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ENVEJECER CON DIGNIDAD

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*México enfrenta un muy acelerado proceso de envejecimiento de su población. En efecto, según los datos de la Encuesta Nacional sobre Salud y Envejecimiento (ENASEM, 2018), presentados recientemente por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), las personas en grupos de edad avanzada enfrentan severas condiciones que provocan lo que en salud pública se denomina como pérdida de años de vida saludable.

Por Saúl Arellano/ @saularellano/@MexicoSocial

En efecto, de acuerdo con esta encuesta, en México ha 28.1 millones de personas de 50 años y más; y entre ellas y ellos, 15.87 millones reportaron padecer algún tipo de enfermedad crónico-degenerativa, entre las más destacadas, la hipertensión arterial, la cual afecta a 7 de cada 10 personas en el grupo señalado; y la diabetes mellitus, enfermedad que tienen 4 de cada 10 en ese mismo grupo.

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De acuerdo con los propios registros administrativos del INEGI, en el año 2018 fallecieron en nuestro país 108,616 personas por enfermedades hipertensivas; así como 101,257 por diabetes mellitus. En las próximas semanas el Instituto dará a conocer los datos actualizados a 2019, y tendremos idea en torno a si esas magnitudes crecieron o se logró algún avance en su contención.

Lo anterior es relevante, porque por las cifras de la ENASEM, 2018, indican que poco se ha logrado en la prevención y detección oportuna de la diabetes mellitus y de las distintas enfermedades hipertensivas; con lo que lo esperable sería que en 2019 las magnitudes se mantuviesen al menos constantes, y que en el 2020, debido a la reconversión hospitalaria para la atención de la COVID19, las cifras podrían incrementarse significativamente debido a la falta de atención oportuna y falta de seguimiento apropiado de las y los pacientes con esas enfermedades.

Es de destacarse además que, de acuerdo con la encuesta citada, el tercer padecimiento que con mayor frecuencia afecta a las personas de 50 años y más es la artritis, lo cual se traduce en severas limitaciones, en las etapas avanzadas de la enfermedad, en la movilidad de las personas lo cual les impide llevar a cabo de manera independiente tareas de la vida cotidiana que van, desde ir de compras, hasta asearse o comer.

Es un hecho que México no ha logrado constituirse como un país de equidad y acceso al bienestar para todas las edades. Y que no hemos logrado construir una adecuada transición cultural que permita enfrentar de manera apropiada el acelerado proceso de envejecimiento que se registra en todo el territorio nacional. Dicho de manera llana: el Estado mexicano ha fracasado en la construcción de procesos pedagógicos que les permitan a las personas aprender a envejecer en las mayores condiciones posibles de dignidad.

Debe considerarse que además de esos procesos, carecemos también de un robusto sistema de protección social integral -como lo han planteado Mario Luis Fuentes y otras expertas y expertos- que dé acceso a la seguridad social, pero que también enfrente a la enfermedad y la muerte evitable, asociada a los determinantes sociales de la salud.

Desde esta perspectiva, nuestra generación es, en los últimos 100 años, la que mayor esperanza de vida tiene al nacer, pero muy probablemente, debido a la violencia, la pobreza y las desigualdades, también podría convertirse muy rápidamente en la generación que proporcionalmente tuvo acceso a los menores niveles de años de vida saludable y que permiten su disfrute digno.

Este no puede ser el destino inevitable para los millones de personas que nos estamos encaminando, inexorablemente, hacia la vejez. Y tampoco puede asumirse como parte de una “normalidad aceptada” que sea tal el nivel de vulnerabilidad de la mayoría, que ante una emergencia sanitaria y una crisis económica como la que se ha generado, haya millones de personas que dejan de recibir tratamiento, medicamentos, o acceso a servicios complementarios como el cuidado y la asistencia en caso de discapacidades severas.

Requerimos una nueva forma de entender al gobierno y a la política pública, para garantizar el envejecimiento activo de la población; y cuando esto no es posible, la finalización de la vida en contextos de protección social integral.

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Investigador del PUED-UNAM www.mexicosocial.org

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