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Escrito por: Saúl Arellano
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) presentó, en el marco de la conmemoración del Día Mundial de la Niña y el Niño, el titulado Estado Mundial de la Infancia 2024. En dicho documento se documenta la crítica situación en que sobreviven millones de niñas y niños en el orbe,
Se trata de una condición que definitivamente no puede considerarse como “un dato más” en el marco de las condiciones socioeconómicas del mundo, sino antes bien como el resultado de una estructura social y económica que, pese a décadas de compromiso normativo, sigue priorizando intereses corporativos y nacionales por encima de los derechos humanos fundamentales, perpetuando desigualdades y exclusión, en detrimento del bienestar y la violación sistemática de los derechos humanos de la niñez.
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El informe identifica tres mega-tendencias determinantes de esa situación: los cambios demográficos, las crisis climáticas y medioambientales, y las tecnologías emergentes. Estas tendencias generan impactos desiguales, exponiendo a millones de niñas y niños a vulnerabilidades que son en su mayoría, prevenibles y, sobre todo, evitables. Por ejemplo, el informe señala que desde el 2022 ha habido 400 millones de niñas y niños en el mundo, cuyas escuelas han tenido que cerrarse, total o temporalmente, debido a emergencias climáticas.
Asimismo, casi la mitad de la infancia global vive en países de alto riesgo climático, con efectos devastadores en su salud física, emocional y educativa. Este contexto refleja un uso irracional y depredador de los recursos naturales y humanos, desde el cual se ignora sistemáticamente las necesidades y los derechos tanto de la especie humana como de las especies no humanas que dependen de nuestra actuación y responsabilidad para no extinguirse o para no enfrentar pérdidas irreparables de los ecosistemas de los que forman parte.
Sobre este particular, el informe de UNICEF señala que, de continuar las tendencias actuales, en el 2050: a) la cifra de niños y niñas expuestos a olas de calor extremas será 8 veces mayor; b) los niños y las niñas expuestos a inundaciones provocadas por la crecida de los ríos será 3,1 veces mayor; c) la cifra de niños y niñas expuestos a incendios forestales extremos será 1,7 veces mayor; d) la cifra de niños y niñas expuestos a sequías extremas será 1,3 veces mayor; e) la cifra de niños y niñas expuestos a ciclones tropicales extremos será 1,2 veces mayor.
El informe advierte también que los avances tecnológicos, pese a su potencial para mejorar la vida de los niños y niñas, están exacerban las desigualdades debido a barreras de acceso, como ocurre en países de ingresos bajos donde solo el 26% de la población tiene acceso a internet, frente a un 95% que se registra en países ricos. Esta exclusión digital perpetúa una brecha de oportunidades que alimenta la reproducción de sistemas opresivos.
Otros datos alarmantes se encuentran en las siguientes proyecciones, igualmente hacia 2050: a) un 23% de los niños y niñas del mundo vivirán en los 28 países que actualmente se encuentran en la categoría de ingresos bajos, lo que representa un incremento de más del doble con respecto a la proporción registrada en esos países en la década de 2000 (11%).
El informe advierte además que la mayoría de niñas y niños en el mundo vivirán en zonas urbanas: a) Se prevé que cerca del 60% de la infancia mundial vivirá en entornos urbanos en 2050, frente a un 44% en la década de 2000; b) en 2050, la región de América Latina y el Caribe seguirá presentando la mayor proporción de niños y niñas en entornos urbanos (84%), mientras que África Oriental y Meridional está en vías de seguir siendo la menos urbanizada (45%); c) en África Occidental y Central, el número de niños y niñas que viven en zonas urbanas pasará de 63 millones en la década de 2000 a 209 millones en la de 2050, una cifra más de tres veces mayor.
El caso mexicano, ilustrado con datos del análisis de mortalidad infantil presentado por México Social, revela las enormes inequidades que se mantienen en contra de la niñez, y que se reflejan en indicadores como la tasa de mortalidad infantil, la cual se encuentra en su nivel más alto en los últimos cinco años; así como las tasas de mortalidad en menores de cinco años por enfermedades diarreicas, respiratorias y por deficiencia nutricional, en las cuales se tienen o bien estancamientos, o bien retrocesos que son, bajo el principio de la no regresividad de los derechos humanos, inaceptables.
Frente a ello, en lugar de abordar de raíz las causas estructurales de estas crisis, las respuestas tienden a ser fragmentadas, orientadas más a la contención que a la transformación.
La solución a este contexto de suma hostilidad contra la niñez no radica únicamente en incrementar la inversión social, sino en repensar las bases mismas de nuestras sociedades. Es necesario un compromiso radical con la justicia social y ambiental, que reconozca a la niñez como eje central de la construcción del futuro.
La garantía universal de los derechos de la niñez, hay que decirlo reiteradamente, implica una profunda transformación en la forma en cómo se entiende al gobierno y cuáles son sus responsabilidades prioritarias; por lo que es urgente pasar de los criterios político-electorales que han prevalecido hasta ahora, para cumplir integralmente el mandato constitucional en materia de derechos humanos, que implican universalidad, integralidad y progresividad en su garantía plena.
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Investigador del PUED-UNAM