Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 19 segundos
ENGRANES DE PODER
Por Víctor González Herrero / @VicGlezHerrero
Cada año, cuando las llamas de los incendios forestales devoran cerros y ejidos en Hidalgo, cuando una bodega o casa arde o una fuga de gas amenaza a colonias enteras, recordamos —a veces con resignación, otras con angustia— que la protección civil es mucho más que un trámite burocrático o una oficina con un bonito logotipo. Es la primera línea de defensa cuando la naturaleza o los accidentes hacen de las suyas. Y, sin embargo, debemos apuntar que es una de las áreas más olvidadas y castigadas en los presupuestos municipales.
En decenas de municipios hidalguenses, los cuerpos de bomberos (si es que hay) sobreviven con equipos obsoletos, uniformes parchados y vehículos que ya deberían estar en el museo o hasta en el deshuesadero. Mientras tanto, los elementos, hombres y mujeres con vocación de servicio, hacen malabares y se las ingenian para responder a incendios, fugas químicas, colapsos de estructuras y una creciente ola de emergencias naturales, sin los recursos adecuados. ¿Cómo podemos exigirles resultados si apenas tienen con qué trabajar?
Hay municipios en Hidalgo —basta recorrerlos— donde el camión de bomberos, si bien nos va, es los años 80 y apenas enciende. En otros, los trajes de protección están incompletos o deteriorados, y muchos bomberos trabajan sin el equipo de respiración necesario para entrar a espacios con grandes cantidades de humo o incluso con sustancias tóxicas. ¿Cuánto vale una vida? ¿Y por qué se invierte tan poco en protegerlas?
Los presupuestos municipales suelen priorizar las demandas ciudadanas en obras visibles, como pavimentaciones o lámparas, muy necesarias sin duda. Pero la inversión en la protección civil, en cambio, es silenciosa pero vital. Dotar a los cuerpos de emergencia con unidades nuevas, capacitación continua, uniformes adecuados y sistemas de comunicación modernos no debería ser un lujo, sino una obligación municipal.
En lo que va de 2025, Hidalgo ha registrado 226 incendios forestales que han afectado más de 1,500 hectáreas, superando ya las cifras registradas en todo el año anterior. Los municipios más afectados incluyen Nicolás Flores, Huichapan, Tulancingo, Zimapán, Epazoyucan y Almoloya, entre otros. Además, nueve incendios han impactado Áreas Naturales Protegidas, como la Barranca de Metztitlán, el Parque Nacional de Los Mármoles y la Cuenca del Río Necaxa en Acaxochitlán.
Las causas más comunes identificadas abarcan actividades agrícolas, fogatas, quema indiscriminada, sequía en pastizales, y desgraciadamente, la mano humana. En algunos casos, como en Zempoala, los incendios han provocado la evacuación de estudiantes y la suspensión de clases presenciales en instituciones como la Universidad Politécnica de Pachuca. He saquí, que la gravedad del problema exige respuestas integrales y bien equipadas.
Por ello, invertir en equipos modernos no es un capricho: es una necesidad urgente. Un camión cisterna en buen estado, mangueras de alta presión, herramientas de rescate hidráulico, ambulancias y sistemas GPS para rutas de difícil acceso pueden marcar la diferencia entre contener una emergencia o lamentar pérdidas humanas y materiales. La tecnología salva vidas, pero solo si llega a tiempo y si está en manos de personal capacitado.
Hemos visto casos, donde muchos cuerpos de emergencia en el país carecen incluso de radios de comunicación para coordinar esfuerzos o incluso de cascos certificados que resistan altas temperaturas. ¿Cómo se espera que operen con eficiencia en condiciones tan adversas? A veces, el heroísmo de nuestros bomberos y rescatistas se da a pesar del sistema, no gracias a él. Y eso es algo que debemos corregir con urgencia, antes de que una tragedia nos alcance.
En el contexto nacional, hay que reconocer que la Protección Civil ha evolucionado a partir del terrible sismo de 1985, paso de ser una simple oficina administrativa hasta convertirse en una estructura clave, organizada y estructurada en la gestión del riesgo. Sabiendo que un país como México, donde la geografía y el cambio climático nos enfrentan constantemente a huracanes, sismos, incendios, inundaciones y deslaves. La Ley General de Protección Civil establece con claridad la corresponsabilidad entre federación, estados y municipios, pero son estos últimos quienes la mayoría de las veces cargan con la primera respuesta.
Por eso, es fundamental que los ayuntamientos, las y los presidentes municipales, entiendan que no se trata solo de tener un “director de protección civil” en el organigrama, sino de construir un verdadero sistema operativo, con protocolos, simulacros, mapas de riesgo actualizados, equipo moderno y sobre todo, presupuesto.
En Hidalgo, tan sólo algunos alcaldes han entendido la gravedad del asunto. En municipios como Pachuca, se han hecho esfuerzos por renovar unidades y capacitar al personal, aunque aún, lejos de lo ideal. En cambio, en otros muchos municipios serranos o huastecos, los cuerpos de bomberos siguen siendo de papel, con pobladores voluntarios que operan desde instalaciones improvisadas, sin un peso fijo en el presupuesto anual.
Este tema, nos lleva a reflexionar sobre que es momento en que los ciudadanos y autoridades municipales trabajemos en conjunto con una meta clara: que la protección civil se convierta en una prioridad real, y no sólo en titulares en los medios de comunicación cuando sucede un desastre. Que los recursos lleguen y se traduzcan en preparación, dignidad para los bomberos y seguridad para todos.
La protección civil no puede seguir siendo el último eslabón de la cadena municipal. Es tiempo de dotarla del respeto institucional que merece. Apostar por su fortalecimiento es proteger vidas, patrimonio y futuro. Y como ciudadanos, es momento de preguntarles a nuestros presidentes municipales en funciones: ¿qué lugar ocupa la seguridad civil en su plan de gobierno?
Cuando suena la alarma, cuando el fuego avanza o la tierra se quiebra, no hay tiempo para discursos ni excusas: todos volteamos a ver a los mismos. Son los bomberos, los brigadistas, los rescatistas… los que llegan primero, incluso cuando no tienen lo necesario. Honrar su labor no es cuestión de homenajes en periódicos o redes sociales, sino de dotarlos con equipo, herramientas, condiciones y respaldo que merecen. Porque protegerlos a ellos, es protegernos a todos.
Al tiempo.