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AJUSTE DE CUENTAS

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Por Samuel Cantón Zetina / @SamuelCanton

Ayer fue una extraordinaria jornada, de saldo blanco e inesperada votación masiva, pero lo que México tiene por democracia en general, al costo que la paga, deja muchísimo que desear.

No puede continuar así…

¿Para qué necesitamos 500 diputados federales, 200 de ellos elegidos de rebote y directamente por los partidos?

¿Por qué los contribuyentes tuvimos que subsidiar tan solo este año a los partidos con más de 7 mil millones de pesos?

Es cierto, dentro de lo rescatable de la experiencia comicial, que las mujeres -por decisión del INE, no a gestión o mérito de los partidos- tuvieron una gran participación, aunque lamentablemente el asesinato de 21 candidatas empañó el indudable logro (hoy son 2 gobernadoras de 32, en unos meses más van a ser el doble o el triple).

Pero la pregunta es ¿qué dan los partidos a cambio de tanto dinero que reciben de los mexicanos?

La calidad de los candidatos que ofertaron al electorado resultó extremadamente pobre.

Fue evidente que el único objetivo de los partidos fue ganar votos y posiciones.

De allí la inclusión de famosos: artistas y deportistas, principalmente, de los que si fueron electos, no se puede esperar mucho.

¿No se supone que los elegidos por las organizaciones políticas para representarlos en las urnas son hombres y mujeres destacados y respetables de la sociedad?

¿Son realmente ejemplo en sus ciudades, pueblos y comunidades?

¿En serio es lo mejor que tiene el país?

“Lo que natura no da, Salamanca no presta”, inmortalizó Unamuno, a propósito de que quien no tiene virtudes innatas, ni cómo ayudarlo.

La que tenemos por democracia, y por voto secreto y universal, son extremadamente caros.

Esta vez, más que ninguna otra, los partidos actuaron mercenariamente, y desde luego -está a la vista-, carecieron de propuestas, compromisos y prioridades.

Únicamente mostraron intereses y ambiciones.

Al no postular a ciudadanos valiosos, y prescindir de principios, convicciones y vergüenza, se redujeron a campañas de propaganda y “shows”.

Y se volaron la barda al respaldar como candidatos ¡hasta a docenas de delincuentes!, empezando por Félix Salgado Macedonio en Guerrero.

¿Pagamos a los partidos para que se burlen de nosotros?

Otro aspirante, de Puebla, fingió un secuestro, y en otro caso, en Quintana Roo, la hermana de una candidata a presidente municipal fue señalada de mandar a matar al adversario político de su consanguínea.

Eso, sin contar con que más de 100 candidatos tienen denuncias o expedientes por violencia sexual, familiar, delitos de género, o deudas de pensión alimenticia.

Los que triunfaron, en nuestra sui géneris democracia, ya cuentan con fuero para evadir legalmente a la ley.

Viene, como consecuencia de ese enorme desaseo, muchas demandas y protestas poselectorales.

Lo que mal empieza, mal acaba.

¿Nos merecemos esa “democracia”?

¡No!

¡Esto es un miserable fraude y asalto al erario y a la Nación!

El presidente Obrador y MORENA deben insistir, con mayor énfasis, en la reducción de los multimillonarios recursos que se dan a los partidos; en la desaparición de las 200 diputaciones plurinominales (ya no hacen falta, y solamente sirven para el acomodo personal de los líderes, de sus novias/novios, de sus familiares, amigos e incondicionales, con cargo al pueblo); en la abolición de la ley de Peña Nieto que permitió la reelección inmediata de legisladores y alcaldes, porque éstos -lo vimos en todos lados- tomaron alevosa ventaja al disponer de los presupuestos para procurarse otros tres años de vida de rey.

¡BASTA DE MUERTOS!

Por otra parte, México tampoco puede seguir con sus estadísticas de violencia, francamente de horror intenso.

Gane quien gane -ya no se puede postergar más-, tendremos que entrar a una gran cruzada nacional por la seguridad.

Ya no es opción seguir destinando sólo dinero en abundancia al combate contra la delincuencia, para que se diga o piense que se libra la batalla.

¡No!

La inseguridad es factor directo de inestabilidad social e inhibidor de inversiones y de generación de empleos.

Desequilibra emocional y económicamente a las familias, provocando que se fracturen, y muchos de sus integrantes opten incluso por sumarse a los grupos criminales.

¿Qué más hace falta para darnos cuenta que vivir en paz es lo primero que tiene que volver a pasar con nosotros?

En ese entendido, ¡urge! romper el círculo donde nuestras sociedades aceptan con egoísta desdén que el país se tiña de sangre, y recuperar con valor el asombro y la indignación.

Dejemos atrás diferencias políticas, ideológicas o de concepción de República, para unirnos en lo fundamental, y que no sea nada más discurso o retórica.

El derecho básico de todos a sentirnos a salvo es una causa que no admite demoras o discrepancias, y su legítima búsqueda no nos puede dividir.

Vamos por la despolitización de los cuerpos policiacos.

Por policías mejor preparados y pagados. Por jueces, magistrados y agentes del MP capaces y honestos.

¡Basta de traficar con el dolor y la pobreza de la gente, usando a la justicia como pretexto para humillarla!

¡Fuera amiguismo e influyentismo del Poder Judicial!

Vamos por órganos de control y vigilancia del uso de los recursos públicos que funcionen y rindan cuentas.

Por Contralorías que no sean casas del Tío Lolo…

Ese otro México: el de auténtica (no fingida) Cero Tolerancia a la impunidad, nos tiene que esperar a la vuelta de la esquina.

Más nos vale…

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