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Retrato del mando de la Guardia Nacional

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Guardia Nacional, al ataque

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El pasado jueves 11 de abril, el general de brigada Luis Rodríguez Bucio se convirtió en el primer comandante de la naciente Guardia Nacional, anuncio hecho por el presidente Andrés Manuel López Obrador en Palacio Nacional, con lo que se convirtió en el encargado de aglutinar los esfuerzos por parte de la secretarías de la Defensa Nacional, Marina y Seguridad Ciudadana en la implementación de la agenda de seguridad pública de la presente administración. El general Rodríguez Bucio, quien en agosto próximo cumplirá 63 años, edad límite para el retiro de los generales de brigada, ascenderá a divisionario ya como retirado con el reconocimiento de haberse convertido en el primer militar mexicano en la historia, en presidir la Junta Interamericana de Defensa. Y con una encomienda que se vislumbra como la más importante de sus 46 años de servicio en las fuerzas armadas.

 

 

Por Juan Veledíaz

¿Cómo se prepara una oficial del Ejército mexicano para llegar a las posiciones clave en materia de seguridad nacional? En ocasiones, la coyuntura resulta fundamental para entender los designios que depara el servicio a quienes se gradúan del Colegio Militar en tiempos de conflictos y rupturas en el escenario geopolítico.

Algo parecido sucedía en los años 70 en México, cuando la KGB soviética sostenía una soterrada batalla invisible contra sus enemigos de la CIA estadunidense, de la que poco se conoce a la fecha, pues convirtió a la capital del país en un escenario de disputas que marcaron la Guerra Fría. Porque lo que sucedía en México, la ciudad que tenía el mayor número de espías del bloque comunista después de Viena, tenía repercusión, lo mismo en La Habana que en Berlín, entonces una ciudad dividida por el muro.

La segunda mitad de esa década, tenía en marcha en el país una estrategia contrainsurgente contra grupos clandestinos armados donde la punta de lanza gubernamental era un grupo especial conformado por policías de diferentes corporaciones, y un selecto grupo de militares formados en diferentes disciplinas y que habían tenido encomiendas previas, en Guerrero, contra la guerrilla de Lucio Cabañas. Este grupo sería conocido tiempo después como la Brigada Blanca.

En ese contexto, de aquel entonces, era común que los oficiales más destacados graduados del Colegio Militar, previo proceso de selección, fueran enviados a las escuelas militares estadunidenses a estudiar disciplinas que le agenda geopolítica demandaba.

Algo así sucedió en la primavera de 1980, con el entonces teniente Luis Rodríguez Bucio, quien se había graduado en 1977 como oficial de infantería del Colegio Militar, cuando viajó al Fuerte Gulick en la zona del Canal de Panamá, donde entonces se encontraba la Escuela de las Américas, a realizar el curso de patrullas de combate.

El teniente Bucio estaba adscrito al segundo batallón del Cuerpo de Guardias Presidenciales, donde prestó sus servicios en la sección segunda, inteligencia militar, del Estado Mayor Presidencial. A su regreso de Panamá, fue comisionado como ayudante del entonces titular de Relaciones Exteriores, Jorge Castañeda, entre los años 1981 y 1982. Fue ese contacto con el mundo civil, desde las oficinas donde se decidía la política exterior, y sus primeras tareas en áreas de inteligenci,a lo que marcaría el perfil del Rodríguez Bucio, quien en noviembre de 1982 ascendió a capitán.

De rigor, pasó por las aulas de la Escuela Superior de Guerra a mediados de los años 80, donde se graduó como oficial de Estado Mayor. Del plantel de San Jerónimo en la Ciudad de México, pasó al cuartel de la Segunda Brigada de Infantería, donde fue nombrado jefe de operaciones en el Estado Mayor de esta unidad.

Regresó al Estado Mayor Presidencial en 1989, con el naciente sexenio de Carlos Salinas de Gortari, donde dentro de sus tareas en la sección cuarta, estaba la planeación y ejecución de las actividades logísticas en giras y eventos especiales del jefe del Ejecutivo dentro y fuera del país.

La capacidad del entonces mayor Rodríguez Bucio lo llevó a ser seleccionado para realizar el curso de Estado Mayor en la entonces República Federal de Alemania, entre 1990 y 1992, donde incluyó una estadía en una Brigada de infantería del ejército alemán, en la época de la caída del muro de Berlín, y los 10 meses de estudios en la academia de Estado Mayor de las fuerzas armadas germanas en Hamburgo.

Al regresar al país, recaló en la sección quinta, planes estratégicos, del Estado Mayor de la Defensa Nacional, en un momento en que en Chiapas se acrecentaba la gestación de un grupo armado clandestino liderado por ex militantes de organizaciones armadas de los años setenta.

