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Por Samuel Cantón Zetina / @SamuelCantón
El mundo gira, y entonces -parte del tiempo- queda de cabeza.
Como hoy, en que entretenido por los vuelcos del balón; por la “amnistía” para las cuentas suspendidas de Twitter; la censura de FIFA contra el grito “homofóbico” de los mexicanos y los trajes de “cruzados” británicos, y la tirria de Qatar contra los colores del arco iris, olvida que Vladimir Putin, reencarnación de Hitler, insiste en el exterminio de Ucrania.
Sin poder someter a ese país por la fuerza, decidió matar de hambre, frío y enfermedades a su población, atacando fuentes de energía e infraestructuras fundamentales como la de salud.
En un auténtico crimen contra la Humanidad, inutilizó incubadoras, ventiladores, vacunas, fármacos e instalaciones de los hospitales, y llevó al extremo el estado de indefensión de millones de personas.
Ahora no nada más tienen que sobrevivir a los bombardeos, sino también a la falta de comida, abrigo, atención médica y servicios.
Rueda el esférico en Qatar, mientras la maléfica versión del “Führer” se arroga el derecho de decidir no únicamente sobre la libertad de los ucranianos, sino sobre sus propias vidas.
Ya su guerra no es contra el ejército de Zelenski, sino contra hombres, mujeres, niños y ancianos inocentes de una nación cuyo único delito consiste en no dejarse dominar.
México llora otra derrota futbolística -lo de siempre: de la esperanza a la frustración-, al tiempo que poblados enteros, en una tragedia real, son atacados sin límite ni piedad hasta su aniquilación total.
Putin no acepta el fracaso de “la operación especial” con que pretendió disfrazar la invasión, así el Parlamento Europeo declare a Rusia estado promotor del terrorismo por sus actos “inhumanos y brutales”.
Cual balón, patea al mundo.
Y DE MAÑANA…
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