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La esclava de Tlalpan *Capital deshumanizada; crueldad, al límite

*La esclava de Tlalpan, exagüe; en los puros huesos *Huellas de 400 latigazos y quemaduras, poca comida *Tras el escape, estaba en shock; temen que muera

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La esclava de Tlalpan

México, DF 27 de abril de 215 (Agencia acento) En los puros huesos, Ana, de 22, parece de 14 y sus órganos, son de anciana de 80. Escapó y logró que apresaran a sus captores.

Necesitará el resto de este año para recuperarse física ¿y mentalmente? Lo segundo, quién sabe.

Los 400 golpes de metate, plancha, tubo y cable o palos ardientes…, se le quedaron como huellas de horror de hienas humanas, tipo Las Poquianchis, de los años 50 y 60, en  Guanajuato.

Ana logró escapar, solo para dar el grito de alerta y hacer que detuvieran a sus captores, al menos un hombre y cuatro mujeres. Podría haber mas víctimas.

Conforme a la ley los arrestados podrían alcanzar 70 años de prisión, salvo que se repitan trampas como las que salvaron a Florence Cassez, probada secuestradora y torturadora…ah pero francesa.

A Ana la obligaban a trabajar doce horas diarias, casi sin descanso. Si paraba, venían las golpizas.

¿Comer? Solo unos mendrugos, una sola vez al día.
Le daban una sola ración pobre de comida. Y la cautiva comenzaba a “quitarse el hambre” comiendo plástico y papel periódico a escondidas.

Libre, Ana narra trabajosamente; habla muuuy pausada, como si fuera un bebe de brazos.

Ella acudió para completar para su despensa y encontró el infierno en  la lavandería de Tlalpan a la que llegó  hacer, en Héroes de Padierna, una ciudad perdida en Tlalpan, con gente viviendo sin agua entubada ni drenaje y limitaciones mil.

Ella conocía la lavandería y había trabajado allí. Ahora que se vio en apuros acudió a pedir trabajo. La atendieron con cierta amabilidad y le dieron oportunidad. Al poco de empezar, simularon que algo se había perdido y que probablemente esta joven era una ladrona.

De eso se valieron para decirle que pagaría con trabajo.

En un tubo empotrado en la pared sus captores la tenían esclavizada  en colonia Lomas de Padierna, en Tlalpan.

Si acababa las cargas de trabajo, recibía sobras de caldo de pollo o un plato de frijoles y tres tortillas. Tan poco le daban que la orillaban a comer bolsas de plástico de las que usaban como funda de la ropa planchada.

Si no terminaba, la sometían castigos: azotes con tubos metálicos, palos de escoba, cables de aparatos eléctricos, una piedra de molcajete… cualquier objeto era utilizado para golpearla en la cara, las piernas, las manos, el cuello, el pecho. Incluso le quemaban la espalda con la plancha caliente y cuando comenzaba a cicatrizar, le arrancaban las costras.

Este fin de semana agentes de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) encontraron a Ana—cuyo nombre se cambió para protegerla, como obliga la ley,  pero logró escapar. Tras recibir ayuda, la Subprocuraduría Central, a cargo de Edmundo Garrido, se desató un operativo

y atraparon a José de Jesús Sánchez Vera, las hermanas Leticia y Fany Molina Ochoa e Ivette y Jannet Hernández Molina y la víctima bien que las identificó.

Ana vivió años en condición de calle. De eso se valieron sus captores.
No tenia dónde dormir, tampoco sabe de padre ni madre. Por eso hace dos años llegó a casa de estas personas, buscando trabajo para subsistir.

“Ella lo único que buscaba era que le dieran un trabajo. Estaba buscando ganar dinero para poder tener con qué comer y un cuarto dónde dormir”, contó ayer uno de los mandos que encabezan las investigaciones de este caso.

Propietarios de un negocio de lavado y planchado de ropa en la colonia Lomas de Padierna le ofrecieron casa, comida y un sueldo.
Al principio —recuerda Ana— todo fue normal. Pero con el paso del tiempo las cosas cambiaron.

“La acusaron de robarse ropa y objetos de la casa. Entonces empezaron a maltratarla y a golpearla”, explica la Fiscal para la trata de Personas de la Procuraduría del DF, Juana Camila Bautista.

Hubo ocasiones en las que pasaron hasta cinco días sin que le dieran de comer. En su desesperación, Ana usaba el agua destilada de las planchas para tratar de hidratarse; también arrancaba el hule con el que envolvían la ropa planchada y lo comía para mitigar el hambre.

La realidad es que eso le servía de muy poco. Los estudios hechos a su cuerpo revelan que el grado de desnutrición que presenta le da el aspecto físico de una niña de apenas 14 años de edad. Sus pechos desaparecieron y su ciclo menstrual también

Los daños durante su cautiverio y los golpes que recibió hicieron que sus órganos y sus músculos tengan las fallas y el desgaste de un anciano de 81.

Sus dos riñones fallan y el estómago perdió capacidad de digerir. No puede mantenerse en pie por mucho tiempo y parece tener una infección en los pulmones, ya que le cuesta trabajo respirar.

En una ocasión intentó escapar de su cautiverio, pero no lo logró. Fue por eso que la encadenaron. Los golpes que recibió en aquella ocasión apenas la dejaban recostarse en el piso. Se dolía con tan sólo rozar la piel.

La PGJDF ya envió a la cárcel a las personas que la lastimaron tanto: las mujeres fueron trasladadas al penal femenil de Santa Martha Acatitla, y el único varón al Reclusorio Oriente.

A ella la mantienen protegida. Le están brindando ayuda física para poder rehabilitarse, y sicológica para tratar en algunos meses de integrarla a la sociedad, aunque en realidad están preocupados y temen que su anemia y sus daños sean tan graves que pueda morir.

 

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