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ENGRANES DE PODER
Por Víctor González Herrero / @VicGlezHerrero
Hace unos días, fue nota internacional, la entrega a los Estados Unidos por parte del gobierno mexicano, de un grupo de 29 capos del narcotráfico e importantes delincuentes. Entre ellos surgió el nombre de Rafael Caro Quintero.
Aunque para muchos jóvenes este nombre sea desconocido, nos proponemos explorar en detalle la historia de uno de los narcotraficantes más influyentes en la historia de nuestra nación.
Rafael Caro Quintero, sigue siendo una figura que despierta pasiones encontradas y, a la vez, incertidumbre. Su historia no solo ha sido la de un hombre que amasó una fortuna multimillonaria a costa del sufrimiento y la violencia, sino también la de un símbolo de la falta de control estatal sobre el crimen organizado durante décadas en el país. Caro Quintero no solo representa la cara más oscura del narcotráfico, sino también el entramado de complicidades y omisiones que han marcado la relación entre el Estado mexicano y el narcotráfico.
Nacido en 1952 en la región de Badiraguato, Sinaloa, Caro Quintero se integró a las redes del narcotráfico en su juventud, siendo parte de una familia con profundas raíces en el mundo criminal. Su notoriedad alcanzó niveles internacionales cuando se convirtió en uno de los pilares del Cártel de Guadalajara, la organización que a finales de los años 70 y principios de los 80 dominaba gran parte del tráfico de drogas hacia Estados Unidos. Bajo su liderazgo, el cártel no solo traficó cocaína, sino que también estableció conexiones claves con otras organizaciones criminales en el continente.
Su centro de operaciones era el rancho “El Bufalo” en Chihuahua, una extensión de tierra de 544 hectáreas, donde se cuenta que empleaba a más de 10 mil campesinos para la siembra de amapola y marihuana que posteriormente era enviada a los Estados Unidos.
Sin embargo, lo que le daría notoriedad mundial sería su implicación en el asesinato de Enrique «Kiki» Camarena, un agente mexico-estadounidense de la DEA, en 1985.
Camarena, se infiltró en el cártel de Guadalajara recopilando información importante sobre sus operaciones. Incluso llegó a tal su papel, que se le conocía como compadre de los principales capos: Miguel Angel Felix Gallardo, Ernesto Fonseca y el propio Caro Quintero. Su trabajo llevo a la localización del “Bufalo” y posterior destrucción de toneladas de producto valuado en miles de millones de dólares. En represalia, fue secuestrado, torturado brutalmente y asesinado en la capital de Jalisco.
Este acto desmesurado desencadenó una serie de eventos que culminaron en el arresto del “Narco de Narcos”, su encarcelamiento y, más tarde, en una sorprendente liberación en 2013, en un caso judicial que aún hoy sigue siendo objeto de controversia. La liberación de Caro Quintero fue una muestra más de las grietas en el sistema judicial mexicano y de la manera en que la influencia del crimen organizado puede permear incluso las instituciones de justicia. A pesar de haber sido condenado a 40 años de prisión por su participación en la muerte de Camarena, Caro Quintero volvió a las calles, lo que reavivó la lucha contra el narcotráfico en México y el enojo de las autoridades estadounidenses.
La detención de Caro Quintero en 2022, luego de años de estar en fuga, fue un episodio que llamó la atención tanto a nivel nacional como internacional. Su captura ocurrió después de una ardua búsqueda, que incluyó esfuerzos conjuntos entre México y Estados Unidos. Sin embargo, el regreso de Caro Quintero a los titulares no fue solo un tema de seguridad y justicia, sino también de relaciones diplomáticas y de poder.
El reciente envío de Caro Quintero a Estados Unidos, bajo las instrucciones de la presidenta Claudia Sheinbaum, representa una medida de alineación con los intereses estadounidenses, especialmente en un contexto de creciente presión por parte de Washington para extraditar a criminales de alto perfil que han hecho del narcotráfico un negocio transnacional.
Este movimiento, aunque apoyado por muchos como una respuesta correcta a la petición de extradición, también nos invita a reflexionar sobre la relación entre México y Estados Unidos en temas de seguridad. La historia de Caro Quintero pone en evidencia las desigualdades estructurales que existen entre ambos países. Mientras que los narcotraficantes mexicanos operan con la capacidad de corromper y penetrar las estructuras de poder locales, Estados Unidos, como el principal consumidor de drogas, ha sido también un actor central en la construcción de estos imperios criminales.
En este contexto, la acción de Claudia Sheinbaum, aunque vista por algunos como un paso necesario para cumplir con los compromisos internacionales, puede ser también una doble espada. Por un lado, demuestra la voluntad de México para colaborar con la justicia estadounidense, pero por otro, abre el debate sobre la soberanía del país frente a las presiones externas.
Caro Quintero, en este sentido, simboliza mucho más que la figura de un narcotraficante. Es un reflejo de un sistema corrupto y desbordado por el poder de los cárteles, de un país donde las instituciones, si bien han mejorado en muchos aspectos, aún tienen mucho que aprender sobre la manera de enfrentar el narcotráfico y la violencia estructural. A través de su historia, se pone en duda si realmente la extradición y el envío de criminales a otros países es la solución definitiva para erradicar el problema del narcotráfico, o si solo estamos parando, por un momento, una rueda que sigue girando en un círculo vicioso.
Y en más de simbolismos, al llegar a los Estados Unidos, el juez Enrique Camarena Jr., hijo del “Kiki” entregó las esposas policiacas de su padre a los agentes de la DEA, quienes se la colocaron a Caro Quintero para comparecer ante la corte de Nueva York
En conclusión, el regreso de Rafael Caro Quintero a Estados Unidos no solo representa el cierre de un capítulo en su propia historia, sino que refleja la lucha de un país por reordenar su relación con el crimen organizado y con las potencias extranjeras. A medida que la política mexicana enfrenta desafíos internos y externos, este caso es solo una muestra más de cómo el narcotráfico, con sus complejidades y su poder, sigue siendo un desafío no solo para México, sino para toda la comunidad internacional.
Al tiempo.