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Por: Samuel Cantón Zetina/ @SamuelCanton
Para México, el coronavirus puede ser en lo económico todavía peor que para otros países.
No solo por los multimillonarios daños que los demás igualmente tendrán, sino por algo muy peculiar de los mexicanos: su profunda y añeja creencia de que las empresas -todas- explotan al trabajador.
Lo anterior se reduce a abierta oposición para que sean apoyadas por el gobierno, en el falso entendido -generalizado- de que los patrones “son ricos”.
Revuelven los privilegios que en la cima tuvo por décadas un puñado de magnates, con el viacrucis que a diario viven los propietarios de casi 3 millones de micro empresas (¡95%! de la economía). Tristemente, acabamos de ver en Villahermosa el cierre de Suites Graham, luego de que infructuosamente sus propietarios buscaron respaldo a través de un video.
En México, poseer un negocio, o simplemente contar con una plantilla laboral, es desde siempre sinónimo de abuso y explotación, en el paroxismo de complejos y resentimiento social.
Solamente la gente que ha intentado emprender por su cuenta, arriesgando patrimonio, sabe la realidad de invertir contracorriente.
Por el contrario, la mayor parte de la población -podría interpretarse- estaría “dando gracias a Dios” por no tener dinero, para no atreverse y justificar su pasividad.
Explica, además, por qué los chocos hacen filas de años para entrar al gobierno, cuando PEMEX, el otro gran empleador, agoniza.
Las empresas generan empleos, riqueza, impulsan al aparato productivo, y deben ser, como en otros lados, respaldadas por las autoridades.
Dejarlas a su suerte, en medio de la pandemia, es igual a echar a la calle a miles de trabajadores.
Y DE MAÑANA…
A MACHETAZOS, y no “con bisturí”, según Denise Dresser -en México, hablando de corrupción, la gradualidad dejó hace mucho de ser opción-, pero se produjo la extinción de fideicomisos públicos, y ahora sus $714 mil millones irán, además de al pago de deuda, a sortear la tempestad del Covid-19…
