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¡QUE VIVA MÉXICO!

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México, en el punto de quiebre…

“La Patria es impecable y diamantina”

 Ramón López Velarde

POR EDUARDO EL CAPI GARCÍA GARCÍA

Sí, muchos males aquejan a nuestro país: corrupción política y descomposición social desbordantes, narco guerra, violencia y balas cotidianas en las calles, huachicol organizado, baches y socavones al por mayor, carestía, mentiras, mentiras y más mentiras.

Pero hay otro México, que se asoma en especial durante septiembre: uno lleno de gente alegre, hospitalaria y generosa, de profesionales honestos y esforzados, de paisajes deslumbrantes y exquisitos platillos que siempre nos harán sentir orgullosamente mexicanos.

En una breve encuesta entre los cuates, la mayoría votó por nuestra comida como el mayor rasgo distintivo de lo mexicano, y de ella fue el mole (incluidas las enchiladas), esa singular combinación de dulce con amargo -además, una prueba de fuego para el paladar del visitante extranjero y su identificación con nuestro arte culinario-, la más reconocida como un platillo netamente mexicano, seguido muy de cerca por el pozole y los chiles rellenos. El resto de los votos fue para el chile, los chilaquiles, los frijoles refritos con queso, los chiles en nogada, los tacos, los tamales, los nopales, las tortillas y el atole. ¡Uy qué rico!

MÉXICO LINDO Y QUERIDO

Al referirse a objetos específicos, palpables; imágenes concretas que remitan a México, los cuates concuerdan en temas tan diversos como representativos, en este orden: el sombrero de charro (a veces con todo y mariachi), la bandera tricolor, el rebozo, la familia, de nuevo el chile, el tequila, el pulque, el Ángel de la Independencia, la Virgen de Guadalupe, el sarape, la trompeta, alguna artesanía y, por supuesto, el himno nacional, aunque ya tenemos, por votación de la mayoría absoluta, un segundo himno: México lindo y querido es con mucho la canción que más amor nos inspira por nuestro país.

Y esta es tan solo una razón por la que yo amo a mi patria. Aunque me dicen que hoy la idea de patria tiende a diluirse en el fenómeno de la globalización; me dicen que muy pronto el concepto mismo será obsoleto y que todos acabaremos siendo ciudadanos del mundo.

Eso parece cuando vivimos una época de grandes movimientos migratorios. En mi caso, he tenido la oportunidad de conocer a muchas y muchos latinoamericanos que, en su intento por alcanzar el sueño americano, tuvieron que pasar antes por Chile, Colombia, Nicaragua, Ecuador, Honduras, Guatemala y, por supuesto, México.

Así que la idea de convertirnos en ciudadanos del mundo es muy cierta, excepto claro, para el loco Trump, que odia todo lo latinoamericano. En ese sentido, puede ser que ya esté sucediendo, pero su consolidación será aun a mediano y largo plazo.

Así pues, invocar hoy la muerte funcional de la patria suena a terrorismo verbal, ímpetu apocalíptico y ganas de no asumir nuestros deberes para con esta lastimada patria que hoy, inescapablemente hoy, está requiriendo nuestra ayuda.

Quienes me hablan en términos tan visionarios (visionudos, diría mi abuelo materno) nos otorgan como premio de consolación la siguiente perla: pronto ya no se podrá hablar de patria, sino de “nichos culturales”.

Por supuesto que México es un “nicho cultural”; por eso es mi patria, porque me reconozco en sus mitologías, en su modo de crear belleza, de cumplir el ceremonial del día a día, de resistir y asimilar cualquier invasión, de aguantar vara, de sobrellevar el peso casi insoportable de sus obispos, emperadores, presidentes, presidentas, caciques, líderes, funcionarios y politicuchos, de resistir la injusticia, el maltrato de siglos y de los ahora muy populares baches y socavones y de, a pesar de todo, cantar, bailar y reír.

Esto es lo que ocurre en este nicho cultural que al día de hoy se llama México y es mi patria, mi sueva patria, mi amada patria.

