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Por Samuel Cantón Zetina / @SamuelCanton
El Frente Amplio por México tuvo un primer regalo cuando Xóchitl Gálvez se consolidó como una aspirante más competitiva que los nombres que traía.
Se vio, por eso el presidente Andrés Manuel López Obrador ganó la apuesta de que ella sería su candidata.
Pero PAN, PRI y PRD aguardan con ansias otro obsequio: la ruptura de Marcelo Ebrard con MORENA, si el día 6 se confirma el pronóstico de que triunfará Claudia Sheinbaum, y la suma del ex canciller al propósito de derrotar a AMLO.
Ebrard no sustituiría a Xóchitl, pero sí -sueñan los adversarios- podría apoyarla abiertamente.
¡Claro!, si termina muy resentido de una eventual derrota, equivalente a segundo intento fallido por cruzarse la banda.
Sin embargo, aunque denunció “gran desorden” en el levantamiento de los sondeos, no es probable que el ex carnal Marcelo se convierta en enemigo declarado del proyecto guinda.
En primer lugar, porque conoce muy bien las reglas del juego, mismas que en otras ocasiones le han sido favorables.
Después, porque para desembocar en ese extremo tendría que pensarse traicionado por López Obrador, lo que sería absolutamente discutible, ya que si bien puede deducirse que ha sido un funcionario capaz, casi todos sus cargos se los debe al paisano.
Si Ebrard repitió en puestos de primer nivel indica de manera inequívoca la opinión profesional que de él tiene AMLO.
¿Qué le debe entonces el presidente?
Es verdad que el también ex secretario de Seguridad Pública de la capital -Fox lo renunció, y Obrador lo defendió y rescató- declinó por el tabasqueño en disputa por la jefatura de Gobierno, y otra vez abandonó un proceso interno para elegir candidato presidencial, pero la realidad es que en ambas ocasiones el ahora mandatario lo superó ampliamente.
Contrario a la quimera opositora, el reportero cree que si Ebrard pierde no romperá con el régimen -sí se distanciará-, tampoco respaldará a sus enemigos, y anunciará el fin de su carrera política.
