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EL PERIODISMO, TRABAJO DE MUERTE, CLAMA RESPONSOS, NO FESTEJOS

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*  El 7 de junio fue instituido como el Día de la Libertad de Prensa en el gobierno de Miguel Alemán, en común acuerdo de los dueños de los periódicos de entonces, con los políticos en turno sin tomar parecer a los periodistas; hoy no hay razones para festejar, si acaso para implorar un responso por los comunicadores asesinados por todo el país, cuya justicia es asunto menor ante un presidente que ve a los medios como los enemigos naturales de su gobierno

Por Antonio Ortigoza Vázquez/@ortigoza2010

El pasado 7 de junio, se celebró el Día de la Libertad de Prensa en México, que para varios comunicadores es un festejo “patito”, al haberse instaurado por la clase política y empresarial de la comunicación, en el gobierno de Miguel Alemán.

Con festejo y sin festejo, la realidad que vivimos los periodistas mexicanos, pareciera la misma historia que se repite en cada sexenio, pero en este nuevo gobierno se ha llegado al límite que la vida de los comunicadores no vale un centavo. Ya son, por lo menos, 15 los comunicadores los que han muerto en diferentes circunstancias, siempre con un tinte de venganza por su labor informativa.

Y como siempre, la cifra negra crece como mero dato estadístico sin que se castigue a los responsables.

El ejercicio del periodismo en México es un oficio de muerte; pocos mexicanos lo dudarían, en particular los propios periodistas, cuyas vidas corren riesgo día tras día ante el desinterés por parte de quienes nos gobiernan.

Pero debemos ser claros y precisos al señalar que el periodismo es ejercido en campo muy amplio de actividades cuyo objetivo es el difundir hechos, ideas y opiniones para informar a los lectores sobre los sucesos que se genera día con día.

En este riesgoso contexto, lo mismo peligran quienes están al frente de investigaciones sobre corrupción, narcotráfico o lavado de dinero, como también los que ejercen la crítica a través del análisis.

Todos por igual se enfrentan a dos poderosos enemigos: el asedio de los personajes que resultan afectados por la contundencia de los hechos y las redes sociales que se han convertido en hordas de fanáticos que fusilan en verdaderos paredones, a diestra y siniestra, a quienes no comulgan con sus ideas.

Un alarmante fanatismo donde se juzga incluso ante de leer o analizar una información. Carmen Aristegui es un ejemplo de este doloroso fenómeno de auténtico linchamiento social.

Reporteros y columnistas y, en ciertos casos, los propios dueños de los medios de difusión, son blanco de aquellos a quienes lo difundido afecta negativamente, o creen sentirse agredidos.

Esta interpretación del periodismo define a la información como un bien y un producto que se difunde.

Pero hoy en día, Don López es el principal crítico, el principal sembrador de odio hacia los comunicadores; no hay mañana en donde invierta decenas de minutos para criticar a medios impreso y electrónicos.

Hoy, el difundir un reportaje, columna o nota, las redes sociales se encargan de propagar la información, esta pasa de mano en mano, con una gran posibilidad de ser manipulada, la cual crece exponencialmente.

No olvidemos que desde tiempo inmemorial, los portadores de malas noticias solían morir a manos de los destinatarios de los mensajes que traían. Ser mensajero era muy arriesgado.

Y continúa siéndolo. Hoy, los portadores de hechos y sucedidos o de ideas u opiniones sufren las consecuencias violentas, a veces extremas, de su quehacer.

Se les intimida, se les amenaza para inducir su conducta profesional en una dirección interesada. Se les reprime bajo modalidades de todo tipo.

Y finalmente, o se les desaparece físicamente o se les asesina impunemente como secuela perversa, con cinismo arrogante y burlesco, ofensivo a la inteligencia.

Dada esa realidad, ejercer el periodismo en México tiene mucho de heroísmo. Es una empresa heroica.

Ese heroísmo se magnifica si se toma en cuenta que los periodistas tenemos conciencia plena de los riesgos que corremos. Informar e interpretar exige un precio sangriento.

Por eso, este 7 de junio hubo poco o nada que festejar.

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