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“Yo no me creo la Divina Garza… ¡Yo
soy la Divina Garza¡”, solía decir
Especial para Expediente Extra
Por Joaquín Herrera/Fotos Especiales
La “mujer más bella del mundo”, vivió y murió a su manera: jamás amó, aunque de verdad la amaron tantos y tan elevados.
Una vida de película que este abril La Doña, María, María Bonita, volverá a comprobarse, que nada es para siempre; que hasta los aplausos, las lisonjas, los amores, tienen fecha de caducidad. Llegan a quedar lejos y ella, como objeto de ellos, olvidada. Y nada menos que ella a la que se arrodillaron multitudes. Desde toreros, pintores o Presidentes y reyes:
“Yo no me creo la divina garza…¡Soy la divina garza¡”.
María tenía a México comiendo de su mano. Como nadie había sido la voz de la mexicana eternamente ninguneada en el mundo machista, pero también la tumbahombres, insaciable de poder y fortuna. ¿Por qué no llegó a ser la primer Presidenta del país? Por qué no le dio la gana.
Con una malformación corporal (buena pierna pero pies demasiado largos, poco femeninos) su madre le decía: «Una mujer nunca es demasiado alta ni demasiado delgada. Cuida tu figura porque la armonía es la base de todo», así que para corregir su mala postura la hizo usar tirantes.
¿Quién imaginaría a La Diva como una lectora voraz de los clásicos? Heredó la biblioteca de su abuelo, un funcionario en el gobierno de Obregón (combatió en el Quiriego, rancho de los Félix, como narra El Manco de Celaya en sus memorias “Diez mil Kilómetros de Campaña”).
Y María prefirió burlarse del poder mejor que aspirar a él. Y ya en la cima de la fama chocó con el propio Presidente Miguel Alemán, al que rechazó. La Primera Dama, doña Beatro, no la soportó y la hizo expatriar de México. Y La Félix entró en su segundo aire y elevó su ego y entró a conquistar al mundo a su manera.
“De ti, me quedó un mal recuerdo y una magnífica residencia”.
Su autoestima, la catapulta al infinito, aunque siempre abrazada a la inseparable y secreta soledad, ambas nunca la soltaron. Confesaría una y otra vez su desprecio, pero nunca su verdadera intimidad eterna y la emoción que ha perseguido al ser humano de todos los tiempos en su grandeza y pequeñez: la soledad.
María de los Ángeles Félix Guereña, -nombre real de la “María Bonita”, de Agustín- no fue recordada al cumplir un siglo de nacida ni los diez años de fallecida (ocho de abril de 2002) y menos ahora, este 2015. ¿En dónde quedaron las multitudes que la adoraron en vida? La Doña filmó su propia vida.
“Yo seré una mujer más en tu vida; tú serás un hombre menos en la mía”.
Artífice de sus sueños, sus amoríos, sus joyas y sus mansiones… se llevó a la tumba el secreto sobre si fue envenenada a petición suya; ya no quería vivir y murió (en su cumpleaños 88, el 8 de abril) cuando quiso como lo sugiere en su autobiografía
Eso sostiene a la fecha, Luis Cantú, su jefe de guardias, como revelara a La Oreja. Claro, Raúl Velasco, nunca le creyó esa versión. No creía que La Diva se haya dejado de nadie.
Luis es quien -caso único- le lleva flores algunos fines de semana, pero no su heredero universal, Luis Martínez de Anda, quien fuera la (secreta) pareja de su hijo, Enrique Alvarez, la viva imagen de ella.
Ni se aparece siquiera en los aniversarios luctuosos.
La Doña -o María Bonita para millones- fue marcada por eventos de pasiones pero trágicos como la relación incestuosa en la adolescencia con su hermano, Pablo, finalmente muerto en lo que se sospechó un asesinato que a ella la doblegó. La marcó por igual una figura considerada entonces “el mayor monstruo sagrado de Hollywood”, Greta Garbo.
La Garbo no soportó lo que María representaría y le dijo con la vista fija en la novel figura mexicana “…eres demasiado joven y bella para estar aquí”. Y María se retiró y jamás volvió a la Meca del Cine y jamás lo necesitó.
María había sacudido las conciencias mexicanas usando pantalones, puro y garbo en la vida real; era efectivamente Doña Bárbara” fuera de la pantalla…Y María Bonita conquistó Europa; fue declarada la Mujer Más Bella del Mundo.
“Una mujer original no es aquélla que no imita a nadie, sino a la que nadie puede imitar”
La “mujer Carthier”, jamás fue igualada por artista o mujer con poder en el mundo…Bueno, salvo por Liz Taylor. Sus colecciones más costosas cuanto bellas lucieron su obsesión los reptiles a los que daban vida diamantes y esmeraldas, en forma de “escamas”, mezcladas con oro blanco que asombraban a los expertos de Carthier.
