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AMLO SE ACUERDA DE ZAPATERO, PERO BIDEN SE ACORDARÁ DE ÉL

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Han transcurrido diez días desde las elecciones presidenciales en Estados Unidos y el presidente Donald Trump sigue alegando –igual que algunos de sus más cercanos colaboradores– que él ganó la contienda y que el Partido Demócrata pretende robarle el triunfo.

Eso, pese a que los estados donde sí ganó Trump apenas suman 217 votos electorales –de los 270 que requiere para ser nombrado presidente para el siguiente cuatrienio– y aquellos donde aún no hay un resultado formal –Arizona, Carolina del Norte y Georgia– apenas suman 42 votos electorales en total.

Para que Trump pueda reelegirse, necesita ganar esos tres estados y, además, algún otro. Por eso, su equipo legal está presentando recursos en el estado de Pensilvania, que Trump se llevó en 2016, esperando revertir la ventaja de 54 mil votos que Joe Biden obtuvo allí al completarse el cómputo.

Es decir, ganar Pensilvania resulta indispensable para Trump, aunque no es suficiente, pues también necesitaría remontar la ventaja de Biden en Georgia, donde se hará un recuento manual, y en Arizona siguen contando los votos.

Como se ve, el reclamo de Trump pende de un hilo –y son, más bien, otras razones las que mantienen al presidente en pie de guerra, como asegurar el control del Partido Republicano–, pero el gobierno de México alega que el proceso electoral en Estados Unidos no ha concluido y así justifica no haber felicitado a Joe Biden, como ya han hecho, según mis cuentas, 120 jefes de Estado y/o de gobierno, de manera personal, en redes sociales.    

Si se mira de cerca, Trump no ha presentado evidencia alguna para sostener su afirmación de que ganó. El martes pasado, en la Corte de Apelaciones Comunes de Montgomery –uno de los 67 condados de Pensilvania–, el juez Richard P. Haaz preguntó al abogado Jonathan Goldstein, del equipo de campaña de Trump, sobre los motivos para pedir la nulidad de 592 boletas que llegaron por correo.

En EU, los abogados se exponen a fuertes sanciones e incluso a perder su licencia si presentan demandas no fundamentadas.

—¿Alega usted que hay fraude en conexión con estas 592 boletas impugnadas? –preguntó el juez.

—Que yo sepa, no –respondió Goldstein.

—Le estoy preguntando algo específicamente y quiero una respuesta puntual. ¿Alega usted que hubo alguna influencia ilegal o impropia sobre los electores en relación con esas 592 boletas? –insistió Haaz.

—Que yo sepa, no ‒repitió el abogado.

Una cosa es afirmar en los medios que hubo trampa y otra cosa es sostenerlo ante los tribunales.

Los abogados de Trump han sido incapaces de demostrar que hubo fraude electoral sistemático o masivo, fuera de algunas inconsistencias que pueden aparecer en cualquier proceso electoral.

Al detener su felicitación a Joe Biden, el gobierno de México está claramente interviniendo a favor de Donald Trump, quien tiene razones para no reconocer el triunfo de su rival. Es decir, el gobierno mexicano está haciendo exactamente lo opuesto de lo que dice.

¿Por qué lo hace? Cualquier respuesta caería en la especulación, pero lo indudable es que, con su negativa a reconocer la victoria de Biden, México se está poniendo, vergonzosamente, del lado de países con gobierno autoritario o con ínfulas despóticas.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho que la postura de México tiene que ver con la prudencia o con no actuar como “colonia”. Quizá no se da cuenta que decir eso es llamar imprudentes y colonizados a 120 líderes del mundo.

Mientras más tiempo deje pasar, menos espacio tendrá el gobierno mexicano para hacer lo correcto.

Hace unos días, López Obrador decía ‒al comparar la situación poselectoral en Estados Unidos con el “fraude” de 2006 en México‒ que él todavía se acuerda de cómo el entonces presidente español José Luis Rodríguez Zapatero felicitó a Felipe Calderón antes de que se hubiesen resuelto los recursos legales. Si él aún tiene eso en la memoria, bien puede imaginarse lo que se guardará Joe Biden durante los próximos cuatro años.

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