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En una semana, el presidente Andrés Manuel López Obrador cumplirá dos años en el poder.
Será tiempo de balances, sin duda, pero, de manera más importante, llegará el momento en que, a decir del propio Ejecutivo, se habrán sentado ya las bases del proyecto que impulsa su gobierno.
“En diciembre del próximo año —afirmó en su conferencia mañanera del 6 de noviembre de 2019— estará terminada la obra de transformación”. Ese lapso, agregó aquella vez, era tiempo suficiente. “Dos años, éste y uno más; o sea, que ya en diciembre del próximo año (2020) ya está listo (…) Nada más falta un año, falta poco”.
¿Qué significa terminar la obra de transformación? ¿Quiere decir que, a partir de la próxima semana, el Presidente dejará de señalar al pasado como causa de lo que sucede en México? Seguramente no, pero más allá de eso, una administración que ya recorrió casi 35% de su periodo tendrá cada vez más dificultades para explicar por qué algunas de las grandes promesas de la campaña electoral no se han materializado.
Un ejemplo es la inseguridad. La semana pasada, durante una mañanera dedicada al tema, el encargado de despacho del área, Ricardo Mejía Berdeja, admitió que los homicidios dolosos en el país no han decrecido y que, por el contrario, el mes de octubre mostró un incremento de 211 víctimas de homicidio a nivel nacional respecto de septiembre.
En noviembre de 2019, al pedir que los mexicanos esperaran a que se cumplieran dos años de gobierno para dar por terminada la transformación del país, el Presidente también solicitó el mismo lapso para terminar con la inseguridad. “¿Cuál es nuestro compromiso? Primero, cambiar esta realidad de inseguridad y de violencia, garantizando la paz, garantizando la tranquilidad, ya no teniendo como estrategia fundamental el uso de la fuerza, sino atendiendo las causas que originaron la inseguridad y la violencia, que haya trabajo, que haya buenos salarios”.
Añadió: “México, en todo el periodo neoliberal, fue el país del mundo en donde más se disminuyeron los salarios de los trabajadores”.
Pero veamos qué ha pasado en estos dos años. En 2019, el PIB del país decreció 0.1%, la primera vez que la economía del país caía en una década. Y este año se espera que se contraiga 9%, lo que significa, en cálculos del FMI, una reducción de 220 mil millones de dólares, cosa que impactará el ingreso per cápita.
En su reporte del tercer trimestre de este año, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Inegi da cuenta de una disminución de 3.6 millones de personas en la Población Económicamente Activa, y otra en la población ocupada, de 4.2 millones. La misma fuente reportó que a 32 millones de mexicanos no les alcanza el sueldo para lo básico, pues perciben dos salarios mínimos al día, o menos, y sus ingresos están por debajo de los 7 mil 393 pesos al mes requeridos para satisfacer sus necesidades fundamentales.
Puede alegarse, con mucha razón, que el país se ha visto afectado por la pandemia de covid, igual que prácticamente todas las naciones del mundo, las cuales han visto contracciones en su economía.
Sin embargo, al comentar este suceso —que ha dejado más de 100 mil muertos en cifras oficiales y quizá más de 200 mil en cifras reales—, el Presidente ha dicho que esta emergencia de salud ha caído a México “como anillo al dedo”, frase que repitió, hace apenas unos días, la secretaria de la Función Pública.
Como digo, la pandemia ha golpeado vastas regiones del mundo. Sin embargo, de acuerdo con los mismos pronósticos del FMI —de octubre pasado—, habrá naciones que saldrán mejor libradas que México: Chile, -6.0%; Alemania, -6.0%; Brasil, -5.8%; Arabia Saudita, -5.4%; Turquía, -5.0%; Estados Unidos, -4.3%; Rusia, -4.1%; Corea del Sur, -1.9%; Indonesia (que a fin de año rebasará a México como la 15ª economía del mundo), -1.5%, y Vietnam, que crecerá 1.6 por ciento.
El segundo aniversario del gobierno —una meta que el propio Presidente se puso— debiera ser la oportunidad para evaluar fortalezas y debilidades y cambiar sobre la marcha lo que no está funcionando.