“La mujer sin ambición nunca sale del hoyo”
Un frondoso árbol del hule -que alguna vez las manos de María plantaron en las afueras de su casa– custodia la mansión que más quiso, entre una docena en México y Europa- allí en la calle de Hegel, en Polanco, su barrio.Fue regalo de bodas de Alex Bergere, en los años 60s, aunque el presente más increíble que le hiciera hombre alguno, estaba a unos kilómetros. Sí. Usted adivinó. Era ese gusano de acero, siempre repleto de gente, cruzando desde Chapultepec hasta cerca del aeropuerto; desde Indios Verdes hasta Ciudad Universitaria y líneas cruzadas en un enjambre de 200 kilómetros, el Metro.
Único caso que asombró a la Doña: “El Metro…¿me regala (Alex) el Metro de la ciudad?”. Pocos saben que el otrora traficante de armas había amasado una fortuna del tamaño de las ambiciones de la Doña, su pareja en Paris. Fue el promotor y Mecenas de esta obra que legó Gustavo Díaz Ordaz.
La Doña jamás se asombró tanto: ni cuándo años antes había recibido un collar de esmeraldas que le regaló su penúltimo marido entonces, la estrella más elevada en el firmamento del México de la postguerra: Jorge Negrete.
El dinero no es la felicidad, pero siempre es mejor llorar en un Ferrari
Al morir, los deudos acudieron a rogar a Le mexicane (para París) que lo devolviera…”Jorge no lo pagó. No le dio tiempo”. Y ella soltó un “lo caído (sin acento) caído) y los despidió.
Antes, se había casado con Agustín Lara, el “Flaco de Oro”, para unos, pero para otros “El Hombre más feo del mundo”. Y ella aclaró: “me casé para poderme separar de Agustín”. Confesó que a nadie amó. Despreció fortunas y famas: las esmeraldas que le regaló Jorge Negrete, los regalos de Jorge Pasquel, amó a su colección enorme de serpientes victorianas incrustadas de turquesas y de diamantes; los brillantes de Harry Winston, la serpiente rusa que adquiriera en Nueva York y su enorme colección de joyas de Carthier muchas de ellas diseñadas especialmente para ella, entre serpiente, saurios y un cinturón con centenarios que la Duquesa de Windsor.
Le fascinaban las joyas antiguas de los siglos XVIII y XIX. María y Antoine –uno de sus amores- quitaron la figura central de los medallones y él pintó la cara de La Doña, en el anverso y la de él en el reverso.
María fumaba en cigarrera de oro hecha por Carthier. María contaba con un apartado de cientos de prendas, la llamaba «mis Joyas de Amor». El collar de esmeraldas mencionado lo luce en la cinta «La Bella Otero»; parte de su colección de serpientes las porta en «La Generala» y en «La Estrella Vacía».
¿Amó en secreto a Manolete?
María lloró solo contadas veces en nueve décadas de vida, aunque dijo que a nadie amó. Rompió en llanto cuando Manolete cayó cornado de muerte en el ruedo aquél 29 de agosto de 1947; eternizado en bronce, un Manolete, ícono del toreo (como su padre y abuelo) vigila a Linares en la plaza principal.
Pero a María la vimos derramar una gruesa lágrima sobre el féretro de Emilio “El Indio” Fernández, su artífice fílmico de los primeros años en la cima; el fabricante de estrellas, expiró (años 80) en brazos de su eterno amor, Columba Domínguez, la de Pueblerina y Maclovia,
María se desplomó algún día ante su hijo muerto a unos metros de la casona de Polanco, Enrique Alvarez Félix.
El único descendiente de este “monstruo sagrado” murió en forma misteriosa; su fin pudo tener relación con Luis Martínez de Anda, su pareja, celoso y posesivo.
Luis Martínez –narraría años después el otrora guardián de la Félix- era al único que ella soportaba que la regañara y “le levantara la mano”. ¿Por qué?
“Puedo ser adorable con la gente que me trata bien; pero cuando me atacan, muerdo a la yugular”
Ella fue muy selectiva con sus amistades: no fueron numerosos, pero si famosos y porosos: convivió con Diego Rivera, y Frida Kahlo. “Los quise mucho, fueron mis amigos, pero ni Diego ni Frida me parecen pintores. Como que les falta, les falta”.
La Doña cumplió trece años de irse de este mundo, precisamente un 8 de abril, en su cumpleaños. En mucho tiempo nadie creerá la verdad. Ni si fue muerte natural o inducida, como en su momento reclamó uno de sus hermanos y se exhumó el cadáver. Supuestamente no se encontraron rastros de envenenamiento ni huellas de una muerte inducida.
El mayor mito del cine mexicano, tuvo una vida –y por lo visto- también una muerte de película.
Quizá algún día se diga toda la verdad…pero ¿alguien la creerá?