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¿LIBERAR LA MOTA?

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Foto: rtve.es

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La legalización de las drogas,

alternativa para terminar con el narcotráfico…

EDUARDO EL CAPI GARCÍA GARCÍA

En días recientes, la reubicación de los llamados “espacios de tolerancia”, para el consumo lúdico de mariguana, provocó una serie de bloqueos y protestas en el Centro Histórico de la Ciudad de México por parte de vecinos que se oponen a que los campamentos queden instalados cerca de sus viviendas.

Uno de los sitios afectados es la Plaza de la Concepción, entre Belisario Domínguez y el Eje Central, donde algunos habitantes de la zona salieron a manifestarse.

“Los niños tenemos derecho al progreso y a no oler marihuana”, señalaba uno de los carteles sostenidos por una vecina, quien argumentó que estos espacios a la larga traen consigo problemas como el narcomenudeo y la violencia.

Es la primera vez que el gobierno de la ciudad se involucra en la creación de espacios de consumo tolerado de cannabis, conocidos como “Paraísos 4:20” (basándose en que en su momento la suprema Corte de la Nación otorgó permisos individuales para consumo personal). Sin embargo, para los colectivos cannábicos persiste la incertidumbre por los vacíos legales sobre la tolerancia, que siguen generando criminalización por parte de la policía, aun en estos lugares.

Según las autoridades, estas áreas buscan garantizar espacios seguros y regulados para los consumidores, lejos de zonas con alta afluencia de peatones, como los anteriores campamentos, el más reciente, afuera del Metro Hidalgo, que fueron retirados tras quejas ciudadanas “por consumo desmedido”, venta ilegal de la hierba, así como la presencia de otras sustancias.

De acuerdo con esto, cada zona funcionará todos los días de 8 de la mañana a las 8 de la noche, pero con una permanencia máxima de 40 minutos por persona. Las reglas de operación fueron acordadas entre autoridades y colectivos firmantes del convenio con el gobierno capitalino.

Entre las principales normas destacan:

  • Prohibida la venta o el intercambio de mariguana.
  • No se permite el consumo de alcohol ni de otras sustancias.
  • No se puede grabar ni tomar fotografías dentro del perímetro.
  • Sólo se puede portar la cantidad legal permitida para consumo personal.
  • Queda prohibida cualquier conducta violenta o de acoso.

Ante este panorama, puedo decir que yo he visitado estos espacios en diferentes horarios y sí bien se vive un ambiente de camaradería y de fiesta, también verifiqué que, de manera discreta, sí se vende e intercambia cannabis. Además, para mí es pesaroso encontrar a muchos jóvenes que en esos horarios deberían estar en la escuela o en el trabajo. Pero no, están marihuaneando.

Ya desde el 2015, en diferentes foros, inclusive en Estados Unidos, el ex presidente Vicente Fox promovía regular el comercio de esta droga (nunca ha ocultado que tiene interés en montar un negocio relacionado con la venta de productos derivados del cannabis). En un seminario sobre la legalización de las drogas en Seattle, proclamó por la legalización de la mota, pues aseguró “que el costo de la lucha contra las drogas ya es demasiado alto para la humanidad. . . y el futuro se vislumbra peor si no hacemos algo”.

Si su iniciativa hubiera prosperado, sus pachequismos cuando era presichente estarían justificados y tendríamos botudo para rato (¡Ni lo mande Dios!).

Y hasta lo que sabemos, la iniciativa de ley para legalizar su uso lúdico sigue congelada en el Senado, para un mejor momento.

Ante esta circunstancia, estamos pues ante un problema, la prohibición, que desborda lo médico y lo jurídico, un problema que sólo se sustenta en lo político. Porque son los políticos quienes deben perder el miedo, abandonar la gran hipocresía que sigue camuflando el asunto y, sobre todo, informarse.

En un país donde un 40 por ciento de la población dice haber consumido marihuana alguna vez, donde el humo del cannabis se huele por muchas calles de esta ciudad con toda normalidad (basta darse una vueltecita por cualquier tianguis callejero del centro), mucha gente, incluidas autoridades, no saben lo que es un porro y creen que la mota es igual a la anfetamina, la coca, la heroína o el fentanilo.

