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Don López y su exagerado “amarillismo”

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"Exageradoas y amarillistas", las cifras de homicidios (Foto especial)

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SILOGISMOS    

*Las cifras de asesinatos, feminicidios y homicidios en contra de menores crecen a diario, ante la simulación de autoridades y personeros del poder, quienes aseguran que las cifras son manipuladas o exageradas con un tinte amarillista por parte de los medios de comunicación

 

Por Antonio Ortigoza Vázquez/ @ortigoza2010

La cifra es de terror, de apocalipsis pues la Red por los Derechos de la Infancia en México ha lanzado el grito de alerta: 285 infantes asesinados en el primer trimestre del 2019, pero para don López, es una mentira, pues dijo que “afortunadamente no es así, ya lo tendríamos como una gran preocupación” y culpó nuevamente a los medios de comunicación al señalar que “hay ahora mucha desinformación o se distorsionan las cosas, pero se está apostando a la exageración, al amarillismo”.

Posiblemente vea, don López, que los 13 asesinados —entre ellos un bebé— durante el día 19 de abril en Minatitlán, Veracruz y los 6 el domingo pasado,  en Guadalajara, Jalisco; el 9 de marzo, en Salamanca, Guanajuato fueron 15 las personas que murieron bajo la lluvia de plomo y otros más en varias entidades federativas de México, sea una exageración, lo cual tiene, como manifestaciones, un significado insoslayable: EL Gobierno de la 4T, no puede.

Sin embargo, ni esas manifestaciones ni su significado ineludible son  comprendidos ni mucho menos registrados o vistos o  identificados por el poder político morenista del Estado.  ¿Reacción? El intempestivo viaje de Don López al estado de Veracruz, ocho días después de la masacre humana.

Más esa visita no  tiene por motivo atender las causales y efectos incisivos de esa violencia extrema, sino para que se sepa que en México se hace “algo” por el múltiple asesinato de habitantes de aquel municipio jarocho.

Se debe de dejar en claro, que el móvil del señor López se nutre de un afán de que esos homicidios no incidan, como ya inciden, en los términos, de por sí  asimétricos, de la relación Estado y sociedad.

Pero los daños son incontrolables. El asesinato, como acción, ha cambiado las posiciones de las mesas institucionales de las negociaciones permanentes del gobierno de México con el de Estados Unidos. Esas negociaciones están viciadas de origen y pronto, subráyese, habrá una posición enérgica por parte del gobierno norteamericano.

Esos vicios tienen, en su turno, la ausencia de capacidad negociadora real del gobierno mexicano debido a su carencia de capital moral  frente al estadunidense, igualmente inmoral, pero con poder verdadero de negociación.

La intempestiva visita de don Felipe a Veracruz, escoltado por más de una docena de vehículos, confirma precisamente la ocurrencia actual, documentada cotidianamente hasta la saciedad por la realidad de los hechos y sucedidos sangrientos; así mismo confirma el desmoronamiento del sistema político.

Ese desmoronamiento es desintegrador. Es decir, el sistema político o el poder político del Estado mexicano está en un proceso desigual pero generalizado de desintegración; ésta es contagiosa, contaminante y ha alcanzado a su gabinete que ante el jefe del ejecutivo, calla, baja la cabeza o, en el mejor de los casos, declaran todo lo contrario a los dichos de su jefe.

El hecho de la desintegración del poder político morenista del Estado —y al cual sólo lo sostienen las Fuerzas Armadas—  se nos muestra, por sus manifestaciones dramáticas,  con nitideces que suceden en una dramática labia, de un “no pasa nada” o de una frase corriente y barata, cómo “es culpa de la mafia del poder”; incluso, la senadora por morena, Gloria Sánchez, lanzó una palabras pensadas con los pies: “Los medios lamentablemente están magnificando el drama y favoreciendo una muy mala encaminada política de oposición, destructiva, que ellos en su momento no atendieron esa situación”, pronunció.

Ante ello, es evidente, así, que el poder político morenista carece de la capacidad tanto estructural –institucional— como doctrinaria y, sin duda, moral, para  hacer frente a las fuerzas secuenciales de la desintegración.

Además, las Fuerzas Armadas —el verdadero apoyo político del señor López— también son incapaces para aplicar diseños congruentes con la experiencia mexicana ante el tráfico ilícito de estupefacientes y psicotrópícos.  Ni siquiera tienen imaginación.

Esa desintegración del poder político tiene un telón de fondo cuyos componentes son, uno, la indiferencia ciudadana a los exhortos de don López a que sean “soplones” en la lucha contra los cárteles del narco; otro,  los reclamos, por parte de sus antes seguidores, del descontento social.

La ciudadanía se niega a participar en la guerra de don López contra los cárteles. ¿Motivos? La consideran innecesaria y equívoca, además de que el poder político morenista del Estado no ofrece protección real, por incapacidad,  a los participantes.

Ello nos indicaría que parte de la sociedad rechaza a don López o sus políticas antinarco o a ambas.  Ese rechazo social –específicamente ciudadano– no es de combustión espontánea ni gratuita o fortuita. Deviene de las mentiras del hoy y del ayer de don López.

Y las masas descontentas en el país comienzan a ser más grandes, más evidentes, cabría decir que sus banderas son justas ante la actuación francamente sociópata, antipueblo, del poder político que se está ejerciendo hoy en día, por el poder morenista del Estado. Le está tronando el cohete.

 

 

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