En labores de Estado Mayor, siguió entre marzo de 1993 al mismo mes del año siguiente, en el cuartel de la 19 zona militar en Tuxpan, Veracruz, desde donde se le comisionó como subjefe de Estado Mayor de la Fuerza de Tarea Marte XXII, en Badiraguaro, Sinaloa. Esta incursión en la primera mitad de los años 90 desde una posición clave en la estrategia que entonces existía para la erradicación de cultivos ilícitos en la zona serrana donde se unen los estados de Durango, Chihuahua y Sinaloa, le dio un primer pulso de lo que el problema del tráfico de drogas significaba. Eran años de la expansión de los clanes sinaloenses, y la consolidación de las alianzas con las mafias colombianas.

Pulso a la guerrilla y el combate al narco

Pocos militares como el entonces teniente coronel Rodríguez Bucio, pasaron de tener experiencia como oficiales de Estado Mayor en Veracruz y Sinaloa, a quedar a cargo de estrategias dentro de un área tan sensible como la inteligencia civil del gobierno. Durante el sexenio de Ernesto Zedillo (1994-2000), fue nombrado coordinador de grupos interinstitucionales en trabajo de campo por el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), donde le tocó reunir información de inteligencia que tiempo después cuando hizo su maestría en el Colegio de Defensa Nacional, sirvió para sustentar su tesis sobre la “Capacidad de los grupos armados y su efecto en la seguridad nacional”.

En el año 2004, el coronel Rodríguez Bucio fue nombrado subjefe del Centro de Inteligencia Antinarcóticos (CIAN), un área ideada por la CIA en el sexenio de Zedillo, donde el entonces secretario de la Defensa Nacional, Enrique Cervantes Aguirre, había colocado al brigadier Augusto Moisés García Ochoa al frente. Su relevo fue el también brigadier Roberto Aguilera Olivera, cesado tras descubrirse que varias de las operaciones de ésta área, eran filtradas a los líderes del narco en Sinaloa. Aguilera, obligado a darse de baja en el Ejército, fue relevado por Rodríguez Bucio quien volvió a meter orden en ésta área que cambio de nombre para pasar a ser Grupo de Análisis e Información del Narcotráfico.

A la experiencia operativa y de análisis de grupos armados y de organizaciones de tráfico de drogas, sumó en 2010 una estadía al frente de la Guarnición Militar de Cancún. Pocos lugares fuera de la Ciudad de México, resultan de vital importancia para la inteligencia cubana, que de tiempo atrás tenía una base operativa desde el consulado de esta ciudad. Junto con sus oficinas consulares en Mérida, el gobierno cubano se mantenía al tanto de todo lo que ocurría en la península de Yucatán y que es de vital importancia para sus intereses.

En ese año, se sabía que los cubanos tenían infiltradas a las principales dependencias municipales y estatales, conocían lo que se movía al interior del Instituto Nacional de Migración. Se sabía que tenían agentes que habían ingresado al país como médicos cirujanos, maestros, músicos, y conocían los movimientos de la esposa de un ex alcalde, hija de un teniente coronel retirado del ejército cubano. Los hombres del G-2 cubano mantenían monitoreada esta zona del país la cual consideran “frontera” al ser una zona de enlace vía marítima con la isla.

La voz y experiencia en el mando de tropas de cuatro generales, un almirantes y dos vicealmirantes, fueron la base sobre la que en el general Luis Rodríguez Bucio, construyó su tesis de doctorado por el Centro de Estudios Superiores Navales, que versó sobre el papel de las fuerzas armadas en la estrategia contra el narcotráfico en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012). Cuando en el verano del 2013, el general Rodríguez Bucio comenzó su doctorado en Defensa y Seguridad Nacional, ya tenía experiencia de alto nivel en el manejo de las operaciones militares en escenarios muy distintos.

Rodríguez Bucio tuvo su última encomienda operativa entre 2011 y 2013, en Nuevo León, cuando estuvo al frente de la coordinación de operaciones contra el narcotráfico en la cuarta región militar que abarca los estados de Tamaulipas, San Luis Potosí y territorio neolonés. De las bandas paramilitares que se apoderaron de buena parte de esta área del país, a los grupos de poder político empresarial que rodean el negocio del lavado de activos de las organizaciones de Sinaloa, Durango y Tamaulipas, existen pocos militares de alta graduación que conozcan el tema a fondo como el general Rodríguez Bucio.

En junio del 2017, asumió la presidencia de la Junta Interamericana de Defensa en Washington, DC, su designación fue interpretada por los especialistas como un reconocimiento a la creciente participación de las fuerzas armadas mexicanas en la construcción de los compromisos de defensa y seguridad hemisférica. Sobre todo, porque en los últimos años, la agenda había estado marcada por la lucha contra el terrorismo, el crimen organizado, el narcotráfico y amenazas locales con influencia subregional como la migración, el tráfico de armas y personas.

Todas ellas, materias que de forma paulatina serán tarea de la Guardia Nacional.

 

Juan Veledíaz/@velediaz424/EstadoMayor.Mx

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