Por esa razón, lo siguen metiendo todo en un mismo saco, dándose golpes de pecho y lanzando campañas alarmistas que bombardean al ciudadano con impactos emocionales cuando lo que se necesita es verdadera información. Lo primero es terminar de una vez por todas con la hipocresía: al combatir las drogas prohibidas, el Estado no protege la salud de sus ciudadanos, sino el próspero negocio de las legales como el tabaco y el alcohol.  

“LA CUCARACHA, LA CUCARACHA, YA NO PUEDE CAMINAR,

PORQUE NO TIENE, PORQUE LE FALTA, MARIHUANA QUE FUMAR”…

Los defensores de esa panacea llamada cáñamo tienen siempre algo del proselitismo iluminado que caracteriza a los moralistas. Hablan de una hierba milenaria –las primeras informaciones se encuentran en la China neolítica, tres mil años antes de Cristo, resistente y omnipresente, cuyas propiedades no son únicamente placenteras y terapéuticas, pues del cáñamo se pueden derivar toda clase de tejidos, alimentos e incluso combustibles. Sin embargo, se persigue a los consumidores, se les multa y encarcela.

Incluso, por su carácter ilegal, su uso como planta curativa se ve afectado (varios investigadores aseguran que es de gran ayuda en los tratamientos para contrarrestar tumores cerebrales y para reducir los efectos causados por la quimioterapia en los enfermos de cáncer, entre otros), cuando en un país tan antidrogas como se supone son los Estados Unidos está permitida en varios estados como California.  

Pero si los beneficios curativos no son suficientes, desde una perspectiva humanista la cannabis es un superador de timideces varias, un acelerador de sensualidades, un relajador de rigideces y tensiones, estimulante para el deleite musical, incitador de creatividades diversas (Agustín Lara, Frida Kahlo, Bob Marley, Tin Tán, Bob Dylan, Willie Nelson, Lady Gaga y los Beatles, por mencionar algunos casos, la fumaban muy a gusto), motivador de la comunicación de intimidades, promotor de amistades y amores inolvidables (suspiro), contribuyente para vidas maritales exitosas, generador de ilusiones benignas, compañero de viajes irrepetibles, activador de recuerdos olvidados, amnésico para torturas del pasado e inductor de nobles pensamientos (como que me proyecté en exceso).

Si tan maravillosa es la María, ¿por qué sigue prohibida? Porque a la vista de mucha gente, su consumo atenta contra la salud pública (claro, en exceso como cualquier droga). Pero esto contradice lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice en torno a la salud, cuando la define no sólo como la carencia de enfermedad sino como un estado de bienestar físico, psicológico y social.

¿Acaso los fumadores de mota no tienen una sensación de bienestar físico, psicológico y social? La salud es un concepto con muchos ingredientes, pero la mayoría de las veces se asocia sólo con la salud física. La bronca no es si se debe consumir alcohol, tabaco y otras drogas, sino que la gente aprenda a disfrutar de lo que tiene a su disposición. Porque, como sabemos, todos los excesos son negativos.

Se ha dicho que la marihuana no crea adicción física –como sí lo hacen las llamadas drogas duras, en todo caso psicológica. Aquí el problema es definir qué significa adicción. Los defensores de la hierba siempre la comparan con el alcohol y el tabaco, porque es menos nociva. Pero depende de cómo lo mires y sobre todo depende de cuanta consumas, como en todo.

Ahora bien, ¿qué quiere decir ser adicto? La OMS procura evitar ese término cuando habla de la marihuana como droga. El concepto de adicción tiene significados muy laxos y, por tanto, se debe hablar de dependencia y sobre todo de dependencia física. Un fumador crónico de mota, cuando deja de fumar ¿tiene una enfermedad?, ¿le produce dicha enfermedad mucho sufrimiento e incluso un riesgo de muerte?

La dependencia debe ponerse en un contexto. De acuerdo con algunos especialistas, un estimulante socialmente inofensivo como la cafeína produce a partir del uso crónico un síndrome de abstinencia muy importante, que se manifiesta en grandes dolores de cabeza y toda una serie de malestares muy evidentes.

Y ya no hablemos del síndrome de abstinencia por alcohol, que en algunos casos puede llevar a la muerte. Tanto la dependencia psicológica como la física se deben situar en un contexto social. ¿Es perjudicial para el cuerpo? Es cuestión de medida y conocimiento. En el caso de la marihuana, es claro que ninguno de estos posibles daños, parecen justificar la persecución legal y policial que ha tenido a lo largo de los años.

