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¿ADIÓS AL OPUS DEI?

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Escrito por: Saúl Arellano

La Iglesia Católica es una de las instituciones más poderosas que existen en el planeta. Sus alcances y capacidades de acción al interior de los países con amplia presencia de personas cuya fe es la católica es enorme, al grado de que se le atribuye una incidencia real en resultados de procesos electorales estratégicos, o bien, en la determinación de ciertas posiciones o estrategias políticas de gran calado.

En México hay ejemplos recientes como cuando, en la elección del 2015, una buena parte del priismo más conservador responsabilizó a Enrique Peña Nieto de la derrota electoral por haber promovido la legalización de los matrimonios entre personas del mismo sexo.

Hay pueblos en nuestro país donde, todavía en la tercera década del siglo XXI, la determinación de quiénes pueden obtener candidaturas competitivas en procesos electorales y quiénes obtienen los triunfos son aquellas personas que, por decir lo menor, mantienen una relación de cordialidad con los párrocos católicos que tienen presencia en sus localidades.

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Hay también ejemplos de enorme compromiso social de sacerdotes o integrantes de la Iglesia que hacen de su vida una auténtica vocación de socorro a los pobres, para usar uno de los títulos de Juan Luis Vives. En efecto, la opción preferencial por la humildad y la pobreza, y la solidaridad con las víctimas está presente en amplias franjas territoriales. Entre esos sectores está, por ejemplo, los integrantes de la Compañía de Jesús y numerosos franciscanos que hacen del acompañamiento a las víctimas un auténtico ministerio de vida.

Por ello es tan relevante el conjunto de nuevas medidas anunciadas en la nueva carta emitida por el Papa Francisco, quien implementó nuevas medidas respecto de grupos que actúan al interior de la Iglesia y que históricamente han sido identificados con los sectores más conservadores y también más elitistas, al grado que una acusación por Simonía no sería para nada exagerada.

La determinación papal implica que al Opus Dei se le retira el rango de Obispo a la prelatura personal que se le confiere, es decir, será un sacerdote con rango de Reverendo, por lo que prácticamente, en términos políticos y económicos, se les retira el amplio margen de autonomía con que se habían manejado desde su fundación hace un siglo.

La segunda determinación que es muy relevante asociada a la nueva Carta Apostólica Desiderio Desideravi es el nombramiento de tres mujeres en posiciones ejecutivas al interior de la llamada Congregación de los Obispos; pues si bien la prerrogativa de un nombramiento de esa magnitud sigue siendo exclusiva para los hombres, habrá por primera vez este grupo de tres mujeres revisando las propuestas de los Obispos en cada país.

El Papa Francisco abre así un nuevo capítulo en la larga lista de cambios que se han venido dando al interior de la jerarquía católica, y en la cual, como se sabe, interactúan poderosos grupos de interés político, económico e ideológico; y donde en muy pocas ocasiones se han abierto posibilidades de incidencia real -como es ahora- a los grupos que históricamente han sido marginados, en la gran mayoría de los casos de los sectores de mayor humildad y compromiso genuino con el mensaje original de Jesús de Nazaret.

Es difícil pensar que, con esta medida podría decirse adiós al Opus Dei, pero lo cierto es que el mensaje papal es que está dispuesto, en los últimos días de su presencia como máximo jerarca de la Iglesia, a ir hasta donde le sea posible para minar los espacios de poder y privilegio que mantienen grupos como el señalado, pero otros más que actúan de manera muy preminente en otros países, tanto en América Latina como en el resto del mundo con presencia católica.

Para México la decisión cobra especial dimensión porque el Opus Dei tiene una presencia muy relevante en varios espacios, y emblemáticamente en la Universidad Panamericana de la cual, hay que recordar, es egresado nada menos que el expresidente Enrique Peña Nieto, donde protagonizó uno de sus múltiples escándalos, pues se acreditó que plagió una parte de su tesis.

En México, la mayoría de la población sigue identificándose como católica. En efecto, según los datos del Censo de Población y Vivienda, 2020, indican que un total de 97.86 millones de personas se declaran católicas, cifra que representa el 77% de la población nacional, la proporción más baja de la historia.

Es difícil creer que los grupos afectados por las decisiones del Papa Francisco no vayan a tener una reacción y, de cara a la sucesión papal, busquen regresar literalmente por sus fueros e intentar revertir las medidas impulsadas por Francisco. Si lo logran, lo que es seguro es que la tendencia de pérdida de su presencia, al menos en México, seguirá acentuándose porque si algo es claro, ha sido la incapacidad de la jerarquía católica de leer los profundos cambios educativos, culturales y sociales de nuestro país.

El asesinato reciente e indignante de los sacerdotes jesuitas en Chihuahua, y la inteligente reacción de la Compañía de Jesús y de otros grupos al interior de la Iglesia Católica, en el sentido de convocar a un diálogo nacional por la paz y la reconciliación, es muestra del vigor y capacidad de reacción de los grupos más progresistas al interior de esa institución, pero sobre todo, del rumbo que debería tomar si de verdad hay un compromiso con los mejores y más profundos valores del cristianismo.

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Investigador del PUED-UNAM

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