Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 4 segundos
Por Tania Ortigoza Vázquez
Fotos especiales
Hoy quedé impactada. Mientras comía en una fonda pachuqueña con mi sobrina de diez años un jingle radiofónico se escuchó en segundo plano: “Movimiento naranja, movimiento ciudadano el futuro está en tu manos… somos ciudadanos libres, convencidos que todo es posible, somos libres como el viento… somos una fuerza diferente… todos atentos, llegó la hora del movimiento…”. No me impactó la supuesta creatividad de la letra, tampoco la composición musical, lo que me impactó fue escuchar a mi sobrina cantar el jingle completo.
Para que una niña de diez años de edad sepa de memoria un jingle de más de diez frases diferentes es necesario que esté expuesta a éste de manera continua y repetitiva. Lo sorprendente es que sólo está expuesta a las transmisiones de la radio por lapsos cortos de tiempo: trayectos en automóvil, de no más de 20 minutos y ocasiones esporádicas. Lo que quiere decir que mientras escuchas la radio en un tiempo promedio de 20 minutos, escucharás al menos un spot radiofónico con contenido electoral o partidista, esto basado en mi mero empirismo.
Este dato no debería sorprendernos luego de que el consejero del Instituto Nacional Electoral (INE), Arturo Sánchez informara que un total de 16 millones 174,080 spots serán difundidos por 2,500 estaciones de radio y televisión entre el 5 de abril y el 4 de junio, periodo en que se celebrarán las campañas federales. De este total, 13 millones 815,360 de los spots, corresponden a partidos políticos y dos millones 358,720 a las autoridades electorales.
Si tomamos en cuenta el periodo de precampañas e intercampañas, la situación se vuelve aún más monstruosa: en conjunto, serán difundidos a nivel nacional por radio y televisión 39 millones 087,360 mensajes de propaganda, es decir, 96 anuncios diarios, 5.6 cada hora.
Claramente nos encontramos frente a un caso de enajenación mediática. La enajenación mediática se trata de la construcción de significados y símbolos desde un discurso que se presenta como universal, flexible, actual, eficaz, funcional. Un discurso que se pretende innovador, avasallante y desestructuralizador pero, como un elefante blanco, no contribuye en nada.
Nos encontramos frente a un aprendizaje de literacidad no crítica, un aprendizaje a fuerza de repetición, del que no contribuye, ni aporta ciudadanos conscientes de su entorno y de las problemáticas que lo aquejan. Lo más desalentador es que esta situación se repite cíclicamente con cada proceso electoral.
Los candidatos de hoy, sea cual sea el partido político al que abanderen, recurren una y otra vez a las mismas artimañas electoreras. Microperforados en vehículos, porras ininteligibles en los cruceros de la ciudad, una falsa agenda de compromisos de campaña que tarde o temprano sólo es utilizada para nivelar la pata coja de una curul (si es que se le llega a dar una utilidad). Los discursos políticos resultan predecibles: tienen la bella particularidad de prometer, de planear para un futuro próspero, de construir sobre la utopía y de endulzar oídos crédulos.
Lo preocupante de estos discursos es su naturaleza dual. Son discursos bifurcados, donde una punta de la lengua se muestra complaciente y la otra, oculta la realidad devastadora. Recientemente, Rosa Guadalupe Chávez Acosta candidata a la diputación federal por el Distrito II con cabecera en Ixmiquilpan, Hidalgo por la coalición PRI-PVEM, aseguró que “los legisladores no traen una bolsa de dinero para repartir”, paradójicamente los mexicanos pagaremos por esta contienda electoral, la módica cantidad de: 18 mil 572.4 millones de pesos, rompiendo el récord de los comicios más caros de la historia de nuestro país. Que alguien le explique a esta candidata y a todos los demás que los mexicanos tampoco traemos una bolsa de dinero para cumplir con caprichos y antojos electoreros.