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* Idiosincrasias Norte/Sur; jactancias
Por Antonio Ortigoza Vázquez / @ortigoza2010
Especial Expediente Ultra
Eran principios de los años 70, en el echeverriato, cuando el entonces Secretario de Educación, Víctor Bravo Ahúja, en visita oficial a Sonora, ante el gobernador Faustino Félix, a manera de elogio no muy disfrazado, comentó: «En el norte se trabaja; en el centro se piensa y en el sur, se sueña».
Hace pocos días, el joven gobernador de Nuevo León, Samuel García, repitió, modificado, el planteamiento: «En el norte trabajamos; en el centro administran y en el sur descansan», como una evidente forma de hacer notar características regionales un tanto notorias.
Como ya había dimes y diretes entre Samuel y Adán Augusto, el secretario de Gobernación, que hace unos días parece que decidió romper el tradicional laconismo y prudencia de muchos de sus antecesores en el cargo, éste no desperdició la oportunidad de callar y arremetió con algo que dejó perplejos, como suele decirse, «a propios y extraños».
Dijo don Adán Augusto López: «Los del norte dicen que no le aportamos mucho a la federación, porque no sabemos trabajar (¡siiic!); que los esforzados y trabajadores son ellos».
Pero no paró ahí: se siguió de frente y añadió casi íntegra la conocida divisa de los bribones de barriada: «Pero lo que no saben es que nosotros somos muchos (sic) más inteligentes que ellos, y quienes se precian de ser inteligentes (otra vez, sic), pues hacen las cosas con menor esfuerzo y de mejor manera». (Una forma, digamos, «elegante», de reproducir el conocido lema: ¡Que trabajen los pend… !)
Don Adán Augusto, una persona muy cercana, de hace muchos años, al presidente López Obrador, quizá por descuido, no tomó en cuenta que, hace no mucho, precisamente en una gira por Tabasco, el primer mandatario lanzó una versión particular del famoso lema de los grupos «de izquierda», en lo que ostensiblemente fue «una autocrítica» a los tabasqueños: «¡Paisano, escucha, en la hamaca no se lucha!».
«LA NOCHE DEL 10 DE JULIO»
No estuvo mucho mejor la defensa, quizá innecesaria, de don Adán Augusto al ejército, cuando argumentó: «Si no es con una institución leal, institucional, válgase la redundancia, preparada, capacitada, con orden y disciplina, como las fuerzas armadas, no le vamos a ganar la batalla a la inseguridad… (porque) noches oscuras como las de Tlatelolco, la del 10 de julio y la de Ayotzinapa, afortunadamente quedaron atrás».
No solo fue desafortunada la fusilada del título de la famosa obra de Jan Valtin («La noche quedó atrás»), sino que el secretario está urgido de un asistente que le «sople» fechas y hechos harto conocidos por todos nosotros, como que no se puede recordar «la noche del 10 de julio» sino el mediodía del 10 de junio de 1971, donde por cierto, hubo ningún soldado, sino la policía capitalina sirviendo de «escudo» a la acción criminal de grupos de choque, eso sí, entrenados por el general Diaz Escobar.
Y en cuanto a la «institucionalidad», pues no hubo mucho de eso con la asombrosa (por decir algo) respuesta del general secretario Cresencio Sandoval a la Cámara de Diputados que le citó a comparecer en comisiones: «No puedo acudir, si quieren, vengan a mi despacho».
Otra vez: Es casi textual a la réplica del tristemente célebre Victoriano Huerta al Congreso, mismo que acto seguido disolvió con la tropa.