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CUIDADO CON LAS MAÑANERAS

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El mes que entra se cumplirán dos décadas de la elección de gobernador de Tabasco del 2000, la primera de tres votaciones de su tipo anuladas por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). El 15 de octubre de aquel año se llevaron a cabo los comicios en los que contendieron en las urnas el priista Manuel Andrade y el perredista César Raúl Ojeda, entre otros candidatos.

El primero ganó, de acuerdo con el cómputo oficial, por una diferencia de 7 mil 155 votos o 0.09 puntos porcentuales. Sin embargo, al revisar una impugnación, presentada de manera conjunta por el PRD y el PAN, el TEPJF resolvió revocar la constancia de mayoría de Andrade y anular las elecciones.

El PRD había intentado, sin éxito, que el Tribunal invalidara un número suficiente de casillas que implicara la anulación del proceso, pero las impugnaciones no habían prosperado.

Como último recurso, perredistas y panistas recurrieron a un alegato que no tenía antecedentes en el sistema político mexicano: que el proceso electoral había carecido de condiciones básicas de equidad entre los partidos participantes.

La argumentación, en la que incluso se citaba al politólogo Norberto Bobbio, aducía que un electorado objeto de manipulación no poseía libertad para elegir. Y que el instituto electoral local permitió la violación de los principios de equidad y objetividad al tolerar un notorio desequilibrio en los medios de comunicación a favor del PRI en los tiempos y la calidad de la información concedidos a los partidos.

Asimismo, citaba como factor central de la inequidad la cobertura realizada por el canal local Televisión Tabasqueña, el cual “negó sistemáticamente el acceso a la publicidad” a los candidatos opositores.

La argumentación convenció al magistrado ponente, Mauro Miguel Reyes Zapata, quien propuso la anulación de la elección. El proyecto fue aprobado por cuatro votos contra dos, unos días antes de la toma de posesión. En ese momento, Andrade no pudo asumir la gubernatura.

El gobierno del presidente López Obrador, que sin duda tiene presente ese antecedente, debiera irse con pies de plomo durante el proceso electoral federal que se inició ayer, pues la oposición ya tiene en la mira las conferencias mañaneras del Ejecutivo como factor de inequidad.

El año pasado, cuando se celebraron elecciones locales en siete estados, la transmisión íntegra de las mañaneras fue suspendida en dichas entidades durante el llamado “periodo de reflexión” que se da entre el fin de las campañas y la jornada electoral. La razón fue que las conferencias presidenciales son consideradas propaganda gubernamental.

Con base en eso, hace unos días la Comisión de Quejas del Instituto Nacional Electoral (INE) ordenó que se bajaran las mañaneras en Hidalgo y Coahuila —estados que irán a las urnas el próximo 18 de octubre— en cuanto comenzaran las campañas.

Casi de inmediato el Presidente se quejó de la decisión del INE y dijo que presentaría una queja ante el Tribunal Electoral. Con extraordinaria prontitud, el TEPJF ordenó al INE que retirara la restricción. Y aunque López Obrador interpretó que los magistrados le habían dado la razón, en el sentido de que las mañaneras no constituían propaganda, en realidad la orden se debió a que la queja presentada ante el INE no se había referido específicamente a las mañaneras.

Sin embargo, el asunto no ha concluido. La oposición seguramente insistirá en que las conferencias no se transmitan íntegras durante los tiempos de campaña. Éstas serán muy breves en Coahuila e Hidalgo, pero el tema volverá en la próxima primavera o antes, en previsión del inicio de las campañas federales y locales de 2021.

Además, en función de lo sucedido en Tabasco hace 20 años, estaría en condiciones de alegar que el Presidente comete regularmente actos de inequidad contra los opositores en sus peroratas mañaneras, cuya transmisión se realiza con fondos públicos. Y sobrarán frases y palabras para probarlo.

 buscapiés

El rey francés Luis IX —o san Luis rey, quien murió durante la octava Cruzada, en 1270— solía sentarse al pie de un roble para impartir justicia. No sé por qué me acordé de eso.

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