Aquí vamos a tropezar con otro problema. México como cultura, tiene muchos siglos de estarse creando y recreando; México como unidad política, como Estado moderno, tiene muy pocos años de haber sido creada, en una fecha que podemos precisar: segunda mitad del siglo XIX. La inventaron, primero, Juárez y sus muchachos (Ramírez, Altamirano, Prieto, Riva Palacio y algunos más). Luego Porfirio Díaz.

Fueron estos encendidos muchachones liberales los que se enfrentaron a los conservadores mochos, monárquicos, adinerados, acomplejados, extranjerizantes, cobardones, urgidos siempre de que alguien viniera del exterior y los salvara de pensar y vivir por su cuenta, de asumir los riesgos de apasionarse por un país que tendrían que vivir como responsabilidad propia; estos dizque mexicanos necesitados de que algún príncipe extranjero los aliviase de ser libres, de ser maduros y de sentirse mexicanos.

Todavía está por escribirse la historia del daño que muchos de nosotros, sobre todo los conservadores, la jerarquía eclesiástica y ahora la vergonzante clase política, le hemos hecho a México. Un país que se equivocó de Dios y se aferró a una concepción sufriente, limosnera y dadivosa de la Divinidad, postergó su felicidad para la otra vida (en ella seguramente seremos campeones mundiales de fútbol) y se resignó a una existencia de docilidad, mansedumbre, aguante, refunfuño y Dios dirá y Dios mediante y Dios quiera y cuando Dios amanezca.

Y que conste que no son ganas de no creer en Dios; sino de quitarle tanta chamba a la Divinidad, de asignarle responsabilidades, retos y trabajos al hombre, de restaurar el derecho a la felicidad y de convencer a mis compatriotas de que Dios no es especialista, ni terapeuta amoroso, ni conseguidor de fortunas o chambas, ni pretexto para aceptar derrotas, fracasos, faltas de madurez o de grandeza de ánimo. Creo que ésta es una de las fallas más profundas de la condición mexicana y una de las vetas que mejor facilitan la explotación de nuestro modo de ser sumisos y fatalistas.

De hecho, con esta fórmula, con estos mitos y estas cosmogonías, ya tendríamos que estar fuera de la historia. Si no ha sido así es porque en el borde mismo de la catástrofe, nos gana la risa, y esta risa es tan explosiva, tan del alma y tan estruendosa, que nos absuelve fulminantemente de tantas y tan graves debilidades.

Por eso, por nuestra infinita capacidad de gozo al bordo del abismo, por eso yo sólo puedo ser mexicano. Si no fuera de aquí, si tuviera que irme de aquí, me dedicaría eternamente a sollozar y a cantar la canción mixteca, a aullar como perro café y a esperar la muerte para que alguien diga que estoy dormido y que me traigan aquí.

No creo estar solo en este acto de devoción por el casi funeral júbilo azteca. Creo que somos muchos los que sabemos que en ningún país se sufre tan sabrosa y musicalmente como aquí. Me encanta nuestra capacidad de irreverencia, nuestra plena disponibilidad a sacrificar lo que sea necesario con tal de hacer un buen chiste, nuestra muy temprana facilidad para abandonarnos a un irresistible ataque de risa que no puede ser contenido por ninguna amenaza.

Es decir, somos ante todo alegres y simpáticos, hospitalarios, solidarios, cuando se necesita, y positivos. Además, también somos dicharacheros, soñadores, inseguros, desconfiados albureros e improvisados; haraganes, mujeriegos y aprovechados de todas las oportunidades; burlones, conformistas, corruptos, desinteresados y pobres. Y para cerrar con broche de oro, desmadrosos.

Por supuesto que los grandes ideólogos y líderes de opinión nos dicen que no podemos vivir en la eterna pachanga y que ésa es una de las claves para que México no prospere. Quizá tengan razón, pero olvidan decirnos que también es una de las claves para que México siga siendo independiente. Por eso a los severos estadounidenses, en especial al loco Trump, nuestra inacabable vocación de relajo y regocijo, a pesar de todos nuestros males, los pone muy nerviosos e iracundos.

