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EL MENSAJE DEL PEJELAGARTO

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«La vida no es esperar que pase la tormenta; es aprender a bailar bajo la lluvia…»

Por Samuel Cantón Zetina/@SamuelCanton

¿Por qué el gobierno publicó la foto de Adán y Gatell con el pejelagarto?

Si tenían ganas de degustar la exótica especie -tal vez conocer, en el caso del visitante-, ¿por qué no en privado?

¿Por qué la estancia del epidemiólogo no fue -todo el tiempo- de luto y pesar por las mil 863 muertes del COVID-19 y el dolor de tantas familias?

Con su oficio político -hace 28 años fue subsecretario con Manuel Gurría Ordóñez-, el gobernador sabía muy bien que el tono casi normal de la gira no iba a estar del todo acorde con el intenso drama que el Edén vive por el coronavirus.

¿Por qué se exhibieron con el pejelagarto? ¿Por qué no evitaron las sonrisas en las gráficas? ¿Por qué Gatell -en un estado profundamente lastimado- no renunció ésta vez a las selfies?

No se trataba de pasársela llorando, de uniformarse de negro, de visitar los hogares de la muerte, pero sí de mantener una actitud sobria.

Faltó empatía.

Y, sin embargo, la pregunta continúa: ¿Por qué lo hicieron?

No fue por ignorar las consecuencias, tampoco por negligencia, ni descuido.

Fue a propósito.

Claramente, obedece a la estrategia nacional de regularizar a como dé lugar la vida diaria.

De seguir adelante con todo y COVID.

Por eso la comida fue en un lugar público: “La Cevichería”, que no es caro, ni fifí, ni se localiza en Tabasco 2000.

Hay que regresar a los restaurantes. A nuestras rutinas. Reactivar la economía.

No únicamente no había que esconder las fotografías, sino al contrario: difundirlas al máximo.

Como fue.

Lo del pejelagarto fue escenográfico -símbolo de la gastronomía local-, y no una invitación para consumirlo en específico.

No pueden decir abiertamente a los chocos que salgan en búsqueda de “la nueva normalidad”, porque contradice el exhorto para quedarse en casa, pero en realidad es lo que se impulsa desde la Ciudad de México.

Y se está haciendo, además, en todo el mundo.

Tampoco equivale -¡qué exageración!- a “mandar a la muerte” a la población.

Hay que acostumbrarse a usar la mascarilla, alejarnos de gente que no la lleve, y exigir en lugares públicos su uso obligatorio.

Eso, tajantemente, hasta que haya una vacuna efectiva y probada, y la tenga México.

Demorará un año, si bien nos va.

No hay, no habrá, ni nunca la hubo, fórmula mágica o milagrosa contra el COVID.

Ya sabemos, a raíz de la estadía de Gatell, que no trae pleito con Adán, y que en los hospitales quedan disponibles camas con y sin ventilador.

No vaticinó nada don Hugo, y eso se agradece, porque de antemano sabríamos que no pasará.

El mensaje del pejelagarto…

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