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TORNIQUETE FISCAL

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Suele decirse que al presidente Andrés Manuel López Obrador lo único que lo anima y lo mueve políticamente es la concentración del poder. Y, en ese sentido, que las atribuciones que pretende dar al Sistema de Administración Tributaria (SAT) son sólo medidas de orden draconiano para mantener en cintura a los “adversarios”.

No dudo que la concentración del poder sea una motivación del tabasqueño para sacar adelante su visión del país. Pero los poderes aumentados al SAT parecen tener que ver, antes que otra cosa, con una necesidad apremiante: obtener suficientes recursos fiscales para cumplir con los programas sociales que constituyen el corazón de sus promesas al electorado.

Esta semana, el secretario de Hacienda admitió que la desaceleración económica había pegado negativamente en la recaudación, tanto en el ISR como en el IVA.

Ahora, por si fuera poco, la perspectiva de un incremento sostenido en los precios internacionales del petróleo podría obligar a Hacienda a reducir la captación del IEPS a los combustibles, por la que el gobierno esperaba recaudar este año más de 200 mil millones de pesos, a fin de cumplir otra promesa más: no aumentar el precio de la gasolina.

El panorama ineludible al que se enfrentará el gobierno en 2020 no pinta nada bien: el incremento en el servicio de la deuda y el costo de las pensiones le reducirán todavía más el encogido margen de maniobra.

Ya este año tuvo que recortar sus expectativas en el número de mexicanos cubiertos por ayudas y servicios gratuitos.

Por ejemplo, no ha habido dinero suficiente para atender a todos los jóvenes y adultos mayores que el gobierno hubiera querido.

Pero no vayamos más lejos: en los hospitales faltan las medicinas más básicas. Hoy Excélsior publica que en el hospital de Pemex en Azcapotzalco falta incluso el ibuprofeno.

Y tal vez no sea gratuito esto último. En la torre de Pemex los trabajadores se han visto obligados a subir hasta 15 pisos por las escaleras para llegar a su lugar de trabajo –lo cual ha dado lugar a lesiones– porque la mitad de los elevadores no funcionan por falta de mantenimiento.

Víctima de su propia retórica, el gobierno federal se metió en un círculo vicioso: desdeña las vías “neoliberales” para generar crecimiento económico –y hasta se pelea con la noción misma de la expansión del PIB–, con lo que los ingresos tributarios han ido a la baja, lo mismo que la posibilidad de financiar los programas sociales a los que se comprometió en campaña el presidente López Obrador.

En ese escenario, lo que queda es exprimir las piedras para tratar de recaudar más. De ahí que se quiera gravar desde los modestos ingresos de quienes venden por catálogo hasta las jugosas ganancias de las empresas digitales.

Por cierto, ante la observación que hizo un representante de una de esas compañías durante una reciente reunión privada en Palacio Nacional, en el sentido de que la retención del IVA a sus clientes lo obligaría a aumentar al doble el personal de su área contable, la respuesta fue implacable: “O cumples o te sacamos del internet mexicano”.

¿Sabrá el funcionario que hizo esa amenaza de las consecuencias de tal medida? Los servicios en internet suelen tener una presencia transversal, por lo que apagar uno de ellos puede causar un desbarajuste monumental.

Pero quizá no importe. Tiempos desesperados requieren de medidas extraordinarias. Y el gobierno está tan sediento de recursos, y la cita electoral de 2021 tan a la vuelta de la esquina, que no le importa el riesgo de matar a la gallina de los huevos de oro apretándole el pescuezo con un torniquete fiscal.

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