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FRANCISCO RODRÍGUEZ / @pacorodriguez
Se ha dicho ene número de veces: La sobrerrepresentación de Morena y satélites en las Cámaras del Congreso de la Unión para sacar adelante el traído y llevado Plan C son producto de un capricho vengativo de Andrés Manuel López Obrador expuesto con su proverbial terquedad.
Tras ya casi seis años, los mexicanos ya nos percatamos de que ni el carisma ni la retórica de AMLO en sus matinés palaciegas llenas de embustes y diatribas producen el bienestar que tanto cacarea.
Todo lo contrario. Tenemos un régimen autoritario. Una simulación: un autoritarismo con fachada electoral.
La creciente concentración del poder político y económico está en manos de las Fuerzas Armadas y de uno que otro morenista incondicional de López Obrador.
Tenemos, también, el desmantelamiento gradual de los pesos y contrapesos propios de una democracia: órganos constitucionales autónomos, Poder Judicial, INE, empresarios y periodistas, entre otros.
A todos ellos, un día sí y otro también, los insulta, los demoniza protegido por el águila que porta en la banda presidencial –que a estas alturas ya parece buitre o zopilote– y, claro, por el Ejército Nacional, la Marina Armada y, me atrevería a decir, hasta por las milicias bien equipadas y entrenadas de la delincuencia organizada.
Todo ello le da fuerza a López Obrador para presentarse todos los días como un político obstinado que llega incluso al nivel máximo de la terquedad.
Terco, en tres ocasiones buscó ser Presidente de la República.
Terco, pretende que todos demos por buenos los “otros datos” que sólo él sabe de dónde saca o cómo los inventa.
Terco, necio, en sostener a toda costa sus designaciones para la integración del próximo gobierno de Claudia Sheinbaum, sin que ella se atreva a siquiera chistar. Obediente, acepta las imposiciones y las presenta como si fueran propias.
Allá ella, ¿no cree usted?
Bien decía François de la Rochefoucauld que “la pobreza espiritual produce la obstinación”. Que los necios y tercos no creen en lo que está más allá de lo que sus ojos alcanzan a ver. O, peor, que creen ver.
De miras cortas, que muchas veces sólo lo enfocan en el pasado –igual para decir “ya no es como antes” o que, nuestro atraso obedece a que no hemos preservado nuestras raíces indígenas destrozadas por los conquistadores españoles–, López Obrador sólo ha conseguido al término de su mandato el retroceso del país en rubros que no son a los ciudadanos de vital importancia.
Aunque, claro, él crea que lo está haciendo muy bien, “requetebién”.
Contra quienes revisan el ejercicio del poder
La libertad de prensa, la libertad de expresión y el acceso a la información son tres derechos de la ciudadanía que están ligados a la profesión periodística.
Los dos primeros hacen referencia al hecho de que la comunicación y la expresión a través de los medios han de poder ejercerse libremente, sin injerencias ni censura por parte del Estado, el sector empresarial u otros organismos o grupos sociales.
El segundo, puede definirse como el derecho a acceder a información que está en posesión de instituciones públicas, fundamentalmente del gobierno.
Pero ¿qué sucede cuando se ponen en tela de juicio estos derechos y libertades? López Obrador ha utilizado sistemáticamente su cargo para desacreditar a reporteros, columnistas y a medios de comunicación que revisan sus procederes y lo critican.
Les llama “prensa fifí”, entre otros calificativos (como conservadores y deshonestos).
Él dice que solo está ejerciendo su “derecho de réplica”. Y lo tiene. Sus matinés gozan de una gigantesca distribución en las redes sociales y, muchas veces, dominan las noticias en los medios de comunicación tradicionales.
Por eso las fuertes críticas desde Palacio Nacional a periodistas que le son incómodos a su habitante son preocupantes en uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo.
Usted lo sabe bien. En México, los periodistas caen como si estuvieran una zona de guerra. Fundamentalmente por la narcoviolencia.
Y el Presidente puede y debe hacer mucho más para proteger a mis valientes compañeros.
Nunca garantizó la libertad de expresión
Esta andanada de violencia (no sólo física, también psicológica, digital, legal) contra periodistas y medios de comunicación no ocurrió en un vacío, sino que fue concurrente con el deterioro de la seguridad y del Estado de Derecho en el país.
Sin embargo, para cualquier periodista en México es fácil concluir de estos datos que el Estado mexicano no tiene interés en proteger periodistas.
Al utilizar adjetivos como “panfletos”, “medios vendidos”, “plumas pagadas”, el mandatario da luz verde para que sus mismos funcionarios, simpatizantes y cuentas anónimas afines realicen ataques contra medios y periodistas que han publicado investigaciones que transparentan actuaciones irregulares y critican o cuestionan al gobierno.
Las expresiones de violencia hacia el gremio periodístico van desde deslegitimar la labor hasta amenazas de muerte, y son las mujeres periodistas quienes se llevan la peor parte al recibir mensajes con una elevada carga misógina.
Es preocupante que el presidente de la República, en lugar de garantizar la libertad de expresión, estigmatice e implemente una retórica en la que la única prensa válida es la que está a favor de su gobierno y lo llena de lisonjas.
Los discursos de AMLO no corresponden a un país democrático. Edison Lanza, quien hasta hace cuatro años fuera Relator de Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ha dicho que “si un presidente determina qué medio le gusta y cuál no, sería otra forma de censura”, y agregó que al estigmatizar a los medios “pierde la democracia, porque esto tiene dos caras: los medios son la forma para que los ciudadanos puedan contrastar información y acceder a diversas fuentes”.
El deterioro del Estado de Derecho y un Presidente de la República permanentemente en contra de la libertad de expresión dan como resultado el asesinato impune de periodistas.
Indicios
Apenas el 4 de marzo anterior, el diario oficioso La Jornada publicó que AMLO “reivindicó la importancia de la libertad de expresión en México, aunque haya diferencias, críticas y hasta insultos. Incluso mencionó que se expresó ayer ‘Ricardo Salinas Pliego, con holgura, sin ninguna limitación y no pasa nada. Eso antes no se veía. Aquí no pasa nada. Es sagrada la libertad, en general la libertad de expresión. No coincidimos, pero lo respetamos. No censuramos a nadie’. En su conferencia dijo que ‘debemos sentirnos muy orgullosos de ello. No hay un régimen autoritario, mucho menos dictatorial. En una dictadura no se puede protestar’.” * * * Y por hoy es todo. Como siempre, reconozco que haya usted leído este texto y le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!
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