Además, la prohibición no es un fenómeno neutro, sino un fenómeno con importantes efectos secundarios como son la adulteración, la corrupción del sistema, de criminalización del usuario.

LA PROHIBICIÓN: UN INVENTO GENUINAMENTE ESTADOUNIDENSE

La veda de la mota tiene su punto de partida en los Estados Unidos, allá por 1937, con la Marihuana Tax Act, y se fundamenta básicamente en razones xenofóbicas: en el rechazo a la población inmigrante que llega al país a finales del siglo XIX y principios del XX.

Cada minoría étnica iba asociada a una droga. Por ejemplo, los irlandeses al alcohol, los mexicanos a la marihuana, los afroamericanos a la cocaína y los chinos al opio. Las primeras descripciones de la peligrosidad de estas drogas afirmaban que la cocaína hacía a los negros inmunes a las balas, que los mexicanos se convertían en violadores cuando fumaban marihuana y que los chinos con el opio corrompían a los jóvenes.

Hay otra teoría de carácter económico en torno a la mota: la industria del cáñamo (otro de los nombres de la marihuana) como productora de papel, telas y fibras naturales era muy importante en los Estados Unidos y, en el momento en que aparecen las fibras sintéticas, surge una gran competencia entre los industriales del ramo.

Esto hace que el interés de determinados grupos de poder económico y político, que son justamente los que controlan los medios de comunicación masiva, hagan una campaña fortísima basada en mentiras, curiosamente no excusada en la salud pública sino en la idea de que la marihuana promovía la violencia y era causa de asesinatos y masacres.

La fría mezquindad del sistema y la ingenuidad del ciudadano estadounidense de la época, planteaban una mentira todavía no reparada. Acusar a la hierba sabia –uno de los recursos naturales más antiguos y productivos de la humanidad- de motivar violencia, cuando produce todo lo contrario, fue una canallada, pero la juventud estadounidense debía ser salvada a toda costa de esa plaga que no sólo aquejaba a los inmigrantes mexicanos sino también a los escritores de la generación beat (William Burroughs, Jack Kerouac y Allen Gingsberg, entre otros) y de músicos de jazz y blues (casi todos).

Se dice que el adorado pionero del folk, el extraordinario cantante Jimmie Rodgers, lanzaba desde los trenes semillas para que a los lados de las vías floreciera la mágica planta. Sin embargo, como en las espinacas de Popeye, detrás había intereses económicos.

La prohibición obedeció pues, a razones económicas y coloniales de los estadounidenses, quienes a través de grandes compañías multinacionales se interesaron en introducir el consumo de alcohol y tabaco en ámbitos culturales donde se consumía otro tipo de drogas.

Pero, tan sólo se trató de una táctica capitalista de expansión de mercado. Al final, Estados Unidos logró que en 1961 se prohibiera a nivel internacional, sin haber aportado ninguna base científica. ¿A qué se debió este disparate? A que Europa y Latinoamérica pecaron de servilismo a los intereses del Imperio gringo.

Otra razón para legalizar no sólo la mota sino cualquier droga prohibida tiene que ver con los derechos humanos fundamentales. La sociedad y el Estado no tienen por qué meterse en las decisiones de los individuos que no afecten a terceros.

Las drogas pueden ser peligrosas o abiertamente dañinas; pero también lo son otros productos y sustancias como el alcohol, el cigarro o la comida chatarra. Por ello, el gobierno no tiene derecho a prohibir a las personas el consumo de alguno o varios de estos productos. Mucho menos tiene derecho a hacerle daño al individuo al encarcelarlo por el delito de hacerse daño a sí mismo.   

Los prohibicionistas pretenden evitar que la gente consuma drogas y para ello tienen tres opciones: pueden destruir toda la droga del mundo, lo cual es imposible porque están luchando en contra de la naturaleza y en contra de poderosos y mezquinos intereses políticos y económicos. Es decir, nunca lo conseguirán.

Pueden persuadir a la gente (Just Do It!). Lo han intentado incluso con mentiras y tampoco les ha servido. Pueden meter a todo el mundo a la cárcel y hacerle pagar por ello. Los tres métodos han sido intentados y ninguno ha funcionado. Lo único que consiguen o provocan las prohibiciones es que las drogas sean más peligrosas, más caras, que crezca de manera monstruosa el narcotráfico y su estela de muerte.

