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Por José Saúl Bautista González
Siempre he sostenido que gobernar es un acto de responsabilidad y, por ello mismo, demanda de la mayor preparación técnica y experiencia probada. Se trata de dirigir los destinos de poblaciones enteras, en consecuencia, no es tarea fácil. Don Fernando Gutiérrez Barrios, el “Caballero de la Política”, solía decir que “gobernar exige experiencia, serenidad y vocación; gobernar es sobre todo tener la mirada y el oído alertas, gobernar es oficio superior que no pueden desempeñar los improvisados y mucho menos los improvisados soberbios”.
Una cadena de decisiones ya en marcha determinarán los gobiernos municipales que tendrá Hidalgo a partir del 5 de septiembre de este año. Trataré de ocuparme de las tres que considero más importantes en este proceso electoral local.
La primera decisión es estrictamente personal y corresponde a los aspirantes, hombres y mujeres, que buscan participar en el proceso de selección de candidatos de sus respectivos partidos políticos. En rigor, debieron haber hecho una auto evaluación que constaría mínimamente de las siguientes preguntas:
¿Por qué quiero ser presidente municipal? La mayoría lo desea por las razones equivocadas: quieren ser para SER, no para HACER. Son pocos los aspirantes que realmente tienen una visión de municipio, un proyecto e idea de cómo materializarlo. La gran mayoría quiere solo “disfrutar” de las mieles del poder –aunque pronto descubrirán también las hieles- y esperan ir resolviendo los problemas como se vayan presentando, de votepronto y sobre las rodillas.
¿Estoy preparado para el cargo? No tiene que ver con la preparación académica, aunque es deseable acreditar una profesión universitaria, en realidad pocas verdaderamente ayudan a un mejor desempeño. Me explico: el médico está preparado para diagnosticar una enfermedad y darle tratamiento; un docente está preparado para transmitir conocimiento; un Administrador público, politólogo, abogado o contador sí están más enfocados a la tarea gubernamental. Me refiero a la preparación política que se adquiere principalmente en el ejercicio del servicio social y público y a la experiencia en áreas específicas como gestión, administración, planeación y diseño de políticas públicas y programas presupuestarios principalmente.
La respuesta a las dos preguntas implica una gran dosis de responsabilidad.
Paso a la segunda decisión, la institucional en el caso de los postulados por un partido político.
Estamos probablemente ante un error de origen. El principal fin de un partido político es la búsqueda del poder público para instrumentar soluciones casi siempre alineadas con su visión institucional, para hacerlo, primero hay que ganar una elección. Aquí se complica la cosa. No es fácil encontrar perfiles que combinen la simpatía y buena reputación necesarias para ganar la elección, con la preparación política y técnica para hacer una buena gestión gubernamental. Por ello es que, casi siempre, se opta por poseedores de las primeras cualidades para ganar la contienda sacrificando el futuro desempeño administrativo.
Cito a uno de los más avanzados colaboradores del ya referido Don Fernando, Manlio Fabio Beltrones Rivera, quien alguna vez declaró: “Los partidos políticos en México, como ha sucedido en otras partes, se han olvidado de su principal tarea, que es garantizar buenos gobiernos. Hoy en día se dedican exclusivamente a ganar elecciones, lo que les importa es ganar aunque después no puedan gobernar”.
Y aquí podríamos hablar también de las coaliciones electorales “antinatura” entre partidos ideológicamente opuestos que se asocian solo para ganar afectando, otra vez, los futuros resultados de la gestión gubernamental o legislativa en perjuicio de la sociedad toda.
Afortunadamente en Hidalgo, en esta ocasión, no tendremos este escenario ya que, pasados los términos legales, no se registró ninguna coalición total, parcial o relativa ante el Instituto Estatal Electoral. Sin embargo, habrá que esperar si hasta una tercera parte de los municipios en disputa, algunos partidos se alían bajo la figura legal de candidaturas comunes en el periodo del 9 al 19 de marzo próximos, para alejar definitivamente este fantasma.
Nuevamente, es un tema de responsabilidad.
Termino con la decisión más importante sin duda, la ciudadana. Me parece la más importante porque desde su ejercicio, el voto, podemos recomponer los vicios de las dos decisiones anteriores.
Lamentablemente nuestro país no es el más avanzado en cuanto a cultura política se refiere. El ciudadano comúnmente no analiza lo suficiente los perfiles de los candidatos y las ofertas político-electorales que representan, suelen decidir más por los sentimientos que les generan la percepción de los resultados y las promesas que atienden su esperanza, por irrealizables que sean. Esto no es para nada eficiente, el resultado siempre es el mismo: gobernantes incapaces de cumplir sus compromisos y electores decepcionados que reclaman la falta de los resultados deseados. Este fenómeno lleva a muchos electores a saltar de partido en partido con la renovada expectativa de que “ahora sí les cumplan” y sucede que “salió igual o peor”.
Aquí me permito sugerir un breve cuestionario para “afinar la puntería al votar” y, al mismo tiempo, mandar un mensaje a los partidos para que hagan más rigurosos sus procesos de selección de candidatos y nos aseguren que, efectivamente, vamos a elegir de entre sus mejores cuadros.
- ¿Quién está técnicamente más PREPARADO PARA GOBERNAR?
- ¿Quién tiene más EXPERIENCIA en la administración pública?
- ¿Quién posee una REPUTACIÓN LIMPIA?
- ¿Quién cuenta con un equipo COMPETENTE?
- ¿Quién tiene un proyecto/PLAN VIABLE?
- ¿Quién propone OBJETIVOS REALIZABLES?
- ¿Quién ofrece RESULTADOS EVALUABLES?
En la medida que partidos y electores adoptemos estas sencillas preguntas para decidir, tendremos mejores gobernantes, elevaremos el estándar para los próximos procesos y, eventualmente, se abatirá la particular problemática de cada municipio, de cada estado, del país entero.
Finalmente, es decisión de cada ciudadano elegir por conveniencia o por filia, o por fobia o responsablemente.
Sí, mejores gobiernos son nuestra responsabilidad.