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Por Samuel Cantón Zetina / @SamuelCanton
La gente en México no está creyendo en la guerra, pero está más cerca de lo que imaginamos, y desde luego, quisiéramos.
Ayer, al término del rezo de Angelus en el Vaticano, el Papa Francisco clamó: “En nombre de Dios, que se escuchen los gritos de los que sufren, y que cesen los bombardeos y los atentados. Que haya un enfoque real y decisivo en la negociación, y que los corredores humanitarios sean efectivos y seguros. En nombre de Dios, les pido: ¡Detengan esta masacre!”.
Dijo al término de una oración en silencio en San Pedro: “Ante la barbarie de la matanza de niños, inocentes y civiles indefensos, no hay razones estratégicas que valgan: lo único que hay que hacer es poner fin a la inaceptable agresión armada, antes de que reduzca las ciudades a cementerios…”
El Pontífice había advertido -ante representantes del islam, judaísmo y budismo- que Dios pedirá cuentas a quien no buscó la paz o fomentó tensiones y conflictos.
Antes, Joe Biden declaró que EEUU y la OTAN no intervendrán directamente, con aviones o soldados, para que los países de Europa no choquen contra el ejército rojo.
No obstante, sentenció que defenderá “cada centímetro” del territorio de la OTAN de eventuales ataques de Putin, incluso si da lugar a la Tercera Guerra.
En respuesta, Rusia acaba de anunciar que atacará -con todas sus letras- las armas en auxilio de Ucrania, lo que eventualmente desembocaría en enfrentamientos con contingentes de países miembros de la OTAN.
Según la ONU, más de 2.5 millones de personas ha huido de Ucrania (1.5 millones a Polonia, país ocupado por Hitler en 1939 -marcó el inicio de la Segunda Guerra Mundial-, y que a lo largo de su historia ha sido invadido por 10 potencias, entre ellas Rusia e Italia (Imperio Romano).
Dos millones más han sido clasificado como “desplazados internos” dentro de Ucrania.
Resulta el éxodo más importante desde el conflicto global de los 40s.
Un nuevo infierno en la tierra está a la vista…