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EL BAÑO DE SANGRE

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*Las centenas de asesinatos cometidos diariamente en nuestro país, así como el número de terror en los casos de feminicidios, no pueden adoptar carta de naturalidad en nuestra nación

Por Antonio Ortigoza Vázquez/@ortigoza2010

El pueblo mexicano, incluso el mundo, ve, observa con angustia, como las calles, carreteras, caminos vecinales, centros turísticos, plazas comerciales, ciudades completas de nuestro México, aún son un matadero, una carnicería humana, en esos lugares la violencia es brutal. El terror es el ambiente que se respira.  

Esa violencia, ese terror, intenta que nos acostumbremos como sociedad a la ferocidad de los grupos criminales; hoy, los índices de asesinatos han rebasado todas las cifras del pasado, las aceptemos o no, implícitamente, como parte íntima y pariente de una normalidad de la vida nacional.

Esa violencia incontrolable se nutre y crece ante el vacío de autoridad, con una dramática insuficiencia  moral y ética en el ejercicio del poder del Estado.

Esta violencia no es política. No es una violencia revolucionaria aunque, si fuera ubicada en la historia, sería la expresión de la presencia de un arreglo entre los poderes de facto existente en nuestro país.

No tenemos que reflexionar en nada, menos analizar el porqué de esta creciente barbarie de terror que se vive hoy en día, el baño de sangre ahí está es el saldo de la guerra que viven los ejércitos del crimen organizado, hoy incrustados al pueblo por el propio Don López.

El comercio ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas, no solo es el que se dedica a la exportación, esas empresas u organizaciones ya no solo es su negocio el trasiego transnacional de esas sustancias, pues en nuestra nación el consumo de drogas vive niveles escalofriantes  

Así las cosas, el  crimen organizado ha descubierto un mercado fértil para su comercio abominable que acusa ya ser un negocio hacendoso, que es de los consumidores mexicanos de estupefacientes y psicotrópicos, así como una gran parte del turismo que nos visita, sin respetar si  son niños, adolescentes y adultos; es decir, nuestra juventud.

Hoy, nuestra juventud está dopada, los jóvenes mexicanos son oro molido para esos grupos delincuenciales, pero debemos estar conscientes que esa juventud es el recurso humano más valioso que podemos tener como nación, no basta con programas asistenciales cuando esa juventud vive en una jungla de barbaries, en un país con cero crecimiento económico y con una generación de empleos prácticamente nula.

Hoy, ese problema de dopaje, ya es una cuestión de salud pública de dimensiones escalofriantes, que el estado, Don López, por razones incomprensibles dan  muestra de una ineptitud exagerada por parte  de su gabinete de seguridad

Y ante el enorme problema de salud pública,  emerge otro hecho real y corrosivo: el dopaje  transversal entre los estratos y capas de la sociedad, provocado por un presidente empedernido a crear una división entre los mexicanos.

Esa división son estamentos, que los han hecho emerger los que hoy gobiernan a México en la economía, la vida política y social y la cultura. No desechemos que en una sociedad muy clasista como la nuestra hay una clase imperiosa en mantener un encono social.

Así las cosas, hoy el gobierno dominante destina al país una gran influencia  por los  valores ideológicos, filosóficos y políticos e incluso religiosos,  que privilegian un realismo carente de esencia moral y ética que incita a vivir  bajo premisas antisociales.

Precisemos que esa conducta antisocial es aquella que privilegia los deseos de un gobernante, en este caso Don López, que sus mentiras o verdades a medias, su ironía y falta de proyecto de nación ha creado un debate, no en las clases políticas, sino en el propio pueblo.

Así las cosas, hoy el gobierno es un espectador ante el baño de sangre, sus discursos empeñados a que en México se vive en una supuesta tranquilidad social han provocado,  que nuevamente, el “monstruo de mil cabezas” salga a escupir baños de sangre.

De ello las organizaciones dedicadas al tráfico ilícito de estupefacientes y psicotrópicos han  encontrado un vacío de poder en las fuerzas del orden federales, pues el Estado ante su simulación de combate al crimen organizado, ha permitido la reorganización y fortalecimiento de estos varones del narcotráfico.

La apatía que, aparentemente existía en el pueblo mexicano, hoy es una realidad, ese pueblo observa con terror las masacres, las muertes de mujeres, de niños  que se dan ante el vacío de una autoridad moral y de voluntad, sumada ante la falta de ética constitucional de un Presidente, que es feliz, feliz y más que feliz.

Acostumbrarse a la violencia no implica aceptarla.

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