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Si Mario Delgado no logra ganar la presidencia de Morena en el proceso de designación por encuesta ordenado por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), habrá fallado, por segunda vez, en montarse en la ola, pese al decidido impulso de Marcelo Ebrard.
Economista egresado del ITAM, Delgado se vinculó políticamente con Ebrard desde que éste encabezaba la Secretaría de Seguridad Pública del entonces Distrito Federal (2002-2004), durante la Jefatura de Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Allí, el colimense se desempeñó como director de informática y estadística.
Cuando Ebrard sucedió a López Obrador en el gobierno capitalino fue designado secretario de Finanzas, cargo que ejerció entre el 5 de diciembre de 2006 y el 30 de julio de 2010. Ese día, Ebrard realizó varios cambios en su gabinete y movió a Delgado a la Secretaría de Educación.
Hasta ese momento, el hoy jefe de los diputados federales de Morena sonaba como el más firme aspirante a suceder a Ebrard en la Jefatura de Gobierno. La idea de cambiar a Delgado de Finanzas a Educación era darle una imagen menos neoliberal para proyectarlo como candidato del PRD.
Sin embargo, pese a tener el claro apoyo de Ebrard y presencia en los medios de comunicación, Delgado simplemente no creció. Cuando se aplicaban encuestas para medir la popularidad de quienes aspiraban a la Jefatura de Gobierno, salía por debajo de Alejandra Barrales, la entonces lideresa de la Asamblea Legislativa, y del procurador de Justicia capitalino, Miguel Ángel Mancera.
Viendo que su caballo estaba delgado —es decir, flaco— Ebrard tomó la decisión de impulsar a Mancera. Como premio de consolación, Mario Delgado se convirtió en senador de la República.
Como conté hace unos días en este espacio, López Obrador y Ebrard tienen un acuerdo desde noviembre de 2011, cuando el segundo cedió el paso al primero para que fuera nuevamente candidato presidencial. Las circunstancias evitaron que Ebrard se convirtiera en el aspirante de la izquierda en 2018, pero hoy no hay nada que impida que en 2024 el canciller pueda hacer válido aquel pacto.
Eso comenzó a construirse con motivo de la renovación de la dirigencia de Morena. Conociendo la manera en que se realizan las elecciones internas en la izquierda, López Obrador sugirió a sus correligionarios resolver la disputa por la dirigencia del partido mediante una encuesta. El TEPJF, al que el Presidente se ha echado al plato —como hizo la semana pasada con la Suprema Corte—, entendió la sugerencia como deseo y ordenó al INE realizar la encuesta, pese a que los estatutos de Morena no prevén tal cosa.
Como aspirante a la dirigencia apareció Delgado, impulsado, naturalmente, por Ebrard. Pero el problema es que un centenar de militantes se anotó para contender por los cargos de presidente y secretario general.
Eso, y la regla de paridad de género, obligó al INE a realizar una encuesta de reconocimiento (era imposible preguntar a un encuestado por cien nombres) a fin de limitar el número de aspirantes. Y ahí quedó en primer lugar, por amplia mayoría, Porfirio Muñoz Ledo, aspirante a la presidencia de Morena, quien duplicó en reconocimiento a Delgado, pese a que éste ha hecho una muy agresiva campaña en los medios y en anuncios espectaculares, donde le dio por presentarse como Mario Morena, buscando, no sé por qué, la asociación con Cantinflas.
La mala sangre que se generó en días recientes entre Muñoz Ledo y Ebrard ha prendido las luces de alarma en Palacio Nacional. Muñoz Ledo, quien se hace llamar candidato de los puros o radicales, podría ganar la dirigencia del partido y echar a perder los planes de los que Delgado era parte. Pero ahí salió al rescate el Tribunal Electoral. El domingo por la noche, Delgado denunció que el TEPJF consideraba tumbar el proceso —con el pretexto de que el INE ha hecho un mal trabajo—y dejar a la actual dirigencia partidista, que encabeza Alfonso Ramírez Cuéllar. Incluso, mostró en redes sociales un anteproyecto para tal efecto.
Si el Tribunal tira la encuesta, habrá hecho fracasar a Delgado por segunda vez, pero habrá salvado, por ahora, el proyecto de hacer candidato presidencial a Ebrard en 2024, para lo cual sería preferible contar con el membrete de Morena.