Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 18 segundos
Fuera de Todo
Denise Díaz Ricárdez
“Los derechos de la infancia no tienen fronteras. Escuchar a los niños es empezar a construir el mundo que merecen.”
Todos los niños y niñas tienen derechos solo por ser personas. No es algo nuevo, pero en 2025 sigue siendo súper importante recordarlo. Los derechos de la infancia —como ir a la escuela, vivir seguros, tener salud y ser escuchados— deberían cumplirse en todo el mundo. ¿Pero realmente pasa? La respuesta es: hemos avanzado… pero todavía falta.
Lo que ha mejorado
En los últimos años, han pasado cosas buenas. Por ejemplo:
- Más niños están yendo a la escuela. Y con la tecnología, muchos pueden estudiar desde lugares donde antes no había ni escuelas cerca.
- La salud infantil ha mejorado. Las vacunas, el acceso a médicos y la atención en general han salvado muchas vidas.
- Más leyes protegen a la niñez. Cada vez más países dicen NO al trabajo infantil y al maltrato. Y eso ya es un cambio gigante.
Lo que sigue siendo un problema
Aun con los avances, hay situaciones que duelen:
- Millones de niños siguen trabajandoen vez de jugar o aprender.
- Muchos viven en zonas de guerra o en pobreza extrema, sin acceso a servicios básicos.
- La brecha digital es real. No todos tienen internet ni dispositivos para estudiar o comunicarse.
- Internet también puede ser peligroso, con ciberacoso, violencia o personas que buscan aprovecharse.
Los niños también tienen voz
Un derecho que todavía se subestima mucho es el de ser escuchados. Pero esto está empezando a cambiar. Jóvenes en todo el mundo están hablando claro sobre el clima, la desigualdad, la educación… y están siendo escuchados.
La infancia no es solo el futuro. También es el presente. Y tiene algo que decir.
Entonces… ¿qué hacemos?
Los derechos de los niños no deberían depender del país donde nacen, del dinero que tenga su familia o de si alguien los escucha o no. Defenderlos es tarea de gobiernos, sí, pero también de educadores, familias, medios… y de nosotros mismos.
En un mundo que cambia tan rápido, lo más justo es que esos cambios también beneficien a quienes más lo necesitan: los niños y niñas.
Porque cuidar la infancia no es caridad. Es construir un futuro con más justicia, empatía y esperanza.