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POR EDUARDO GARCÍA GARCÍA
“¡Qué hermosa es la Revolución,
aún en su misma barbarie!”
Diálogo entre personajes en
Los de Abajo (1916), de Mariano Azuela
Si bien en torno a la Revolución Mexicana se ha dicho de todo -inclusive que nació muerta-, lo cierto es que el gran movimiento armado del siglo XX sigue bullendo en el sitial de su propia historiografía y, sobre todo, de su iconografía, ahí donde la fascinación que ejerce se mantiene tan viva como al momento de su estallido.
Hoy, a 115 años de iniciada, desafortunadamente, este movimiento que entusiasmó a cientos de miles de mexicanos lanzados a “la bola” o a las múltiples facciones que se derivaron de ella acabó reducido a ideologías y fotografías plenas de anhelos y conspiraciones, de traiciones y muerte, de ambiciones e intrigas de todo tipo. Y a un desfile militar conmemorativo.
Después de un largo periodo de paz, orden y progreso bajo la férrea mano del dictador Porfirio Díaz, el pasado volcánico de México volvió en 1910 con una ferocidad incontenible.
Tuvo un ciclo violento (1910-1920) que costó, dicen algunos, un millón de vidas, y otro constructivo (1920-1940) que estableció las instituciones básicas del país.
“Es mejor morir de pie que vivir de rodillas”: Emiliano Zapata
Es decir, los primeros 40 años del siglo XX fueron pura convulsión en México, que pese a sus innegables avances dejó muerte y crueldad, angustia y desesperación. Sin que hoy en día no muchos parezcan percatarse o interesarse en ello. A menos que sea por el puente no laboral o por el desfile militar conmemorativo.
Con todo, aun se desconocen sus repercusiones más inmediatas, es decir, las pérdidas humanas de quienes cayeron durante el conflicto.
De acuerdo con una estimación, la población que pudo ser víctima de la violencia durante la Revolución se calcula entre 1.9 y 3.5 millones de personas.
Sin embargo, dichas cifras están calculadas conforme a los censos de la época, lo que limita a un cálculo de personas desaparecidas en las que existen importantes variables como la migración, enfermedad, tasa de natalidad y errores de conteo.
Asimismo, los niveles de mortandad también pueden tener su raíz en factores como la pandemia de influenza que azotó al mundo, incluido México, a principios del siglo XX.
En cifras, el censo de 1910 arrojó 15 millones 160 mil 369 habitantes, mientras que en 1921 había solo 14 millones 334 mil 780 de mexicanos.
De acuerdo con el historiador, escritor y académico mexicano Javier Garciadiego Dantán, especializado en el tema y miembro de El Colegio de México, no todas las personas murieron en el campo de batalla ni en los fusilamientos, ya que en esa época no se fusilaba masivamente.
Empero, la muerte por hambre y falta de salubridad sí pudieron ser formas indirectas, pues no solo se destruyó cultivos y ganados, sino también se obstruyeron vías de transporte como los trenes y miles de niños quedaron huérfanos.
Para el catedrático del Colegio de México, hoy de 84 años de edad, el tema de la muerte durante el conflicto armado se sigue discutiendo sin un rumbo claro.
Entre las cifras más divulgadas van por el millón de muertos, pero hay quienes mantienen números más discretos. Por ejemplo, un estudio del profesor Robert McCaa de la Universidad de Minnesota apuesta por la cifra de un millón 400 mil muertos, pero no exclusivos de la lucha armada, por lo que la cuestión sobre la cantidad real de los caídos por las balas queda sin resolverse.
Para 1918, cuando el armisticio de paz en Europa comenzaba a gestarse, una vez más México se vio azotado por la muerte. En esa ocasión se trató de la epidemia de influenza o gripe española, la cual produjo el deceso de 460 mil mexicanos. Un duro golpe, pues a diferencia de otros países, el nuestro se encontraba sumergido en la miseria derivada de la guerra civil.
“Cada generación necesita una nueva revolución”: Thomas Jefferson
Pero, de acuerdo con el investigador estadounidense Andrew Collver, considerado el mayor experto en la materia, sostiene dos teorías: la primera que calcula cerca de dos millones de muertes. Y la segunda que estima 500 mil con 1.5 millones de desplazados (migración, errores de censo, etcétera).
