mirada, de ese hombre introvertido a quien deseas te delate el alma, de ese hombre apasionado que podrían seguir hasta la muerte.

James Dean representa a un joven que nunca fue el consentido de su padre, que siempre fue la oveja negra de la familia, que competía con su hermana aún sabiéndose perdedor, que amaba a la mujer prohibida y que deseaba ser querido al mismo tiempo que rechazaba a toda persona que se le acercara. La escena final donde enfrenta a su padre es desgarradora y profundamente humana. Lloras con él y deseas consolarlo, comprendes el amor paterno y la incertidumbre consanguínea.  Los silencios de la familia y los olvidos generacionales. “Al este del paraíso” representa la calidad histriónica de James Dean.

Es curioso que no haya querido ir al estreno de esa película y prefiriera ir días después, en total anonimato y sentarse en las butacas entre el público para espiarse a sí mismo. Por su actuación fue nominado al Oscar.

En ese filme conoció a la actriz Pier Angeli y se enamoraron profundamente, pero la madre de ella la presionó para que dejara al joven actor y la casó con otro hombre. Se cuenta que el día de la boda, afuera del lugar donde se llevaba la ceremonia, fue Dean en moto y la hizo sonar y sonar, acelerando con ruidoso dolor y desencanto, para demostrar lo indignado, dolido y triste que estaba. Mucho tiempo después, ella confesó que fue el amor de su vida. La actriz se suicidó en 1971.

Su segunda película, filmada también en el año de 1955, fue “Rebelde sin causa”.  Es otro James Dean pero a la vez sigue siendo el mismo. Su mirada melancólica reta a una vida llena de insatisfacciones y de futuros inciertos. Atrapado ahora en la delincuencia juvenil y la incomprensión adulta, su personaje ama y odia, es contestatario y violento. Chicos malos pelean con navajas y compiten en absurdas carreras de autos donde la muerte los aguarda divertida. Los conflictos generacionales están acentuados en cada escena y la imposibilidad de la comprensión padre-hijo está latente.

Hasta la fecha, el filme representa a una juventud decepcionada y molesta, perturbadora y solitaria, dolida e ingenua. Los tres actores de esta película murieron trágicamente y eso también le ha dado a la cinta un toque de misterio y advertencia. James murió a los 24 años al estrellarse en su auto. Natalie Wood se ahogó al caer de su yate una noche de 1981. Mientas que Sal Mineo, el otro actor protagonista, fue asesinado en un oscuro y solitario callejón en 1976. Los tres son ya memorables en la historia del cine mundial, sobre todo por lo que lograron en cada personaje de la película. Sobre el trabajo de Dean en esta película, se ha dicho:

“Las interpretaciones están geniales. Primero Dean, en una caracterización fuerte, su personaje de Jim Stark es ya un ícono no solo en Estados Unidos sino en el mundo entero y a la vez en el cine clásico, que persiste hasta hoy. Su actuación que fue la identificación de muchos jóvenes y de una generación completa, no por el mismo hecho de la «rebeldia» que supone hinca la película, sino más bien por la concepción de joven bohemio, soñador, liberal, impertinente y luchador por lo que cree.”

Finalmente, su tercera y última película fue “Gigante” (1956) a lado de Elizabeth Taylor y Rock Hudson. Esta vez encarna a un cínico y abusivo personaje que de ayudante de un rancho se convierte en el millonario del pueblo al encontrar petróleo en su pequeño terreno que le heredó quien fuera su patrona. Vestido de vaquero es la sensualidad en persona pese a representar  a un hombre arrogante, racista, cruel y sin prejuicios, quien pese a todo el dinero que tiene vivo solo y su vida carece de cualquier expresión afectiva. La escena en que celebraba su gran riqueza y termina borracho y solo en el gran salón donde celebraba ser el hombre con los pozos petroleros más productivo, es inolvidable. Fue tan brillante su actuación que nuevamente fue nominado al premio Óscar, pese a que en ese año él ya había muerto. Hasta la fecha es el único actor nominado póstumamente. Han pasado ya varias décadas, pero sigue inspirado a todas las generaciones. Es así, como en una de las reflexiones más actuales sobre él, se ha dicho:

“Solo tres películas para dar el salto a la posteridad y convertirse en uno de los iconos más indiscutibles del celuloide. ¿Por qué? Su forma de actuar, inconformista y arriesgada, supuso un modelo de actuación para los jóvenes de los años 50 -¡repito, años 50!-, la era de la American Way of Life. Una época de gran esplendor económico, pero caracterizada también por unos códigos sociales muy rígidos. La juventud de entonces empujaba ya por conquistar unos espacios de mayor libertad. La figura de Dean se convirtió en símbolo de esa vida luminosa como un relámpago, pero fugaz y breve, transitada en una tormenta de emociones. Podríamos también destacarlo como un icono para el mundo de la moda, pero la cosa es sencilla: vestía bien. Punto.

Escupía a los retratos de las estrellas que decoraban la Warner, orinaba en público, su piel apenas sentía el contacto del agua, y solía fingir que al toser perdía el puente con que suplía los dientes delanteros (los había perdido jugando de pequeño). Una de sus últimas provocaciones, poco antes de morir, fue hacerse fotos dentro de un ataúd: “Lo más escalofriante es que al cerrarlo, la tapa te aplasta la nariz”.

Hace seis décadas fallecía en la carretera la personificación de la contracultura juvenil de los años 50. Hoy, sigue perdurando como uno de los máximos exponentes de ese “placer culpable”, que consiste en resistirse a vivir según las normas establecidas.”

 

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