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LLEGÓ EL MOMENTO DE CONSOLIDAR A HIDALGO

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Por Víctor González Herrero / @VicGlezHerrero

Al llegar a la mitad de un sexenio, los Engranes de Poder comienzan a girar con mayor presión y velocidad. La administración estatal entra a una fase decisiva: ya no basta con rendir cuentas de lo avanzado, ahora la exigencia se multiplica en torno a lo que viene, lo que debe consolidarse y lo que habrá de proyectarse hacia el futuro. En Hidalgo, el gobierno que encabeza Julio Menchaca Salazar arribó ya al tercer año, con una hoja de resultados que permite hablar de un cambio tangible y, al mismo tiempo, con una ruta clara de lo que debe apuntalarse para garantizar que la transformación no se quede solo en el discurso, sino que se convierta en legado.

Estos tres primeros años han representado una ruptura con inercias de décadas. Con sobriedad, austeridad, cercanía y resultados, Menchaca ha sabido interpretar el mandato ciudadano que lo colocó en la gubernatura con una mayoría contundente. La gente pedía un gobierno honesto, eficiente y sin privilegios, y eso es precisamente lo que ha marcado la pauta. La reingeniería en el gasto público, el combate frontal a la corrupción y la recuperación de recursos desviados han dejado claro que la política puede y debe ejercerse con transparencia y responsabilidad.

Pero no se trata únicamente de números. En Hidalgo se ha gestado un nuevo estilo de gobernar, donde el gobernador no se esconde detrás de oficinas ni discursos vacíos, sino que recorre municipios, escucha directamente a la gente y responde con acciones. La educación, la salud, la obra pública y el desarrollo económico han sido pilares de esta primera etapa, con programas y proyectos que comienzan a dar frutos. El reto ahora es consolidarlos y blindarlos para que sean políticas de Estado y no solo de gobierno.

La mitad del camino también es un tiempo de definiciones. En política, todo tercer año representa un parteaguas: el margen de la curva de aprendizaje quedó muy atrás y ahora la mirada debe colocarse en la proyección histórica. ¿Qué Hidalgo queremos dentro de tres años más? ¿Cómo asegurar que los avances actuales trasciendan administraciones y se conviertan en una base sólida para el desarrollo?

Julio Menchaca tiene ante sí la oportunidad de pasar de ser un gobernador de cambio a un mandatario de legado. La diferencia está en la capacidad de institucionalizar las políticas exitosas y de anticipar los nuevos desafíos. Hoy se habla de consolidar inversiones estratégicas, de reconstruir la infraestructura carretera, de acelerar la modernización educativa y de apostar de lleno por las energías limpias y la innovación tecnológica. Hidalgo, por su ubicación y su potencial humano, puede convertirse en un polo de desarrollo y atracción nacional si se sostiene el ritmo que el gobierno ha impuesto hasta ahora. Ello sumado a los proyectos impulsados por la Presidenta Claudia Sheinbaum.

El tercer año también abre una etapa de mayor escrutinio. La oposición, que ha buscado –yo diría infructuosamente- reposicionarse, intensificará sus críticas, y es ahí donde los resultados concretos juegan un papel decisivo. No bastará con decir lo que se está haciendo; será fundamental mostrar con claridad las obras, los programas y las historias de vida que ya cambiaron gracias a las decisiones de gobierno. En este terreno, la comunicación institucional y gubernamental será una herramienta clave para amplificar el trabajo realizado y mantener el vínculo cercano con la ciudadanía.

La mitad del sexenio, además, es un momento propicio para reforzar cuadros y equipos. Todo gobernante sabe que lo logrado hasta ahora depende de un grupo de colaboradores con disciplina, lealtad, eficiencia y eficacia. El reto de Menchaca será ajustar, cuando sea necesario, las piezas de su gabinete para asegurar que nadie frene la marcha y que todos empujen en la misma dirección. La segunda parte del sexenio no admite titubeos: se gobierna con visión de Estado o se puede correr el riesgo de perder el impulso.

En estos tres años, Hidalgo ha comenzado a construir una nueva relación con su gente. Hoy la ciudadanía percibe un gobierno cercano, que escucha, que trabaja y que está empeñado en dar resultados. Ese es quizá el mayor capital político del gobernador Julio Menchaca: la confianza. Y esa confianza, en política, es un bien que solo se mantiene con hechos, no con palabras.

Lo que viene no será sencillo. El entorno nacional e internacional plantea retos en materia económica, social y de seguridad. Sin embargo, la ruta está trazada y la base está firme. Consolidar los logros alcanzados, blindar las políticas públicas y proyectar a Hidalgo hacia el futuro será la tarea fundamental en los próximos años. Que, además, se van como agua entre los dedos.

Al final del sexenio, los ciudadanos no recordarán los discursos ni las polémicas pasajeras. Recordarán si hubo un cambio real en su vida cotidiana, si su familia vivió mejor, si su estado se convirtió en un lugar de oportunidades. En ese sentido, Julio Menchaca tiene la gran oportunidad de que su nombre quede inscrito como el gobernador que no solo cambió las formas de gobernar, sino que transformó el rumbo de Hidalgo para siempre.

La segunda y última parte del sexenio ha comenzado. Y los engranes de poder en Hidalgo giran con fuerza, impulsados por la convicción de un gobierno que sabe que el cambio no se hereda: se construye y se consolida cada día.

Al Tiempo.

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