El caso es que, al menor pretexto y hasta sin él México estalla en júbilo, en colores, aromas, sabores, coplas, cantos y cuentos. A falta de otro juguete, México juega sin cesar con las palabras y edifica con ellas castillos en el aire, avisos eróticos, canciones de amor y todo tipo de pirotecnias.

México no es mejor que ningún país, pero es mi país. Yo lo amo en su inminencia, en su sonrisa que rompe la tiniebla, en su alarido que busca la esperanza, en sus humildes dádivas que ya son la generosidad y en el emocionante momento que vive hoy. Muchos coincidimos en este intenso instante histórico que anuncia grandes cambios, esperemos.

No es el momento de irse, ni de acongojarse, es una hora ideal para que, por encima de todo, nos gane la esperanza y, nomás porque sí, nos gane la risa. Yo amo a mi patria y amo su fulgor. ¡Viva México cabrones!

La corrupta y consternante clase política que padecemos le apuesta al olvido y a la pasividad ciudadana. Están, creo, bien pendejos.

El Capi sufre gozosamente a la Patria. Adieu.

PERLAS DE LA SEMANA:

SI QUIERE IR ASISTIRÁ, Y SI NO PUES NO

Ante la insistencia de si invitaría al desfile militar del 16 de septiembre a la nueva presidenta de la Cámara de Diputados, la panista Kenia López Rabadán, la presidenta Sheinbaum comentó muy indiferente: “Es un acto republicano, ¿no? A todos, pues sí, evidentemente se invita a todos, ya decidirán ellos si quieren venir o no, se invita a todos”. Apuntó, además, que el 13 de septiembre, Día de la Conmemoración de los Niños Héroes, también se invita a todos los poderes.

“En el caso del Grito, es una ceremonia austera (¡!), es principalmente el gabinete”, dijo gustosa.

Como si invitar a la presidenta de la Cámara baja fuera a desestabilizar la austeridad del acto, en el cual, como es costumbre, se derrochará mucho dinero en luces, pantallas gigantes, música, bailes y fuegos pirotécnicos. Pero este festejo es pa´ puros cuates.

DE RODILLAS A LA VILLA

El impresentable e impune coordinador de los senadores de Morena, Adán Augusto López Hernández, rechazó la posibilidad de que se investigue al ex presidente Andrés Manuel López Obrador por el escandaloso caso de huachicol fiscal, por el que ya fueron detenidos 14 funcionarios, empresarios y altos mandos de la Secretaría de Marina:

“No sé quién pida eso”, respondió el cenador morenista. “Pues la oposición”, aseveró una reportera.

“Ah bueno, esos pueden irse de rodillas de aquí a la Basílica a ver si se les hace el milagro”, contestó el también ex gobernador de Tabasco en torno de burla.

ESCÁNDALO DE LA SEMANA:

LODAZAL HUACHICOLERO

Ante el mega escándalo surgido tras la incautación de un buque tanque en Tamaulipas con 10 millones de litros de combustible ingresados de manera ilegal, el pasado 29 de marzo, que involucra a altos mandos de la Marina, a una amplia red de huachicol fiscal y al propio gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que ya es calificado como uno de los actos de corrupción más grandes de que se tenga noticia en México, la presidenta Sheinbaum, el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch y el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, hacen torpes malabares para encubrir y defender no sólo al ex secretario de Marina, Rafael Ojeda Durán, sino al propio ex presidente.

La secretaría de Marina, históricamente vista como una de las instituciones más confiables del país, se encuentra ahora mismo en el centro de este lodazal de corrupción sin precedentes.

Mentira tras mentira, y ante lo evidente, quizá por lealtad, por cariño o por coherencia, la presidenta insiste en defender lo indefendible. ¿Pero por cuánto tiempo?

Ante ello, su postura ha sido clara: “Pura politiquería, la verdad, pura politiquería”, con lo cual desestima la exigencia no solo de la oposición, sino de la ciudadanía consciente en todo el país, de investigar tanto al ex presidente como al ex secretario de Marina.

El hecho es que, si la presidenta Sheinbaum sigue evadiendo el problema que ya le representa AMLO, algo es seguro: o soluciona y destruye esta mega bronca o nos vamos todos al carajo.  Al tiempo.

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