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Por Samuel Cantón Zetina / @SamuelCanton
Dos cosas faltaron al manual de recomendaciones que la doctora Claudia Sheinbaum hizo a los morenistas: Congruencia, y dominar el ego.
Ocurrió en el Séptimo Congreso Nacional en que se renovó dirigencia, y ella pidió licencia como militante para jurar como presidenta de México, y el deber de gobernar para todos.
Allí demandó de los guindas honestidad y humildad; evitar amiguismo, influyentismo, nepotismo y sectarismo, e impedir que MORENA se convierta en partido de Estado.
Es decir: separar las actividades partidistas del quehacer gubernamental.
Sheinbaum no estaba obligada a pedir licencia para separarse de su militancia. Por congruencia, separó partido de gobierno, expresó ella misma, “como debe ser”.
Sin embargo, su exhorto a diferenciar servicio público de partido bien puede aplicarse a Luisa María Alcalde, quien en la entrega del último informe del presidente López Obrador usó la tribuna de la Cámara de Diputados como ferviente devota de la 4T, y no como secretaria de Gobernación.
Alcalde también desconoció la frontera entre partido y gobierno al ser electa como nueva dirigenta de MORENA todavia al frente de la SEGOB.
Asumirá las riendas del movimiento hasta el martes 2, pero ya fue electa aun en funciones públicas.
El partido tiene dos líderes: Mario Delgado, con un pie en Educación, y Alcalde, juez y parte aunque sea por unos días.
Ahora que la solicitud de Sheinbaum de actuar con sencillez y renunciar al influyentismo, más la falta de control de ego en su decálogo, localiza puntual a Gerardo Fernández Noroña con su demanda contra un particular porque -según él- “lo insultó”.
Noroña se encargó de que el Senado denunciara legalmente al agresor, para que sea castigado con todo el peso de la ley del poder, valiéndose de que preside esa Cámara, y bueno, de que ahora es poderoso…
