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LA GUERRILLA POR LA DESINFORMACIÓN

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Por: JAFET RODRIGO CORTÉS SOSA

Desde el origen mismo, la especie humana ha tenido la necesidad de comunicarse con los demás, de expresar ideas, y, hasta viéndolo como algo más profundo, sus deseos de trascender. Todo lo que se haga o diga, comunica.

Muchas veces, en la comunicación, no importa tanto el mensaje sino la forma en la que lo digamos. En este punto, cada palabra y acción, cuenta, y cuenta mucho, porque el cambio milimétrico en una dirección u otra, podría darnos un resultado completamente diferente al esperado.

Entonces, si nosotros decimos “asesinatos”, no es lo mismo que si decimos “defunciones” o “pérdidas humanas”; aunque en teoría, nos estemos refiriendo al mismo hecho, en comunicación, no lo es, porque todo lo que comunica, se construye desde los cimientos de la percepción.

La percepción viene desde nuestros sentidos, y de las imágenes que arroja nuestro pensamiento cuando utilizamos el lenguaje, construido a partir de la conceptualización de realidades.

Tan simple como la utilización de la palabra “Perro” y “Perra”, que en los dos sentidos, se refiere a un mamífero, pero que en la construcción, difiere su utilización de una forma muy radical.
Ahora, aterricemos en el terreno de las mentiras, las verdades a medias y las verdades, donde abunda mucho el juego de la perspectiva, dependiendo del punto en el que busquemos focalizar la mira del discurso.

En este punto, todos los gobiernos, personajes públicos y medios de comunicación, “tienen otros datos”, dependiendo de la verdad que les convenga, y utilizan a conveniencia las herramientas de comunicación para construir realidades colectivas.

Por más objetivos que busquen ser, siempre van a presentar una versión de la historia, la que ellos consideran que es la más relevante, o la más conveniente para sus intereses.

En ciertas ocasiones, cuando la verdad supera las posibilidades de desmentirla, o confrontarla, todos buscan, desviar la mirada del espectador hacia un terreno donde estén mejor posicionados para defender, ya sea a través de la difusión de un escándalo controlable, un hecho impactante o indignante, o un chiste.

Lo único plenamente objetivo que existe es la información, a secas, sin comentarios ni perspectivas, la información completa y entrecruzada de diversos medios o fuentes. Pero lo difícil de presentar esta al público, es la forzosa necesidad de un análisis propio, que muchas veces, no puede hacer la sociedad por sí misma.

Entre todo lo anterior, podemos ver que actualmente hay una guerra por ver quién tiene la mejor verdad, que ha contaminado el terreno público, entre una oposición política inexistente que busca a toda costa posicionarse y desgastar al gobierno actual; la verdad oficialista que es una, y no deja ni un ápice de espacio a lo contrario; y algunos periodistas y medios que se han convertido en el verdadero contrapeso.

Aquí es donde se entiende el conflicto existente entre el Gobierno Federal con los medios de comunicación y periodistas, que, -entrecomillando la objetividad de algunos, o sus intereses- han golpeado duramente diversos proyectos, acciones, y hasta destapado escándalos del gobierno actual.

Este conflicto, ha encarnado una guerrilla en redes sociales, entre cuentas falsas y fanáticos, que desde todos los bandos han contaminado plenamente el escenario público virtual, llenándolo de mentiras y verdades a medias a conveniencia.

La lucha encarnizada por la mejor verdad, se ha vuelto un campo de batalla sin cuartel; un paradigma donde cualquiera que levante la cabeza, del bando que sea, es fusilado por los contrarios sin preguntar.

Es difícil creer que actualmente existe una afrenta directa contras comunicadores y periodistas, sabiendo que México es uno de los países más peligrosos para ejercer esas profesiones.

Hablar de periodismo en México, es nombrar a los 140 periodistas asesinados del año 2000 a la fecha, hechos vinculados al ejercicio de su labor; de los 17 que murieron durante el periodo de gobierno de Javier Duarte, o los 30 que le dan el primer lugar a Veracruz en homicidios de periodistas a nivel nacional.

Es hablar del fotorreportero de Proceso, Rubén Espinosa y la fotografía que molestó a Duarte al grado de perseguirlo hasta la ciudad de México para privarlo de la vida.

Es hablar de los 47 periodistas asesinados en tiempos de Enrique Peña Nieto; de los 48 que perdieron la vida en el Gobierno de Felipe Calderón; y los 20 que se contabilizan en estos tres años del Gobierno Federal actual.

Es verdad que esto no es una batalla de hoy, sino desde hace años por informar con libertad, sin el riesgo de perder la vida. Es verdad que mucho radica en la inseguridad y la violencia general que se vive en el país entero, problema heredado de gobierno a gobierno, que no se ve que tenga solución, al momento.

Es verdad que los medios de comunicación que deforman la realidad, existen y han existido desde siempre, pero la deforman para los dos bandos; y que esto en sí complica mucho que la opinión pública vea por este sector, que cuando realmente hace su labor, se encuentra en una situación muy vulnerable.

Todo lo anterior, es verdad, pero también lo es que proponer un duelo directo contra los que no cuenten la versión oficial de los hechos, o que utilicen datos que contravengan ese relato, lo único que hace es poner en un mayor riesgo las vidas de este sector, que sirve y ha servido como un contrapeso contra la corrupción y la impunidad en México.

Datos del autor:
Licenciado en Derecho por la Universidad Veracruzana
Consultor Político y de Comunicación/ Humanista/ Escritor y poeta/ diletante de la fotografía.
Xalapa, Veracruz; México / Twitter e Instagram: @JAFETcs / Facebook: Jafet Cortés

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