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LOS REFUGIADOS DE GUERRA MEXICANOS

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Por Pascal Beltrán del Río/@beltrandelrio

Un enfrentamiento entre presuntos integrantes de los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación sembró el terror en la zona de Los Altos de Jalisco durante el fin de semana pasado, haciendo huir a unos 400 pobladores de comunidades rurales del municipio de Teocaltiche. Es el caso más reciente de pueblos completos que han tenido que cambiar su modo de vida por la arremetida de grupos delincuenciales.

De Chihuahua a Guerrero y de Tamaulipas a Michoacán, miles de mexicanos han dejado sus casas en los últimos meses para no quedar atrapados en el fuego cruzado.

Lo mismo en Mier, Tamaulipas, que en Urique, Chihuahua; Concordia, Sinaloa; Aguililla, Michoacán, y Chilapa, Guerrero, distintos asentamientos se han vaciado ante el miedo que provocan las balaceras y por el temor de ser señalado como miembro de alguno de los bandos en pugna. Es el caso de la tenencia de Bonifacio Moreno, en Michoacán, que se encuentra a medio camino entre Apatzingán y Aguililla, sobre una carretera que ha sido continuamente saboteada por delincuentes. En El Aguaje, como se le conoce popularmente a ese lugar, llegaron a vivir unas mil 200 personas, pero hoy está convertida en un virtual pueblo fantasma.

A raíz de que la cabecera municipal ha sido objeto disputa de los cárteles, centenares de aguilillenses han huido a Apatzingán e iniciado trámites para pedir asilo en Estados Unidos.

La situación en el norte de Jalisco no es muy distinta. Hace meses que los caminos rurales de Teocaltiche —municipio que colinda con el estado de Zacatecas— se llenaron de hombres armados, quienes montaron retenes y despojaron a los pobladores de sus pertenencias.  

El enfrentamiento del viernes pasado hizo huir a los habitantes de comunidades como El Rosario, El Saucito, Rancho Mayor, Agua Tinta, Los Pocitos y Rancho Nuevo, que buscaron refugio en Mechoacanejo —donde hay unos 80 desplazados— o más al norte, en Teopusco y Villa Hidalgo, rumbo a Aguascalientes. En un video difundido en redes sociales, el párroco Carlos Arellano alertó que la violencia había hecho escasear los alimentos, pues “no hay tiendas abiertas ni lugares dónde adquirirlos”. La realidad de los desplazados es tratada con total hermetismo por parte de autoridades federales y locales. Es un problema con el que nadie quiere lidiar, pero que viene a comprobar que hay franjas del territorio nacional que se han caído bajo el control de grupos delincuenciales.

Ciertamente, el fenómeno no es nuevo, pero se ha agudizado a partir de 2019. En algunos casos, los habitantes se han armado para hacer frente a los criminales, como ha ocurrido en poblados de la Montaña Baja de Guerrero. Cuando la situación se refleja en los medios, las autoridades hacen como que la atienden. Mandan elementos de seguridad a las zonas sometidas por los delincuentes, pero al poco tiempo aquéllos se van y las cosas vuelven a estar como antes. Por ejemplo, en Aguililla se tiene que preguntar todos los días si el camino hacia Apatzingán está abierto al tránsito o no. El éxodo revela la indolencia de los gobernantes frente a la inseguridad. Como éstos no desean ser vistos como “represores” que causan “masacres”, están dejando a su suerte a miles de habitantes que no tienen otra opción que abandonar sus hogares o hacer frente ellos mismos a la arremetida de los criminales.

buscapiés

*Los problemas no se resuelven poniendo oídos sordos o haciendo ruido para acallarlos. Ayer, mientras las madres de personas desaparecidas se manifestaban frente a Palacio Nacional para recordar que hay miles de mexicanos cuyo paradero se desconoce, dentro del recinto se festejaba el Día de las Madres con un concierto de Eugenia León. El duelo por el desplome de la Línea 12 también había quedado en el olvido.   

*Los reporteros que cubren las conferencias del Presidente se enteraron del concierto cuando llegaron al Salón Tesorería. Los que preparan sus preguntas para asistir a la conferencia se dieron cuenta que habían trabajado en vano, pues no habría espacio para hacerlas. De haber sido avisados, quién sabe cuántos se habrían levantado para ver algo que pasaría por la tele.

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