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Arde Tláhuac y deja en cenizas las aspiraciones de Mancera al 2018

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Mancera, adiós a los Pinos

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País sin Alas 

 

* El Jefe de Gobierno insiste en negar la presencia de cárteles en la CDMX para no dañar su candidatura a la Presidencia, pero los hechos lo contradicen: el Cártel de Tláhuac es una poderosa organización que a la par  de La Unión de Tepito, se han adueñado de delegaciones enteras ante la complicidad de funcionarios de su gabinete

 

Por El Vocero de Chinameca

Especial para Expediente Ultra

 

Ardió Tláhuac…y  a su lado, Miguel Ángel Mancera.

Confundidas entre las cenizas de los tres camiones de pasajeros y uno más de volteo que fueron devorados por las llamas,  quedaron calcinadas  sus aspiraciones presidenciales.

En la víspera, sonriente  y a lomo de caballo, el Jefe de Gobierno se integró a las Cabalgatas Villistas 2017, en el municipio de Parral, Chihuahua, a cuyas autoridades donó cinco patrullas para ayudarlas en el combate a la inseguridad.

Dadivoso como anda el Presidente de la CONAGO, no quiso hacer menos al ayuntamiento de Ciudad Juárez al que obsequió seis patrullas más,  como si esas once unidades,  más las ofrecidas a la alcaldía de Acapulco  no hicieran falta en una ciudad devorada por la violencia y la inseguridad.

Ciudad en llamas y el Jefe de Gobierno minimiza los hechos

Lo registrado en Tláhuac es demoledor para un político que hace seis años obtuvo  la nominación perredista y el triunfo en las urnas, en razón de los resultados contra la inseguridad  alcanzados como procurador capitalino.  Ahora, la ciudadanía que le llevó al cargo desaprueba con razón su frívolo proceder al mostrarse más interesado en sus aspiraciones presidenciales que en atender a una ciudad en llamas.

Su credibilidad está por los suelos y los bajos índices de aceptación se los ha ganado a pulso. Mancera se convirtió  al paso del tiempo  en un consumado demagogo y  un obstinado mitómano: cuando en la metrópoli aparecieron las primeras ejecuciones y se encendieron las alarmas por la presencia de poderosos cárteles, el Jefe de Gobierno dijo una y otra vez que en la CDMX  no operaba el crimen organizado.

Hace unos meses reiteró su negativa a pesar de tener a la vista  las tropelías  del Cártel de “La Unión”  de Tepito que se ha apoderado de las calles del Centro Histórico a través del despojo y la extorsión en su modalidad de “cobro de piso”. Hay infinidad de casos donde dueños  de inmuebles, bodegas y locales comerciales han sido obligados a entregar sus propiedades a esta extendida mafia. Imposible concebir su operación sin la complicidad de altos funcionarios de su gobierno. A sus miembros nadie se atreve a tocarlos  ni con el pétalo de una orden de aprehensión.

Paz y armonía, ficciones del delegado

Pero es de manera indudable su incapacidad para atender y reconocer los problemas de gran calado lo que más irrita a una sociedad golpeada de manera cotidiana tanto por la delincuencia como por las propias autoridades mediante chantajes  oficializados como las fotomultas, las grúas y hasta las llamadas patrullas ecológicas.

Luego del enfrentamiento con el llamado Cártel de Tláhuac  donde murió su líder, Felipe de Jesús Pérez Luna, (a) “El Ojos” y siete de sus pistolero a manos de  fuerzas federales, con los elementos de la Marina al frente, Miguel Ángel Mancera, salió a decir en los noticieros nocturnos que  la poderosa mafia que ha asolado desde hace más de una década  a los habitantes no sólo de esa demarcación sino de otras más como Xochimilco, Iztapalapa, Milpa Alta y Álvaro Obregón y a municipios conurbados, entre ellos, Nezahualcóyotl y  Chalco, no se le puede dar propiamente el calificativo de “cártel”, pues a su parecer, se trata de una red de narcomenudistas.

¿Red de narcomenudistas, señor Mancera?

De tomar por ciertas las palabras del desubicado  aspirante presidencial, el operativo de las fuerzas federales registrado en Tláhuac, sentará un precedente en la historia de la lucha antinarcóticos pues será la primera vez que para enfrentar a narcomenudistas se realice un despliegue de tal naturaleza, con vehículos artillados y blindados,  donde participen de manera conjunta la Marina, las fuerzas federales y la policía local. Sí así se ponen las cosas con simples “narcomenudistas”, ¿cómo estarán cuando operen verdaderos cárteles?

El Ojos operó por años con la complacencia de las autoridades capitalinas

¿Por qué mentir ante las evidencias, señor precandidato? ¿Cree acaso que los capitalinos son tontos, ingenuos o ciegos?

La capacidad de reacción mostrada por el grupo delictivo es similar a la que los citadinos habían visto por los noticieros en ciudades como Reynosa, Nuevo Laredo, Guadalajara, por mencionar algunos ejemplos,  pero observar  esas escenas de narcobloqueos con camiones incendiados  en la Ciudad de México y decir que fueron  obra de simples narcomenudistas, nadie lo cree.

