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LAS FLORES DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, CARLOS SALINAS DE GORTARI

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Cronista PRI Hidalgo

Por Alberto Montoya

No recuerdo ni día ni mes, pero era 1993. Carlos Salinas de Gortari, entonces Presidente de México, haría su última gira por el Estado de Hidalgo. Iniciaría en Huejutla de Reyes, después Omitlán de Juárez y finalizaría al día siguiente en Mineral del Chico.

A mí, el Capitán de Navío hoy Almirante, Eduardo Ramón Cano Barberena, Director General de Gobernación en el gobierno de Adolfo Lugo Verduzco, me encargaba recibir y atender a la Sección Cuarta del Estado Mayor Presidencial. No era la primera vez. Ya conocía al Capitán Blas García, que era miembro de dicho cuerpo de seguridad con quien me coordinaba.

Estuve en los tres municipios, pero particularmente en Mineral del Chico, en un evento donde le presentarían al Presidente Salinas el programa de los invernaderos de rosas de la Estanzuela. A mitad del programa, se me acerco Blas y me comentó:

“Oye doctor se me enfermó uno de los choferes de las camionetas, manéjala tú por favor”.

Le dije que sí.

Al término de la reunión se subieron tres personas, que no supe quiénes eran, porque ni volteé a verlos. Avanzó el convoy presidencial, cuando de repente sentí un zape en la cabeza bastante fuerte, todos se rieron. Yo me molesté, pero no dije nada, sólo los vi por el retrovisor y me percaté que iba un conocido de Pachuca de apellido Noriega, que no era mi amigo, sólo lo conocía de vista. Supuse que él me había dado el trancazo y le menté la madre. Uno de los pasajeros le dijo:

“Ya ves por llevado”.

Me percaté que quien le había dicho eso, era ni más ni menos que el entonces secretario de Desarrollo Social, Luis Donaldo Colosio Murrieta, que en noviembre de ese año, sería el candidato del PRI a la Presidencia de la República.

Total, que llegamos a Mineral de la Reforma, al campo conocido como Las Palomas, donde se bajaron los pasajeros que, abordarían los helicópteros. Se despidió muy atento Colosio, quien sólo me dijo:

“Ya no te enojes, ya ves como es este cuate”.

Volvería saludar a Colosio el año siguiente, ya como candidato del PRI a la Presidencia de la República.

Revisé la camioneta y me percaté que en la cajuela había cientos de rosas que le habían regalado al Presidente Salinas. Me reporté con el Capitán Cano y le comenté qué hacía con las ellas, me contestó de manera irónica, nunca le caí bien, incluso cuando llegué a trabajar con él me dijo:

«Lo voy a vigilar diario y al primer error que cometa lo corro». No se le hizo.

Pero hablando de las rosas me dijo de manera burlona:

“Haga lo que quiera o se las va a llevar al Presidente Salinas a Los Pinos, yo creo que si lo recibe».

Y así lo hice. Las llevé a mi casa, la de mi mamá y la de mis suegros, que parecían florerías. Jajaja.

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