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MAÑANERAS

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Ayer se cumplieron 500 conferencias matutinas del presidente López Obrador en Palacio Nacional.

Se trata de un ejercicio inédito en la política nacional y, creería yo, en el mundo entero, porque no sé de otro país en el que el gobernante aparezca todos los días durante dos horas frente a los medios.

Una de las principales discusiones que ha generado esta práctica es qué tanta utilidad tiene para el interés público. ¿Es un ejercicio de transparencia o un acto de propaganda?

El Presidente ha afirmado que es lo primero, porque él responde a las preguntas que allí le plantean, lo cual es cierto, aunque parcialmente, porque 1) las decisiones sobre quiénes asisten, dónde se sientan y quiénes pueden preguntar las toma el gobierno; 2) porque López Obrador responde lo que quiere y habla durante el tiempo que desea, y 3) porque con mucha frecuencia las respuestas se aderezan con opiniones del mandatario o sus invitados, muchas de las cuales tienen como finalidad cuestionar las intenciones del interlocutor, es decir, de los medios de comunicación.

Si fuese sólo un ejercicio de transparencia, la información ‒es decir, los datos duros‒ ocuparía el lugar estelar en la conferencia, pero, entre las preguntas a modo que hacen los seudorreporteros invitados y los devaneos ideológicos que generan ésas y otras interrogantes, las opiniones terminan siendo el producto principal.

Una de las inconsistencias que tienen las mañaneras como fuente de información es la falta de seguimiento a muchos temas. Pongo tres ejemplos sobre la mesa:

a)  El avión presidencial. En la conferencia del 27 de julio pasado –realizada en el viejo Hangar Presidencial–, López Obrador dio a conocer que había dos ofertas para comprar la aeronave. Incluso dijo que una de ellas era tan seria que se había firmado un contrato con el potencial comprador y éste había hecho un adelanto de un millón de dólares. “Yo espero que en pocos días se resuelva”, dijo. Han pasado cuatro meses desde entonces y más de dos meses desde que se llevó a cabo la no rifa del avión y, que se sepa, el José María Morelos no se ha vendido ni se ha traspasado ni se ha usado. Tampoco se ha vuelto a dar mayor información sobre el asunto desde que se hizo la rifa. El contribuyente sigue pagando el financiamiento del avión, que regresó a México el 22 de julio, después de pasar 19 meses varado en un aeropuerto en California.

b) La elaboración de un índice alterno al Producto Interno Bruto. En la conferencia del 21 de mayo pasado, el presidente López Obrador dijo que su gobierno estaba preparando una manera distinta de medir el crecimiento económico porque el PIB, opinó, es un parámetro de la vieja política económica, consistente en acumular riqueza sin ocuparse del progreso. El nuevo índice, adelantó, “va a medir crecimiento, sí, pero también bienestar, también grados de desigualdad social (…) y otro ingrediente en este nuevo paradigma será la felicidad del pueblo”, explicó. Para ello se, agregó, convocaría a matemáticos, economistas y antropólogos, entre otros especialistas, para darle forma. Sin embargo, medio año después no hay señales del índice alterno que, prometió el mandatario, “no le va a gustar a los tecnócratas”.

c) Las pruebas de corrupción de los fideicomisos. En su conferencia del 8 de octubre pasado, el Presidente dijo que, en un lapso de diez días, se darían a conocer las evidencias de corruptelas en los fondos y fideicomisos que fueron extinguidos por los legisladores del oficialismo a iniciativa suya. “Vamos a demostrar aquí cómo se manejaban”, prometió, y adelantó que si hubiere elementos para probar los “actos de robo” en el manejo de dichos fondos, se presentarían las denuncias correspondientes. “Estamos hablando de miles de millones de pesos”, aseguró. Sin embargo, igual que en los otros dos casos, el tema se quedó ahí, enunciado en la conferencia mañanera. Más de mes y medio después de ese anuncio, no hay evidencias de la corrupción en los fideicomisos. Y si hubo corrupción, nadie ha sido denunciado.

Si las mañaneras fueran un ejercicio de transparencia, asuntos como los anteriores no quedarían al garete. Más allá de que algún reportero –o palero– pregunte por ellos, debiera haber una actitud proactiva para informar al respecto.

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