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ENGRANES DE PODER
Por Víctor González Herrero / @VicGlezHerrero
Ningún gran líder en la historia, ha logrado gobernar con éxito sin el respaldo de un asesor de confianza. Alguien que no solo le aconseje, sino que se anticipe a los problemas, le advierta sobre riesgos, negocie con actores clave, garantice los apoyos necesarios, evite errores costosos y, sobre todo, le recuerde, a cada minuto, que el poder es efímero y se va más rápido que arena entre los dedos.
Gobernar no es tarea sencilla. Implica enfrentar crisis, tomar decisiones estratégicas y manejar una estructura política y administrativa muy compleja. Un asesor eficaz, es aquel que no solo posee experiencia, sino que también tiene la capacidad de ver más allá de lo inmediato, entendiendo las repercusiones de cada movimiento en el tablero del poder. Su función no es aplaudir cada decisión, sino cuestionarla cuando sea necesario, argumentar con datos y brindar soluciones reales, aunque estas puedan no gustar a su jefe.
A lo largo de la historia, los líderes más influyentes del mundo, han tenido a su lado a personas que los ayudaron a consolidar sus gobiernos. Uno de los ejemplos más notables es el de Augusto también conocido como Octaviano, fundador del Imperio y primer emperador romano, quien contó con el consejo de su estratega y confidente, Cayo Mecenas. Este asesor desempeñó un papel crucial en la estabilidad del gobierno romano, ayudando en la consolidación del poder y la formulación de políticas clave que incluso se siguen hoy en día. No se trataba de un servil y adulador, sino de un estratega, que aportaba conocimientos y perspectivas fundamentales.
En cualquier nivel de gobierno, ya sea federal, estatal o municipal, la presencia de un asesor político capaz y comprometido, pero sobre todo profesional, puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso rotundo. Lamentablemente, en la mayoría de los casos, los mandatarios y mandatarias, se rodean de personas que solo buscan complacerlos y endulzarles el oído, evitando la crítica y analítica constructiva y limitando el debate necesario para mejorar la gestión pública.
Cuando un gobernante se rodea de asesores lisonjeros que carecen de visión o que solo buscan su beneficio personal, las consecuencias son evidentes: crisis mal manejadas, conflictos innecesarios, pérdida de credibilidad y un desgaste prematuro del liderazgo. La política no es solo voluntad y carisma; es estrategia, negociación y construcción de consensos. Sin un equipo de apoyo sólido, cualquier administración se vuelve vulnerable ante los desafíos que inevitablemente surgirán.
En el caso de los gobiernos estatales, la falta de asesores preparados puede traducirse en una administración errática, con improvisaciones y malas decisiones, que afectan la vida de millones de ciudadanos. Una agenda estatal estratégica, requiere de planeación y coordinación con el sector político, empresarial, social y educativo. Sin una visión clara y un equipo de asesores que analicen y propongan soluciones con rigor técnico, los gobernadores pueden quedar atrapados en una gestión reactiva y sin rumbo.
La complejidad de muchos estados y municipios, exige gobernantes que sepan rodearse de especialistas en diversas áreas, desde seguridad hasta desarrollo económico, pasando por finanzas públicas y administración. No basta con llenar los gabinetes con amigos, figuras leales o con quienes hicieron trabajo de campaña; se requiere talento que sepa interpretar las necesidades de la población y traducirlas en políticas públicas eficaces. Un asesor competente, puede marcar la diferencia entre un gobierno que simplemente sobrevive y uno que realmente transforma.
Se requiere gente profesional, honesta, leal y, sobre todo, capaz y comprometida. Personas con talento y criterio propio, que ayuden a consolidar proyectos, evitar errores y fortalecer la gobernabilidad.
Hoy más que nunca, cualquier gobernante que aspire a trascender y a construir un legado histórico, debe comprender la importancia de contar con asesores de verdad, aquellos que piensan en el bienestar colectivo y no solo en mantenerse cerca del poder y de quien manda. La diferencia entre un liderazgo fuerte y uno que puede desmoronarse, radica en la calidad de quienes lo rodean.
Al tiempo.