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SOBRE LA GRAVEDAD DEL SUICIDIO

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Escrito por:   Mario Luis Fuentes

Hay datos sociales que representan situaciones tan graves, que no admiten ningún matiz y, por el contrario, se requiere ser enfático pues lo más probable es que la realidad sea aún más cruda que lo que nos están indicando. Dos de ellos se encuentran en la última edición de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, 2022, y son los relativos a la conducta del suicidio y al maltrato infantil que se ejerce en el país.

Respecto del primero, la ENSANUT documenta que el 7.6% de la población adolescente y el 7.7% de la población adulta del país han tenido ideaciones suicidas. Entre las mujeres el porcentaje es mayor: 10.2% de las adolescentes y 9.1% de las mujeres en edad adulta. En el universo de adolescentes que en algún momento han pensado en el suicidio, 10.5% lo hace siempre o muy frecuentemente; 8.4% lo hace casi siempre; 38.7% lo hace algunas ocasiones, y 41.9% lo ha hecho “rara vez”.

Esas frecuencias no son muy diferentes de las registradas entre la población adulta, por lo que se puede considerar que la ideación del suicidio es relativamente similar, cuando se presenta, en la misma intensidad en todas las edades.

Cabe señalar que al comparar estas cifras con las de los suicidios que realmente se cometen cada año, la mayoría de quienes se quitan la vida son los hombres; esto sin dejar de subrayar también que en el año 2021 se llegó a una cifra récord en el número absoluto de suicidios registrados en el país, con 8,351 casos, lo que equivale a una tasa de 6.5 casos por cada 100 mil habitantes. Entre los hombres, la tasa es de 10.9 casos por cada 100 mil hombres y de 2.4 casos por cada 100 mil mujeres.

Entre la población de 15 a 29 años, el suicidio es la cuarta causa de muerte, solo por debajo de las agresiones, los accidentes y la COVID19; pues en el año 2021 se registró una tasa de defunciones de 10.4 casos por cada 100 mil en el grupo de edad; indicador significativamente superior al registrado en el año 2016, cuando se ubicó en 8.1 casos por cada 100 mil. Entre los hombres en el grupo de edad señalado, la tasa es de 16.2; mientras que entre las mujeres es de 4.8.

El segundo indicador que se aquí se refiere es el relativo a las condiciones de maltrato y violencia que se ejercen en contra de la niñez. De acuerdo con la citada encuesta, sólo el 80.7% de las niñas y niños presentan un nivel de desarrollo infantil temprano adecuado. Eso significa que uno de cada cinco no lo tiene.

Por otro lado, el 8.1% de las niñas y niños menores de cinco años se encuentran en una situación de cuidado inadecuado. Y en el mismo tenor, destaca que, en 2022, el 55% de las niñas y niños del país fueron sometidos a por lo menos una forma de agresión psicológica o castigo físico por miembros del hogar, durante el mes previo al levantamiento de la encuesta.

La ENSANUT documenta además que el 46.4% de las niñas y niños fueron sometidos a agresión psicológica, con una mayor prevalencia en el grupo de 5 a 14 años; y que sólo el 32% de quienes están en ese grupo de edad fueron disciplinados únicamente con métodos no violentos. Lo anterior se vincula al hecho de que al menos el 11% de las madres que respondieron el cuestionario creen que el castigo físico es necesario, lo que se vincula con el 12.4% de niñas y niños de 10 a 14 años encuestados que piensan que el castigo físico es necesario para ser educados apropiadamente.

¿Qué es todo esto? ¿Cómo llegamos a ser un país tan violento y agresivo en contra de la niñez? ¿Cómo llegamos aquí y qué tipo de país puede caracterizarse con base en esta información, además de los otros datos de que disponemos sobre la violencia sexual, familiar y de otros tipos que pueden dimensionarse mediante indicadores?

¿Cómo puede explicarse lo anterior? ¿Qué es lo que estamos obligadas y obligados a hacer para evitar que esto continúe su marcha y que siga llevándonos con toda certeza al abismo? Pues lo que está detrás de todo esto es, no la ruptura del “tejido social”, sino una crisis de carácter civilizatorio, en tanto que lo que está en juego es la vocación misma del vivir.

Cómo interpretar entonces que casi el 10% de la población, así como se lee, uno de cada 10 habitantes del país tenga ideas en torno al suicidio. Son casi 13 millones de seres humanos que han tenido el pensamiento de que esta existencia no es digna de ser vivida, y que entonces es preferible morir a continuar con lo que sea que les ha colocado en tal nivel de sufrimiento y dolor.

Es importante decir que otro dato que se asocia con todo esto es que, según la propia ENSANUT, el 7.8% de las y los adolescentes “rara vez ha disfrutado la vida”. Y en este grupo de población, el 45.8% presentó al menos un síntoma de depresión en las semanas previas al levantamiento de la encuesta. Entre los adultos. El dato es de 15.7% que no duermen bien la mayoría del tiempo; y entre esta población, entre el 7.2% y el 8% declararon que en la última semana rara vez o nunca disfrutaron de la vida. Así, el 16.7% de la población de 18 años y más reportó tener síntomas depresivos.

Esta información nos coloca ante un panorama de catástrofe social; pues no pueden leerse aislados y, por el contrario, deben colocarse en la base del análisis de lo social, en el sentido de que se trata de lo más preciado de que disponemos: la posibilidad de mantenernos con vida, y de que esta sea considerada como deseable. Si, por el contrario, hay un ambiente generalizado de desapego a la existencia, lo que debemos hacer con urgencia es detener la marcha y hacernos cargo de reflexionar y actuar con la rapidez, urgencia y profundidad que esto exige.

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Investigador del PUED-UNAM

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