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LA FAMÉLICA OPOSICIÓN DE HIDALGO, ECHA MANO DE LOS ROJO, DESCENDIENTES DE UN CACICAZGO QUE EMPOBRECIÓ AL ESTADO

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*  El PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, se han mostrado dispuestos a ofrecer sus siglas a José Antonio García de Alba, último descendiente de los Rojo Lugo, clan que por décadas ejerció el control político de un Estado al que mantuvo en el atraso y la miseria de sus habitantes. La famélica oposición incurre nuevamente en el error de echar mano de un pasado con pésimas cartas de recomendación hacia la ciudadanía y pasa por alto que para las nuevas generaciones, tal estirpe ya es desconocida y difícilmente aceptarán a un caciquito acostumbrado a una vida de lujos y excentricidades, como su supuesto salvador

Por Antonio Ortigoza Vázquez / @ortigoza2010

Especial de Expediente Ultra

En su desesperación y la ausencia de figuras relevante en sus filas, la macilenta oposición hidalguense, comienza a pasearse del brazo con uno de los resabios del viejo cacicazgo político tricolor, como es el caso de José Antonio Rojo García de Alba. El ex funcionario, ex legislador, último representante del caduco Grupo Huichapan, y eterno aspirante a la gubernatura al que su partido de toda la vida siempre le cerró las puertas, quiere regresar a la vida política, enfundándose en un ropaje de redentor social que sencillamente no le va.

Tanto el PAN como el PRD y Movimiento Ciudadano, se han mostrado dispuestos a ofrecer sus siglas al último descendiente de los Rojo Lugo, clan que por décadas ejerció el control político de un Estado al que mantuvo en el atraso y la miseria de sus habitantes.

La famélica oposición incurre nuevamente en el error de echar mano de un pasado con pésimas cartas de recomendación hacia la ciudadanía y pasa por alto que para las nuevas generaciones, tal estirpe ya es desconocida y difícilmente aceptarán a un caciquito acostumbrado a una vida de lujos y excentricidades –baste echarle un ojo a sus mansiones familiares–, como su salvador.

El contexto social y político de Hidalgo ha cambiando de manera radical en tres años; el viejo estilo de esos políticos que gustaban de ejercer el poder de manera unipersonal, dando migajas al pueblo a cambio de porras, ya no existe. La forma de hacer política ahora es de un contacto permanente no solo del gobernador sino de todos los funcionarios que abandonaron la comodidad de los escritorios para salir a desquitar el sueldo y ensuciarse los zapatos. Escuchar a la gente y diseñar las políticas públicas en base a lo peticionado por la sociedad, no por los negocios personales. Filón de donde los Rojo Lugo y muchos de los políticos alentados por ellos, amasaron una considerable riqueza.

No exageremos al decir que en décadas de cacicazgos de la familia Rojo Lugo, Hidalgo permaneció intacto en su rezago social y la pobreza extrema de los habitantes de sus regiones más apartadas. ¿Qué le deben generaciones pasadas de hidalguenses a esta familia de viejos caciques? Nada, absolutamente nada.

¿Por qué habrían los indígenas hidalguenses, por fin escuchados en sus eternas demandas, de comprarle a la oposición el cuento de que José Antonio Rojo, o su hermano Jorge, pueden resultar mejores gobernantes que los de Morena?

¿Cuándo los niños de escuelas públicas que viven en las zonas más pobres y apartadas tuvieron de estos caciques priístas un par de zapatos, uniformes y una beca?

Lamentable que tanto el PAN, como el agonizante PRD y Movimiento Ciudadano, no valoren la deuda social que tan distinguidos priístas, tienen con miles y miles de hidalguenses, que por décadas vieron al Estado como un botín y el medio para hacerse de fortunas ilícitas con la mano en la cintura.

Hidalgo está demostrando que no es el Estado pobre que vendieron como arquetipo sus viejos políticos; pero ese cambio no vino de un priísta, ni un panista o un petista, sino de un Movimiento de Regeneración Nacional que como partido, supo elegir a un hombre que ha conectado con la gente, que ha sabido escuchar sus necesidades y ha iniciado un combate frontal a la eternizada y enquistada corrupción.

¿Qué puede ofrecer el descendiente de caciques a una sociedad actuante que está aprendiendo a caminar de la mano de sus gobernantes? La respuesta es: NADA.

El trasfondo que mueve a una menguada oposición es recuperar las canonjías para sus cúpulas, pero no un proyecto social. Por eso ven en los Rojos, una posibilidad de reagruparse porque en sus propias filas no hay siquiera alguien que represente algún capital político. Tan dramática es su situación que está echando mano no de un luchador social sino de caciquitos que representan todo lo contrario a lo ahora alcanzado.

No está de más señalar que el sueño de José Antonio Rojo por ser gobernador y continuar con el saqueo al Estado, iniciado en 1936 por su antepasado, Javier Rojo Gómez, se ha visto truncado en repetidas ocasiones del lado de su partido el PRI con el ahora se desliga; en 2004, no le alcanzó para que el entonces cacique suplente, Jesús Murillo Karam, impusiera como candidato al diputado federal, Miguel Ángel Osorio Chong.

El “junior” hizo su berrinche y debió conformarse con ser nombrado delegado especial del PRI en algunos Estados. Tampoco logró imponerse al ex gobernador Omar Fayad, y en la última sucesión, fue sencillamente timado por Alejandro Moreno “Alito”, quien no lo hizo candidato o, al menos, Senador, porque sus intereses estaban, y están, del lado del ex gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, y su esposa, Carolina Viggiano. Esta última, que se derrumbó estrepitosamente en las últimas elecciones, por cierto también descendiente de la familia de caciques de apellido “Austria”.

Ahora de manera nada casual, diversos “analistas políticos” lo quieren subir al escenario político, hablando de su estirpe cual si se tratara de una familia real que puede adjudicarse el derecho de sangre para imponerlo como candidato. Estas plumas añorantes de un pasado que se cae a pedazos, cuelgan menciones rimbombantes cuando se refieren a “Don Javier Rojo Gómez” o “Don Jorge Rojo Lugo”, como si nuestro país fuera una monarquía donde existieran los Duques o Lores.

De igual forma, políticos de poca monta como el diputado federal del PAN, Asael Hernández Cerón, el perredista Héctor Chávez Ruiz, o el emecista Pablo Gómez López, les abren las puertas de sus partidos a estos políticos, colocándoles alfombra roja para que acepten representarlos. En Movimiento Ciudadano, su líder se ha atrevido a externar su disposición a recibir figuras políticas “que quieran dejar atrás el pasado”.

Y preguntamos: ¿Se puede dejar atrás todo un cúmulo de atrocidades sociales a los hidalguenses?

Seguramente que, como sucede con los panistas, ante la falta de proyecto social, buscarán inventarle cualidades a este caciquito, a través de la mercadotecnia. Porque más que promesas, lo que José Antonio o su hermano Jorge, deben al pueblo de Hidalgo, son explicaciones y disculpas.

La sociedad hidalguense votó precisamente para que el Estado no sea más un patrimonio de caciques. Y esto ya no tiene reversa.

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