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El febrero dorado de Donald Trump

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El presidente Trump vivió ayer un día de ensueño: fue exonerado en el juicio político al que lo sometieron en el Senado de Estados Unidos y alcanzó el punto más alto de su popularidad desde que llegó a la Casa Blanca, así como la mayor aceptación para el manejo de la economía por parte de un mandatario estadunidense en dos décadas.

Por si fuera poco, la oposición demócrata que busca impedir que se quede otro cuatrienio al frente del país fracasó estrepitosamente esta semana en Iowa, primera etapa de la carrera presidencial.

A los demócratas se les cayó el sistema de conteo de los resultados de las asambleas partidistas del lunes 3 en ese estado del Medio Oeste y tardaron un día en poder declarar a un ganador en el proceso interno para designar al candidato presidencial que enfrentará a Trump en noviembre.

Y éste no fue ninguno de los dos aspirantes que, de acuerdo con los expertos, tienen mayores posibilidades de derrotarlo –el senador Bernie Sanders y el ex vicepresidente Joe Biden–, sino un joven ex alcalde de nombre Pete Buttigieg.

Los traspiés de los opositores y lo sorpresivo del desenlace contrastaron con el triunfo arrasador que obtuvo Trump en las asambleas del Partido Republicano en el mismo estado.

Si bien nadie esperaba que los dos contrincantes internos del Presidente –Joe Walsh y Bill Weld– le dieran pelea, el margen con el que ganó Trump (97%) habló del consenso que aquél ha construido en su partido, en el que irrumpió como un extraño en las elecciones primarias de 2016.

Esto se confirmó en el juicio político, pues la bancada republicana tuvo una sola deserción, la del excandidato presidencial Mitt Romney. Al final, las dos acusaciones contra el Presidente fueron desechadas. En el cargo de abuso de poder, por 52 votos a 47 (con el de Romney como excepción), y en el de obstrucción al Congreso por 53 a 47.

Un día antes, el martes, Trump acudió ante el Congreso para presentar su discurso sobre el Estado de la Unión, en el que presumió sus logros económicos –como el pleno empleo, el crecimiento de los índices bursátiles y la sustitución del TLCAN– y, pese a estar en medio de un proceso de destitución, salió bien librado.

La mejor prueba son los índices de popularidad de los que goza: las principales casas encuestadoras dieron a conocer que el Presidente estaba en su mayor nivel de aprobación desde que asumió el poder, en enero de 2017. Gallup lo fijó en 49 por ciento. Asimismo, la aceptación de su desempeño en el manejo de la economía se elevó a 63%, de acuerdo con una encuesta de The Washington Post-ABC News, el mayor nivel desde que Bill Clinton dejó el poder.

Este febrero dorado para Trump parece predecir una campaña de reelección tranquila para el empresario. Sin embargo, la política suele ser caprichosa y él, impredecible y tempestuoso.

El mal paso de los dos contrincantes a los que se veía con mayores posibilidades de vencerlo –Sanders llegó en segundo lugar y Biden, en cuarto– podría incrementar las posibilidades del exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg en la contienda.

Bloomberg podría convertirse en una amenaza real para las aspiraciones de Trump pues 1) tiene mucho dinero disponible para hacer campaña y 2) puede atacar al Presidente con los argumentos de un empresario exitoso. En ambas cosas, dinero y savoir faire en los negocios, Bloomberg tiene mucho más que presumir que Trump.

Otro punto flaco para el republicano es el efecto que podría tener la crisis del coronavirus sobre la economía china. Ésta ha obligado al país asiático a destinar cuantiosos recursos a atender el brote de la enfermedad y podría impedirle cumplir con los acuerdos que Pekín alcanzó con Washington en materia económica: principalmente, comprar una cantidad mayor de productos agrícolas estadunidenses que salen de las zonas rurales donde Trump ha cosechado un gran apoyo político.

En suma, el Presidente parece encaminado a su reelección, pero no se ha escrito la última palabra.

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