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INDOLENCIA MATA DEMOCRACIA

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Por Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio

El próximo 15 de mayo se cumplirá un siglo de la elección general en Italia que significaría el ascenso al poder de Benito Mussolini. Su partido, los Fasces Italianos de Combate (FIC), obtuvo esa vez 35 de los 535 escaños en la Cámara de Diputados, a la que accedió como parte de los Bloques Nacionales, una alianza de organizaciones antisocialistas.

Pese a su reducido tamaño en el parlamento, los FIC —rebautizados luego como Partido Nacional Fascista— acrecentaron su poder mediante la violencia callejera de sus fuerzas paramilitares, conocidas como Camisas Negras. Con su marcha sobre Roma, el 27 de octubre de 1922, Mussolini se hizo del gobierno, ante la negativa del aterrorizado rey Víctor Manuel III de hacerle frente y con la complacencia del embajador estadunidense Richard Washburn Child.

En vísperas de la marcha, el primer ministro, Luigi Facta, fue advertido de las intenciones de Mussolini de arrebatarle el cargo. Al principio, Facta sólo pensó que el exveterano de la Primera Guerra Mundial quería un puesto en su gabinete.

Cuando se dio cuenta de la situación real, el primer ministro pidió al rey que autorizara el Estado de excepción, pero éste se negó por temor a que la movilización derivara en una guerra civil. En cambio, ofreció a Mussolini que formara parte del gobierno.

Mussolini alcanzó el poder por la vía electoral, pero desde que había asumido su diputación comenzó a desconocer la legalidad democrática. Pasó desapercibido, desdeñado por casi todos, hasta que fue demasiado tarde para detenerlo.

Rápidamente, concentró el poder y desmanteló las limitaciones legales para su cargo. Pidió y obtuvo un régimen especial para gobernar sin restricciones durante un año. Obligó a los profesores a jurar lealtad al régimen para poder mantener su empleo; eligió personalmente a los editores de periódicos y reemplazó a los líderes sindicales. En junio de 1923, hizo aprobar una nueva legislación electoral, la Ley Acerbo, para otorgar una sobrerrepresentación al partido más votado —65% de escaños con sólo 25% de los sufragios— a fin de garantizar mayoría a su partido en los comicios del año siguiente. Desmoralizada, la oposición no opuso resistencia.

Como experiodista, Mussolini entendía el poder de los medios de comunicación. Promovió el culto a la personalidad y logró que todos los debates nacionales giraran en torno a su persona. Para el historiador Emilio Gentile, la glorificación de la imagen de Mussolini tenía por objeto convertirlo en prototipo de un “nuevo italiano”, un modelo a emular. Sus actividades recibieron una proyección masiva. El también historiador Renzo de Felice escribió que la imagen del líder “se machacaba obsesivamente” con el objetivo de “fabricar consenso”.

En un famoso discurso en la Cámara de Diputados, el 3 de enero de 1925, Mussolini se definió a sí mismo como un hombre “de mucha valentía y absoluto desprecio por el dinero”. La Nochebuena de ese año, adoptó el mando absoluto del país. El cargo de presidente del Consejo de Ministros fue abolido y reemplazado por el de jefe del Gobierno. A partir de ese momento fue Il Duce, inspiración para Francisco Franco y Adolfo Hitler.

En apenas cuatro años, la democracia italiana había sido abolida en los hechos —no habría una sola elección competitiva hasta 1948— y el país se transformó en una dictadura.

A casi un siglo del inicio de esa etapa, muchos se siguen preguntando cómo fue posible que el fascismo se apoderara de Italia. Parte de la respuesta está en no haber parado la cadena de acontecimientos que llevó a ese hombre al poder.

Basta leer algunos artículos de Il Popolo, el periódico oficial del fascismo, aparecidos entre 1922 y 1925, para enterarse que los planes de Mussolini estaban publicados. Muchos no quisieron verlos o pensaban que eran producto de la fantasía.

Con frecuencia, las tragedias sociales, como las dictaduras, nacen de la indolencia de los buenos ciudadanos.

buscapiés

Sobre la eventual ampliación del periodo del actual presidente de la Suprema Corte, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo ayer que si esto no ocurre “va a significar más de lo mismo, más de lo anterior, más de lo que significaba el antiguo régimen”. No parece tener una alta opinión sobre el resto de los ministros, incluidos los tres que él nominó.

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