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LA BURLA OFICIAL

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*  Mientras la pandemia del Covid-19 sigue causando estragos entre la población de todo el país, políticos como Manuel Bartlett tratan de  encubrir casos de corrupción como  el de su hijo; la impunidad comienza a brillar como en los viejos tiempos del PRI y del PAN, pero ahora en la figura de los políticos de Morena

Por Antonio Ortigoza Vázquez/@ortigoza2010

El virus que hoy constriñe y amaga a los habitantes de México y ha enlutado a centenares de familias; hoy ofrece a los mexicanos un espectro de dolor y un mar de dudas con relación al futuro inmediato que nos espera; amenazante, cruel y crudo se avizora ante la apatía de un gobierno federal que  pareciera ver elefantes rosas ante el ambiente de muerte, asesinato y desapariciones de miles de personas.

La moraleja de la tragedia que vivimos es la que confirman, una vez más, la corrupción e ineptitud de los hombres que hoy están encumbrados en el poder. Pero seamos claros: a los funcionarios de los gobiernos federal y locales no se les castiga, y claro ejemplo es la impunidad en que vive Manuel Bartlett Díaz y su hijo León Manuel Bartlett Álvarez.

La danza de los millones sigue viva, como un ritual que se niega la nueva clase política gobernante dejarla en el baúl de los desechos, la cual, don López, juraba desterrarla en su cuarta transformación.

Esos cochupos son la sangre que corre en la misma vena heredada por los del pasado, otras moralejas, dramáticas todas, son la desconfianza que esos políticos y burócratas y empresarios de voraces y mentirosos inspiran en la ciudadanía de nuestro país, un sentimiento de burla y engaño.

Esa desconfianza estorba en gran medida las inclinaciones partidistas y tesones solidarios de los mexicanos, pues existe certeza de que la ayuda en dinero o en especie llevan un trasfondo electoral, que tarde que temprano, no podrán tener sustento lógico, ante la crisis económica que comienza asomar  y amenaza en ser un monstruo de mil cabezas.

Pero esa crisis llegará muy disminuida, desviándose hacia los bolsillos de políticos, burócratas y empresarios, ellos nunca pierden, nunca sufren y esas porciones importantes del dinero y los bienes acopiados durante su ejercicio de poder, asegurarán el futuro de su descendencia, de por lo menos, una generación más.

Así ha ocurrido siempre no sólo en México, sino también en casi todo el mundo. Esas conductas de oportunismo criminal e irresponsabilidad social son documentadas una y otra vez. Es idiosincrática. Y si no, ahí está Manuel Bartlett, el dinosaurio renacido en esta 4T.

Esa clase humana es poseedora de una conducta depredadora, carroñera, ventajosa y alevosa, mezquina, egoísta y cínica. Los aprovechados siguen siendo de la misma estirpe, la política que fue llevada al poder gubernamental, por 30 millones de mexicanos que hoy, en gran parte, fueron burlados por un hombre que piensa puede flotar en el agua.

Pero como dijo Don López: “Que nunca se permita el amiguismo, el influyentismo y nepotismo, ninguna de esas lacras de la política. MORENA debe ser faro de moralidad”. Sin duda, la 4T es un barco a la deriva.

Ricardo Baptista, la tragedia su estandarte

Olvidado, por no decir apestado en el ambiente político hidalguense, el diputado de pacotilla llamado Ricardo Raúl Baptista González, nunca pierde la oportunidad de aprovechar la desgracia, el dolor para resaltar en sus redes sociales. Parido por el Grupo Universidad, no duda en escupir al cielo, como “teporocho de esquina”, su frustración ante la debacle que ya no digamos su partido Morena, su persona ha sufrido en esta legislatura.

Baptista va a todas y en su muro de Facebook, escribió: “Es momento de revisar protocolos de protección y capacitación de personal. Hago un llamado al secretario de Salud a una reunión urgente con los diputados para mejorar las difíciles condiciones en las que laboran.”

¿Por qué hizo este comentario? Pues sucede que Baptista tomó como pretexto para subirse al ring de la crítica oficial, el suicidio de un enfermo de Covid-19, que decidió lanzarse desde un tercer piso de un hospital de Tula, donde era atendido. De acuerdo a su famélica inteligencia, el aspirante a alcalde tomó un hecho aislado que no guarda relación con los protocolos de atención del coronavirus, como excusa para llamar a cuentas al Secretario de Salud, en una reunión urgente con diputados, para capacitar al personal de los nosocomios.

¿Capacitarlos, en qué? ¿Acaso en cómo cachar o disuadir a los pacientes que quieren suicidarse?

Se necesita estar chiflado para tomar en serio tal disparate, sobre todo cuando en estos momentos de crisis sanitaria, el personal debe centrarse en salvar vidas. Sí, es lamentable que un paciente haya optado por la puerta falsa, pero eso no es culpa ni responsabilidad del personal médico. Ya nada más falta que el trastornado Baptista llame a comparecer al Secretario de Seguridad porque a alguien se le ocurra tirarse de cabeza en algún puente.

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