Y jamás han funcionado (¿o acaso sirvieron de algo la directa narco-guerra de Felipe Calderón o el Abrazos No balazos del sexenio pasado?, para nada).

De ahí que cada día sean menos los argumentos legales para seguir persiguiendo el consumo de cannabis. Ya desde el 2004, decenas de chilangos se manifestaban, bailando y gritando, alrededor de la Alameda Central, a favor de la legalización de la marihuana.

¿Por qué entonces seguir sancionando la tenencia y su uso público? Cuestiono mientras fumo placenteramente en la Plaza de la Concepción. ¡Fuuuuuuu!

La presidenta Sheinbaum dice que, a un año de distancia, está muy satisfecha. Yo no sé de qué, pero siempre da gusto que alguien esté satisfecho. Por lo pronto, el primero de septiembre va a charlar con la patria. ¡Omaigod!

El Capi sufre. Adieu.  

PERLAS DE LA SEMANA:

EL CARROÑAS

Parece que Gerardo Fernández Noroña y el dinero no se llevan muy bien, ya que el todavía presidente de la Mesa Directiva del Senado (Cenado, debería ser) volvió al “ojo del huracán” tras revelarse que compró una casa valuada en ¡12 millones de pesos! en Tepoztlán, Morelos, inmueble que incluyó en su declaración patrimonial, además de un camionetón y un auto, ambos de marca Volvo, con un costo de un millón cada uno.

    Ante las críticas y comentarios, Fernández Noroña desmintió haber recibido recursos ilícitos o haber malversado los dineros públicos.

   “Todo lo que tengo es producto de mi esfuerzo y nadie podrá cuestionarme nunca que le haya robado a alguien un centavo. Sobre la confusión que tienen sobre las políticas públicas y austeridad personal, yo no tengo ninguna obligación personal de ser austero”.

    El misterioso caso del Noroñas, de cariño, es que habla como si hubiera pensado.

EN DEFENSA DEL LLOROÑAS

La presidenta Sheinbaum no se quiso involucrar en la polémica por la casa de 12 millones de pesos propiedad de Fernández Noroña, quien dijo no estar obligado a llevar una vida de austeridad.

    “¿Qué les parece más importante: La casa de Noroña, donde vive desde hace años, o que la DEA haya dicho que Genaro García Luna está al mismo nivel que otros capos?”, comentó enojada.

    Además, criticó que se haya hecho “un escándalo” sobre el tema para no hablar que Estados Unidos considera a García Luna un ex líder del narco en México.

    Presidenta, la nota es la nota y García Luna ya está en la cárcel.

NOTA PATANA DE LA SEMANA:

EL NOROÑAS Y ALITO SE AGARRAN A MADRAZOS

La última sesión de la Comisión Permanente terminó en aventones y jalones de greñas, luego de que el impresentable cenador del PRI, Alejandro Alito Moreno, subiera a reclamar que no se le dio la palabra.

    En ese momento, Alito empujó al presidente de la Mesa Directiva, el también impresentable morenista Gerardo Fernández Noroña, que nunca debió presidir la Comisión, y así, teniendo como fondo el Himno Nacional, entre aplausos, gritos y empujones, comenzó una gresca en la tribuna de la casona de Xicoténcatl.

   Aunque el asunto no escaló más allá del vergonzoso momento, el espectáculo en vivo, dejó en evidencia las severas fracturas políticas por las que atraviesa el Congreso mexicano.

    Sin embargo, el incidente fue la gota que derramó el vaso, pues la espiral de violencia la había desatado una serie de ofensas y agresiones que Noroña dirigió en contra de Lilly Téllez, a quien calló a gritos mientras la acusaba de traidora a la patria, y en contra de Federico Döring, a quien incluso le “cantó” un tiro.  

    Como sea, fuimos testigos de un terrible momento en la vida política de nuestro país, que, sin embargo, quizá, marcó ya el ocaso del siniestro, corrupto, golpeador y provocador Noroñas.

    Ante el escándalo, la presidenta Sheinbaum, además de lamentar el hecho vergonzoso, se limitó a comparar al priista Alito con un “porro”. Pero de Noroñas, ahora apodado El Lloronas, nada. Ta bueno.

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