Por otra parte, Garciadiego apunta a una baja en la tasa de natalidad, con lo cual la población de reemplazo no se recuperó, a ello se agrega también la mortandad infantil y la baja esperanza de vida, la cual no sobrepasaba los 20 años.
De igual forma, Garciadiego redondea la cifra de muertos a 2 millones 100 mil fallecidos, de los cuales 1 millón 400 mil estarían ligados a la guerra.
Así es como en la actualidad, la Revolución Mexicana tiene el lugar número ocho de mortandad entre los conflictos del siglo XX, espacio que comparte con la Guerra Civil Española, iniciada en 1936.
Como sea, y pese a este debate y controversia, la Revolución, que generó una serie de cambios políticos, sociales y económicos significativos, tuvo un costo humano muy elevado, más alto de lo que se había creído inicialmente.
Durante esta época turbulenta perdieron la vida muchas personas en enfrentamientos militares, ejecuciones, masacres y actos de violencia generalizada y desmedida. Las consecuencias se sintieron en todas las clases sociales y en todo el territorio mexicano.
Las razones detrás de estas muertes son múltiples y complejas. Al inicio del conflicto armado, diferentes facciones se alzaron en armas contra el gobierno de Porfirio Díaz, y a medida que la guerra se extendía, más grupos se unían a él. La presencia de bandas de criminales y mercenarios también contribuyeron a la escalada de violencia.
Sin embargo, otros historiadores consideran que las estimaciones conservadoras no reflejan completamente la magnitud de las pérdidas humanas durante este periodo tan caótico. Según éstos, la cifra real de muertos podría superar ¡los 2 millones!
Estas estimaciones, que son más altas, tienen en cuenta factores adicionales que pueden haber llevado a una subestimación de cifras oficiales. Por ejemplo, la falta de registros completos y la ocultación intencional de información por parte de algunas autoridades que dificultan, como ahora en temas como las personas desaparecidas, enormemente el cálculo preciso de las muertes en ese periodo.
Además, es importante subrayar que muchas de estas muertes ocurrieron en regiones rurales y zonas apartadas, plagadas de muerte y desolación, donde la documentación histórica fue menos rigurosa o simplemente inexistente. Esto hace, por supuesto, que sea aun más difícil obtener cifras definitivas y precisas.
UN TRIBUTO A LAS VÍCTIMAS
Independientemente del número exacto de muertos durante la Revolución Mexicana, es esencial recordar y honrar a todos aquellos que murieron debido a este conflicto.
El hecho es que cada una de estas vidas perdidas representa una historia, un sueño truncado y un sacrificio por un país mejor.
Este 20 de noviembre se conmemora un hecho histórico que cambió el curso de la historia de nuestro país y que dejó una huella profunda en la identidad nacional.
A través de la conmemoración de las víctimas, incluidos los miles de niños y adolescentes que fueron obligados a enlistarse para engrosar las fuerzas militares, podemos y debemos reflexionar sobre los errores del pasado y trabajar juntos para construir un futuro más justo y equitativo.
Y es que durante la gesta armada se vivieron momentos de extrema violencia, represión y traición, pero también de heroísmo y lucha genuina por la justicia y la igualdad.
Pero, lejos de aprender la lección, las actuales fuerzas políticas, incluido el régimen morenista y sus huestes, así como la casi inexistente oposición, en vez de propiciar la concordia y la unión nacional, lo que hacen es generar más odio, polarización y violencia política.
Por ello, muchos añoramos la presencia de figuras arquetípicas del ser y el accionar revolucionario como Ricardo Flores Magón, los Hermanos Serdán, Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, Francisco Villa, Felipe Ángeles o las Adelitas, entre muchos otros, para que vengan en una máquina del tiempo, a poner en orden a nuestro México.
Pero no, el país está de nuevo, como en 1910, gracias al pésimo gobierno, la corrupción política y al crimen organizado, al borde del colapso político.
Sea pues, éste un sencillo homenaje al México que quiso ser el México de los indígenas, el México de los obreros, de los campesinos, de los desposeídos, el México de un pueblo grande que siempre se resiste, como hoy, a la humillación.
“No hay tal cosa como una revolución
no violenta”.
Malcolm X