De acuerdo a las labores de inteligencia federal, “El Ojos” operaba desde el 2002, pero  inició su  crecimiento exponencial a la llegada de Mancera al cargo, en 2012. En su haber delictivo acumuló más de 20 homicidios y 30 desapariciones forzadas; delitos del orden común que le pasaron al Jefe de Gobierno y sus funcionarios como el día y la noche. Sin novedad.

En medio del infierno desatado en la demarcación, Mancera buscó salir lo menos chamuscado y declaró que tenía conocimiento del operativo desde hacía meses, por lo que su gobierno actuó  al lado de la Marina. En mayo pasado se dieron dos detenciones, al parecer sin conexión alguna: la de Dámaso López Núñez, (a)  El Lic, escindido del Cártel del Pacífico con el cual colaboró por años al lado de su Jefe, El Chapo Guzmán, y enfrentado con los vástagos  del legendario capo; y la de Miguel Ángel Pérez, (a) El Micky, hijo de “El Ojos”. Al primero se la aprehendió en un departamento de la colonia Anzures, el 2 de mayo y al segundo el día 23 en el evento Aca Moto 2017, celebrado en el puerto de Acapulco.

Hay otras dos detenciones que unen ambos casos y  echan por tierra la teoría de la red de “narcomenudistas”  del tatemado Jefe de Gobierno. Días después de la captura de Dámaso Lopez, también cayeron seis sujetos identificados como escoltas de su hijo, Damaso López Serrano, el Mini Lic y heredero del coto de poder de su padre.  A uno de los pistoleros, las fuerzas federales lo detuvieron en la colonia Tlaltenango de la Delegación Tláhuac y a los otros cinco en la Colonia Jardínes de Xochimilco; ambas demarcaciones bajo la férula del Cártel operado por “El Ojos”.

¿Mera coincidencia? Todo apunta a que no. Y seguramente  la información empezará  a fluir para confirmar la presunción de que  ambas propiedades eran casas de seguridad del Cártel de Tláhuac; es decir, que la red de narcomenudistas del trasnochado Jefe de Gobierno, ya formaba parte de las grandes ligas del crimen organizado. Los capos mayores no sólo se estaban refugiando en la capital del país, sino que en sociedad con mafiosos como “El Ojos”, ya operaban en forma.

Sobre  el inédito suceso habrá  mucho de qué hablar y qué explicar todavía. Las piezas que unen el rompecabezas de la complicidad empiezan a unirse y las causas de la  renuncia del ex procurador, Rodolfo Ríos Garza, en junio pasado, parecen no ser precisamente las violaciones al debido proceso en la investigación sobre el asesinato  de cinco  personas en un departamento de Narvarte, registrado el 31 de julio del 2015 y que le valió al ex funcionario capitalino una recomendación de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), sino la colusión que mantuvo todos estos años con redes de “narcomenudistas” como el Cártel de Tláhuac , “La Unión” de Tepito y células de La Familia Michoacana,  grupo  delincuencial a la baja, pero no menos peligroso.

El aspirante presidencial debe andar con sumo cuidado sobre las ruinas dejadas por la estela de violencia dejada a su paso en Tláhuac  tras el operativo federal y el deceso de “El Ojos”. Además de que su procurador se cruzó de brazos permitiendo la consolidación y crecimiento de estas bien organizadas bandas de maleantes, hay otro alto funcionario, algo así como “El Padrino”, que  ejerciendo el poder tras el trono, primero desde su despacho en  el Palacio del Ayuntamiento y después empoderado en   una de las dependencias del gobierno capitalino, tejió alianzas con los líderes de estas mafias, seguramente con el objetivo de allegarse recursos con miras a solventar los gastos de las  cercanas sucesiones en la CDMX  y la presidencia de la República.  De manera extraoficial, se le  ubica como amigo cercano al abatido Felipe de Jesús Pérez. ¿Sabrá Mancera  de este peligroso entramado que puede hacer añicos sus planes al 2018?

Por cierto que otro de los despistados en el escenario de violencia en Tláhuac, el delegado de Morena, Rigoberto Salgado Vásquez, salió a calificar de “infamia” la versión de que “El Ojos” pagó  su campaña en 2015, agregando en su defensa no haber sido notificado del operativo, aún cuando hacía meses, dijo,  había alertado al gobierno central  de las irregularidades con que operaban los moto y bicitaxis en su jurisdicción.

Con la lumbre en los aparejos, Mancera salió a decir que no existía investigación alguna en contra del Jefe Delegacional, pero éste se desbarrancó solito al ponderar que la suya, era “una demarcación segura y gobernable”. Por supuesto, como al aspirante a Los Pinos, nadie le creyó. Tláhuac, Iztapalapa y  otras  demarcaciones, entre ellas Gustavo A. Madero,  tienen  gobiernos paralelos donde quienes realmente mandan son las insignificantes redes de “narcomenudistas” que, al decir del Jefe de Gobierno, distan mucho de ser cárteles pero son capaces de generar una violencia con narcobloqueos, suspensión de actividades escolares  y toda la parafernalia de terror del  crimen organizado. Y negando tan  abrumadora realidad quiere ser Presidente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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