Inicio Columnas «DEL ORADOR AL TIKTOKER: LA LENTA MUERTE DEL DISCURSO POLÍTICO»

«DEL ORADOR AL TIKTOKER: LA LENTA MUERTE DEL DISCURSO POLÍTICO»

1093
0

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 24 segundos

Por Víctor González Herrero / @VicGlezHerrero

Para nadie es una sorpresa que, en los últimos años, el discurso político en México ha sufrido una gran transformación que, lejos de acercarlo a la gente, lo aleja cada vez más. La gran y elaborada retórica que solía mover masas, generar conciencia y construir proyectos colectivos ha sido sustituida por frases huecas, eslóganes improvisados y ocurrencias diseñadas para durar incluso, menos de 24 horas en redes sociales. Pareciera que el verdadero valor del discurso estratégico —ese que tiene rumbo, propósito, profundidad y elegancia— se ha extraviado entre stickers, memes y trending topics.

Y esto no es un asunto menor. El discurso político es, en fondo y esencia, la herramienta más poderosa con la que cuenta un líder para convocar, inspirar y gobernar. No por nada, Aristóteles decía que “el arte de la retórica es esencial para la política”, porque en ella reside la posibilidad de persuadir no solo con ideas, sino con emociones y sentimientos. ¿Retórica? Hay quienes quizá nunca han escuchado esa palabra, o no tienen claro qué significa. De manera simple, es como tener superpoderes en las palabras para que la gente te escuche, te entienda y se le quede grabado lo que dijiste.

Pero en un país donde la política a veces se reduce a administrar lo que pasa cada día, ¿quién se atreve a pensar en discursos que marquen el rumbo de largo plazo?

Lo que vemos hoy, en muchos casos, son declaraciones que nacen sin contexto, sin estrategia, sin conexión con una visión de Estado. Discursos vacíos que no construyen identidad ni pertenencia, sino que refuerzan la polarización o alimentan el caos. Como diría George Lakoff, lingüista y experto en comunicación política, “quien controla el lenguaje, controla el debate”. Y justo ahí es donde muchos líderes actuales se están quedando atrás: no están contando la realidad desde su punto de vista y tampoco están creando historias que le den sentido a lo que hacen.

El discurso político no debe ser solo una suma de palabras bonitas o frases elaboradas. Tampoco puede ser el espacio del insulto o del vacío ideológico. Un discurso bien construido tiene forma y dirección. Se define por sus objetivos: informar, movilizar, convencer, conmover y consolidar. Y, sobre todo, tiene público. Habla a alguien, con alguien y para alguien.

Hoy, más que nunca, necesitamos recuperar ese discurso que conecte con la emoción de la gente. No se trata de regresar al lenguaje aburrido, rebuscado o al tono solemne que distrae. Se trata de volver al discurso con intención, con fondo, con capacidad de representar a una comunidad y el lugar al que quiere llegar. Como afirma el sociólogo Manuel Castells, “el poder se construye en la mente de las personas, y esa construcción se da a través de la comunicación”.

Giovanni Sartori, uno de los politólogos más influyentes del siglo XX, advertía que la política sin lenguaje se degrada, y que el lenguaje político sin precisión lleva inevitablemente al populismo o a la demagogia. En su obra Homo Videns, Sartori señala cómo el predominio de la imagen por encima de la palabra está empobreciendo la capacidad crítica del ciudadano, y eso tiene consecuencias directas en la calidad de nuestras democracias. Si el discurso se reduce a lo visual y lo emocional sin sustancia, lo que se empobrece no es solo el debate público, sino la toma de decisiones colectivas.

Y aquí el reto para quienes hoy gobiernan en todos los niveles —o quienes aspiran a un lugar a través del Poder Judicial— es enorme. No se trata solo de tener una buena narrativa para las campañas, sino de construir una estrategia de gobierno efectivo. Una que tenga memoria, que conecte el presente con el futuro, que sepa decir con claridad hacia dónde vamos, pero también por qué vale la pena llegar ahí. No hay transformación posible sin una palabra que la inspire y la sostenga.

El verdadero liderazgo no solo se demuestra en la capacidad de hacer cosas, sino también en la capacidad de decir. Porque quien sabe qué quiere comunicar, también sabe hacia dónde quiere ir. Y eso, en un país que cada día construye su camino es un paso clave hacia el futuro.

Al tiempo.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí